viernes, 30 de octubre de 2015

LOS BAÑOS DEL CARMEN UNA ISLA PARAÍSO ANCLADA ENTRE EL MAR Y LA MONTAÑA.(y III) escrito por Vicente Seguí Pérez


Dice Lorena Garceran que los Baños del Carmen es como una “isla paraíso anclada entre el mar y la montaña”. Es un espacio de “belleza responsable” de los que estamos tan necesitados en las ciudades contemporáneas. Son conceptos quizás poéticos, llenos de memoria y no de proyecto técnico. Lo cierto es que nos hacen pararnos  y entender que estamos ante algo especial, escuchar su quietud. De manera que nos obliga a plantearnos la preservación de las identidades urbanas, aquellas que provienen de la memoria colectiva. No es una identidad particular, de personaje  perdido que deambula en busca de autor, como en la obra de Pirandello, ni es un trozo mas de mercancía urbana. Si no mas bien, la realización de un personaje colectivo, esculpido en la conciencia  ciudadana, por eso se exige “mantener su expediente de rescate” para devolver a la comunidad lo que ella ha creado.

Los Baños del Carmen tienen esencia, esencia de ciudad, sustancia colectiva. Su rehabilitación  no puede ser la del creador consigo mismo. Cada vez esto es mas difícil en la ciudad, pero en los Baños del Carmen esto es un gran error, porque si algo es los Baños del Carmen  es sustancia urbana participada, por capas y capas de acción  y de ilusión. Ya no vale el ejercicio del arte cerrado con uno mismo, solo es posible la mediación, la recuperación de su naturalidad, de su realidad de lo cotidiano. No hay proyecto de arquitectura en el sentido clásico de la palabra, solo realidad, patrimonio sostenible en términos sociales y naturales. Fragilidad e identidad.

Solo cabe un planteamiento trasgresor, no radical. Solamente podemos plantearnos un proyecto que piense en “mas allá”. No es un “mas allá” de otro  mundo, mas bien al contrario, al proyecto no le queda otro remedio que transgredir la normalidad de este momento para hacer suyo toda una memoria comunitaria. Hay algo también de trascender de pasar de un ámbito a otro, de atravesar los limites que lo quieren separar del todo urbano.

Desde un punto de vista filosófico, el concepto de trascendencia incluye además la idea superación o superioridad. Supone ir un «más allá» del punto de referencia, «sobresalir»,  pasar de «dentro» a «fuera», de ir mas allá del  ámbito de normalidad en que queremos tenerlo encerrado, superando su limitación o clausura.

Agustin de Hiopona pudo decir, refiriéndose a los platónicos: «trascendieron todos los cuerpos buscando a Dios». Los Baños, como los platónicos trascienden todos los “cuerpos” y buscan a Dios, esa esencia de nostalgia que nos transmite. Trascendencia se opone, entonces a inmanencia. Lo trascendente es aquello que se encuentra «por encima» de lo puramente inmanente. Y la inmanencia es, precisamente, la propiedad por la que una determinada realidad permanece como cerrada en sí misma, agotando en ella todo su ser y su actuar. La trascendencia supone, por tanto, la inmanencia como uno de sus momentos, al cual se añade la superación que el trascender representa.

Lo inmanente se toma entonces como la ciudad de la normalidad, lo que vivimos en nuestra experiencia, siendo lo trascendente la cuestión sobre si hay algo más fuera de esa ciudad de la normalidad que conocemos. Es decir afrontar lo que es el universo.

Las respuestas a esta cuestión tienen un origen cultural en lo mágico-religioso y su reflexión crítica en la filosofía.

Hoy día la cuestión no incide tanto en demostrar la existencia de ningún Dios, cuanto en el hecho de que la ciudad en todo lo que es la problemática de su existencia de un modo inevitable siempre está abierta a esa dimensión misteriosa de lo trascendente. Es la imagen de la ciudad misteriosa la que nos atrae. Aquello que nos posibilita ampliar los horizontes de nuestras percepciones, de la ciudad encerrada en la experiencia de normalidad, de mercancía. Lo que queremos decir, es que mas allá de ciudad mercancía, existe otra ciudad, es aquí donde se asienta los Baños del Carmen.

Los Baños del Carmen se reconoce como una dimensión profunda de la ciudad, esa posibilidad de ampliar los horizontes de nuestro conocimiento urbano. Es difícil en nuestros días encerrarnos en el dogmatismo de que todo es mercancía. El reconocimiento de la importancia de la vida social urbana abre una dimensión nueva, la antropología urbana, que plantea el estudio de la dimensión “profunda” de la ciudad, la ciudad como tal, como hecho de relaciones, y no como hecho mercantil.

Las condiciones del conocimiento que organizan la percepción  sensible de la ciudad, lo que corresponde a nuestras intuiciones puras. Son estructuras subjetivas que, aunque trascienden el conocimiento y el campo limitado de la experiencia individual y generan un conocimiento objetivo, no permiten trascender el ámbito de la experiencia posible, comprendida como ciudad. Por ello Kant en lugar de trascendentes las llamó trascendentales. De ahí que los Baños del Carmen sea un espacio trascendental de la ciudad, la magia de esa otra dimensión que nos apasiona.