lunes, 29 de septiembre de 2014

La Ciudad Cuántica. ¿Cómo Estamos Cambiando La Forma De Pensar La Ciudad?

23sep
2014
itaca
Esto es una introducción a la “ciudad cuantica”, pero no te asustes, la presento porque es importante que empecemos a aceptar que la forma de pensar la ciudad está cambiando. La variación radica en el concepto de que las formas de pensar de toda la ciudadanía,  los observadores de la ciudad, la mente subjetiva de la ciudad, tiene un efecto importante sobre la materia urbana, sobre el mundo urbano, y por tanto sobre nuestros objetivos.
Si consideras esta idea, aunque solo sea un instante, empezarás a centrarte y a poner tu atención en lo que quiere la ciudadanía, en lugar de en lo que no quieren, pondrás tu atención y por tanto tu energía en lo que quieren los observadores que será también lo que tú quieres. Porque allí donde pongas tu atención pondrás tu energía y afectaras al mundo material urbano, que por cierto está hecho en su mayor parte de energía.
Los pensamientos crean la ciudad. Si dejamos que el mundo urbano exterior ese que simplemente vemos controle lo que pensamos, éste creará unos circuitos en tu cerebro que te harán pensar como todo lo que conoces de antemano. Crearas más de lo mismo y seguramente peor. Así que para cambiar,  hay que ir mas allá de la materia física urbana, mas allá del entorno, de las primeras apariencias formales, mas allá de esos pensamientos memorizados, en muchos casos erróneos o inútiles que funcionan como programas informáticos instalados en tu subconsciente.
En el pasado los urbanistas al igual que los físicos dividieron el mundo urbano y no urbano en materia y pensamiento y más tarde en materia y energía. Cada uno de estos pares se consideraba distinto el uno del otro
¡ pero no lo son!. Esta dualidad normalmente conformó una visión de la ciudad básicamente predeterminada por diversas razones según la época histórica en que estuviéramos. Podíamos hacer muy poco para cambiar las cosas con nuestras acciones, cosas que tuvieran que ver con la vida de sus habitantes, salvo algunas experiencias urbanísticas minoritarias en donde estas dualidades desaparecieron y se unificaron proyectualmente y menos aún cambiar las cosas con nuestro pensamiento.
Conectar el mundo físico formal exterior y observable de las ciudades  con el mundo interior de cómo piensan, observan, sienten y viven los habitantes siempre ha sido un gran reto para los urbanistas. Muchos coincidiríamos en que el mundo material-formal de la ciudad crea consecuencias que nos afectan mentalmente, no obstante muchos dudaríamos de que la mente pueda producir cualquier cambio físico que afecte los aspectos sólidos, construidos, de nuestras ciudades. Mente y materia aparecen como dos cosas distintas a no ser que cambiemos nuestra comprensión de cómo ambas coexisten.
Este cambio ya se ha producido y para ver de donde surgió no es necesario retroceder demasiado en el tiempo. Desde la época que los historiadores consideran como los tiempos modernos, la humanidad ha creído que la naturaleza del universo y la ciudad como imagen suya, era ordenada y por lo tanto previsible y explicable de forma metódica y repetitiva.
Rene Descartes un matemático y filosofo del siglo XVII fue el defensor del modelo mecanicista del universo, la idea de que el universo está regido por leyes previsibles. Descartes se enfrentó a un autentico reto: la mente humana poseía demasiadas variables como para encajar en alguna ley física. Al no poder unir el mundo físico con el de la mente, aunque tuviera que tener ambos en cuenta, recurrió a un ingenioso juego de palabras. Dijo que como la mente no estaba sujeta a las leyes del mundo físico objetivo, estaba fuera de la investigación científica. El estudio de la materia y sus formas era competencia de la ciencia. La mente al ser un instrumento de Dios, era a la religión a la que le competía estudiarla.
Descartes inicio un sistema de creencias que imponía la dualidad entre los conceptos de mente y materia. Durante siglos esta división se consideró un conocimiento aceptado de la naturaleza de la realidad fuera natural o urbana.
Newton ayudó a perpetuar las ideas cartesianas. El matemático y científico ingles no solo consolidó el concepto del universo como una maquina sino que creo una serie de leyes que afirmaban que los seres humanos podíamos determinar, calcular y predecir con precisión las formas ordenadas con las que el mundo físico funcionaba.
Descartes y Newton establecieron un modo de pensar según el cual la realidad urbana estaba gobernada por principios mecanicistas cartesianos, lo que fue bastante útil en algunos momentos de la historia urbana, pero negaron siempre la capacidad de la ciudadanía, de los observadores para poder influir en los resultados urbanos. En el modelo físico urbano newtoniano todo es materia formal, construcción de formas materiales. Toda la realidad urbana esta predeterminada por ello. Dada esta visión no es extraño que los seres humanos siempre hayan dudado sobre la idea de que sus acciones realmente importaran y mucho menos que sus pensamientos fueran importantes o que el libre albedrío desempeñara un papel en el universo urbano. De hecho muchos siguen considerando consciente o inconscientemente que las personas que habitan en las ciudades son a menudo poco más que victimas
Las ideas de Descartes y Newton prevalecieron durante siglos, fue necesario un pensamiento revolucionario para contrarrestarlas.
A finales del siglo XIX, doscientos años después de Newton., Einstein junto con otros científicos evidenció que la energía y la materia estaban tan inextricablemente ligadas que eran lo mismo, demostró que la materia y la energía son totalmente intercambiables. La energía era mucho más que una fuerza, la energía es el entramado mismo de lo material y responde a la mente. Estas teorías contradecían el pensamiento de Descartes y Newton y marcaba el comienzo del funcionamiento de una nueva comprensión del universo natural y por ende también del urbano.
Einstein no socavo muchas de las antiguas ideas sobre la naturaleza de la realidad. Pero destruyó básicamente sus fundamentos con lo que algunas de las estrechas y rígidas formas de pensar acabaron poco a poco desmoronándose. Se hizo patente que el modelo dualista cartesiano newtoniano era imperfecto.
Hoy somos conscientes que en el mundo físico e igualmente en el mundo urbano, sus componentes son tanto ondas (energía) como partículas (materia física), dependiendo de la mente del observador. A este nuevo paradigma científico se le llamo física quántica.
Estos cambios alteraron por completo la imagen de las ciudades, del mundo urbano, donde vivimos, y la urbanística descubrió que estaba colgada del vacío, cuando creía hasta los años setenta- ochenta del siglo XX que estaba con los pies bien plantados en tierra. El modelo cuantico nos descubrió que las cosas habían cambiado, que la materia urbana se componía básicamente de energía, campos energéticos o patrones de frecuencia de información.
Pero había otro enigma que resolver, la materia y sus diversas formas no parecían comportase siempre igual. Cuando los físicos empezaron a observar descubrieron que los objetos no se regían por las leyes de la física clásica. Los objetos y las formas que ellos tenían no se comportaban de la manera tan previsible que esperaban los físicos, ni eran tan fácilmente reproducibles ni constantes. Así muchas veces los resultados de la realidad urbana se comportaban de una manera imprevisible e inusual, de nada valía a veces mimetizar las propuestas físicas, a veces una misma propuesta física, según el lugar y los observadores, ganaba energía y otras perdía, aparecían o desaparecían y surgían por todas partes variables y resultados que no respetaban los limites del espacio y del tiempo, no traducían adecuadamente los objetivos que pretendía el urbanista o proyectista. ¿Como era posible que existirán leyes distintas para las cosas que se creaban? ¿ como era posible que los resultados  no dieran resultados satisfactorios siguiendo las mismas leyes?
Los físicos quánticos descubrieron que los observadores afectaban la conducta de la energía y la materia. Solo cuando el observador se fija en cualquier localización de un objeto, lo mira y lo piensa, es cuando aparece ese objeto. Un objeto no puede manifestarse en la realidad urbana, ni sabemos como se manifiesta en el espacio y el tiempo, hasta que es observado. A este fenómeno la física quántica le llama “efecto observador”.
Ahora sabemos que en el momento en que los observadores buscan, desean, piensan objetos, cosas, hay un lugar en el tiempo y en el espacio en el que todas las posibilidades se colapsan en un suceso físico. Con este descubrimiento, mente y materia ya no pueden seguir considerándose dos cosas distintas, están intrínsicamente ligadas  porque la mente subjetiva de los habitantes de las ciudades ejerce cambios perceptibles en el mundo físico objetivo urbano.
Todo cuanto existe en el mundo urbano es puro potencial, están en estado de ondas mientras no son observadas. Potencialmente son todo y nada hasta que las observan. Existen por todas partes y en ningún lugar hasta que son observadas. Por lo tanto, todo lo que existe en nuestra realidad urbana existe como puro potencial. La ciudad es capaz de colapsarse en una infinidad de posibles realidades. Si puedes imaginar un acontecimiento futuro, una propuesta basándote en cualquiera de tus deseos, esta realidad ya existe como posibilidad en el campo quántico, esperando que la observes. Tu mente puede influir en la aparición de resultados, en teoría puede influir en la aparición de cualquier posibilidad.
El observador por medio de la atención y el repetido esfuerzo diario podrá usar su mente para organizar una infinidad de ondas de probabilidades en una situación física deseada llamada  “experiencia urbana”. Nuestra mente moldea las posibilidades infinitas de la ciudad como si tratara de arcilla. Y si como hemos dicho la materia esta hecha de energía, tiene sentido que la conciencia (mente) y la energía (materia) estén tan íntimamente ligadas que sean lo mismo. Mente y materia están entretejidas.  Tu conciencia (mente) afecta la energía (materia) porque tu conciencia es energía y la energía tiene conciencia. La ciudadanía es  lo bastante poderosa como para influir en las ciudades porque a nivel básico son energía con conciencia, materia consciente, como la propia ciudad.
La ciudad es un campo de información  inmaterial, interconectado y unificado que en potencia lo es todo y otras veces nada. La ciudad esta esperando a que un observador consciente llegue e influya en la energía en forma de materia potencial con su mente y su conciencia para que la infinidad de probabilidades se manifiesten.
Esto es crucial para entender como puedes producir efectos y resultados o hacer cambios en la ciudad. Cuando aprendemos a mejorar nuestra capacidad de observación, a saber usarla, se esta en el mejor camino de vivir la versión ideal de la ciudad al convertirse en la versión idealizada de la ciudadanía.
La ciudad es un mar de información, que emite patrones  e improntas, que acarrean más información. Nuestras formas cambiantes de pensar la ciudad, de manera consciente o inconsciente modifican a cada instante esta información, formando eso que llamamos entramado urbano o “conexiones de cooperación”. Por lo tanto, si queremos cambiar la forma de hacer la ciudad, hacia otra manera más profunda y positiva de entenderla, tendremos que entender  como funciona y cambiar la mente subjetiva de la ciudad, la de sus habitantes  y cambiar nuestra mente, nuestras experiencias y percepciones, es una cuestión de dejar el hábito de ser el mismo de siempre.

Vicente Seguí Pérez
Economista – Urbanista
Director del Laboratorio de Producción de Herramientas para la Vida (LPH)
Miembro de la  Red de Cooperación Profesional por un Nuevo Urbanismo

Escribe en el Blog “Territorios (Nuestros)” agorademalaga.blogspot.es

martes, 23 de septiembre de 2014

¿ES COMPATIBLE EL CAMBIO CLIMÁTICO CON EL CRECIMIENTO URBANO?

Salvar nuestras ciudades de la contaminación, la ansiedad y el desasosiego podría salir incluso barato. Los informes económicos sobre los cambios y la lucha contra la contaminación y el cambio climático como es el Nuevo Proyecto sobre Economía Climática publicado por el FMI (Fondo Monetario Internacional), afirman que tomar decisiones y medidas radicales para limitar las emisiones de carbono, reducir la contaminación  o cambiar las formas de vida estresantes de nuestras ciudades  apenas tendría repercusiones negativas  para el crecimiento económico.

En los últimos años se han producido tales avances en todos los aspectos en el campo de las energías alternativas, las tecnologías, el transporte o la salud que nos permite plantear que es posible romper el vínculo de desesperanza que existe entre el crecimiento económico y las limitaciones a la contaminación.

El desarrollo de estrategias bien diseñadas de control de emisiones, en concreto poniendo precio a las emisiones contaminantes, sistemas de límites máximos o intercambios comerciales o programas de información sobre la calidad y la salud, costaría mucho menos de lo que los agoreros de la desesperanza climática nos quieren hacer creer. Hoy día sabemos que los efectos sobre el crecimiento  debidos  a estos aspectos de la protección climática no son negativos, más bien al contrario, son mas favorables que lo que se pensaba hace unos años. El más importante de estos beneficios tendría que ver con la calidad y la salud pública de los ciudadanos. La contaminación, el ruido y el estrés provocan muchas enfermedades y estas incrementan el gasto público y reducen la productividad. Una menor cantidad de contaminación nos reportaría grandes beneficios impulsando nuevos aspectos económicos  a corto y medio plazo. De modo que salvar nuestras ciudades de las emisiones de carbono sería barato y hasta podía salirnos gratis.

Hoy día tenemos claro que limitar los aspectos diversos de la contaminación no significa acabar con el crecimiento económico. Esto lo dice gente de derechas  que normalmente afirman que las economías de libre mercado son infinitamente flexibles y creativas. Esta visión es simplemente un excusa fundamentalista para no afrontar los cambios económicos y sociales que hoy día necesitan nuestras ciudades, mejorando a la vez la productividad y la calidad del crecimiento de las mismas..

No comprenden el significado del crecimiento económico. Lo ven como algo físico, como un mero sistema especulativo, de intereses de unos pocos, consistente en producir mas cosas, sin plantearse qué consumir, qué tecnología emplear, la igualdad social que generamos  o la calidad de vida que impulsamos en la inversión de cada euro de PIB.


La desesperanza climática es un gran error y una gran confusión mental interesada. Hoy día las medidas climáticas, de calidad, y de igualdad son compatibles con el crecimiento económico y es una postura realista y pragmática  para el futuro de nuestras sociedades. Es más si algún día conseguimos dejar atrás las ideologías fundamentalistas y los intereses especiales de unos pocos, descubriremos que es la única salida al crecimiento económico y la más barata, y fácil de lo que podemos imaginar.

lunes, 15 de septiembre de 2014

UNA CIUDAD REALMENTE INTELIGENTE NO ES AQUELLA QUE LO CONVIERTE TODO EN MOLDES DE EFICACIA

Existe un cierto consenso en el mundo del urbanismo que paulatinamente se va imponiendo, según el cual la “ciudad inteligente” es mas eficiente,  mas libre de fricciones y mejor gestionada.  Estas ideas han emanado en parte de la propaganda  de empresas como IBM, Cisco o Microsoft y aunque ciudades  como Masdar en Arabia Saudita, Songdo en Corea del Sur o Singapur  nos parecen mas cercanas al taylorismo que al urbanismo, la moda se extiende  y muchos políticos mueren por que sus ciudades sean consideradas “ciudades inteligentes”. No importas cuan polémico resulte este concepto o mejor como de compatible sea respecto al urbanismo.

Da la impresión que las ciudades evitaran sus conflictos mediante análisis de macrodatos, no obstante me pasa como al artista y diseñador británico Usman Haque defiendo las virtudes del desorden, de la inteligencia del ciudadano y la participación en el hacer urbano antes que las “smart cities” como paradigma urbanístico. No es que no haya cosas loables en ellas pero también me gusta que los habitantes puedan hakearlas cuando quieran  y que la etiqueta de ciudad inteligente no sirva para otra cosa que para privatizar los servicios públicos  y condicionar la vida de los ciudadanos, alejándolos más de la construcción de las ciudades.

Una ciudad realmente inteligente no es aquella que lo convierte todo en moldes de eficacia , del más por menos, lema tan impuesto en estos tiempos de austeridad y de ajustes impuestos, sino aquella que es capaz de convivir con su desorden, usar los descubrimientos causales, la espontaneidad , la inteligencia participativa, que se enorgullece de sus limitaciones y sus tiempos, de sus imperfecciones, que no vulnera los derechos de sus ciudadanos, que impulsan la igualdad, la libertad y la intimidad. Las ciudades siempre han sido ingeniosas proezas de la ingeniería, útiles para probar nuevas y asombrosas invenciones, en donde las formas de la vida urbana impulsen la realización social y espiritual que tanto parece escasear en nuestras ciudades.

He defendido mucho en mis escritos la necesidad  de que el mundo rural, el paisaje territorial, el ecologismo inteligente  se introduzca profundamente en las ciudades, esta posición no es heredera de la tradición intelectual de vapulear las ciudades, o de odiar las urbes. La cuestión no es cuan de bonitas son las ciudades sino como de felices son los seres que la habitan.

Debemos incrementar la indagación en los ritmos de vida de nuestras ciudades, en sus rituales sean estos sociales, familiares o laborales. La tecnología,  y la productividad son loable s pero las ciudades nunca se han preciado únicamente por albergar actividades comerciales, o turísticas o productivas, que no quiere decir que no deban impulsarse, pero sustituir las nuevas concepciones tecnológicas por el urbanismo seria lamentable

martes, 9 de septiembre de 2014

INVERTIR EN EL FUTURO DE NUESTRAS CIUDADES.

Seis años después del comienzo de la crisis financiera, el PIB de la mayoría de nuestras ciudades europeas está por debajo del nivel que tenían antes de la crisis. Nuestras ciudades han perdido el liderazgo no solo del conocimiento sino también de aportar respuestas a la depresión actual. Están en peor situación que las de Japon o el Pacifico Asiático después de la crisis financiera de los setenta y ochenta, e incluso que la de la gran depresión de los años treinta. La esperanza de recuperación que se nos vende  no deja de ser grandes números estancados. El desempleo, la desigualdad y la brecha de producción urbana ha alcanzado niveles sin precedentes y las perspectivas de crecimiento de las urbes europeas están muy por debajo de sus posibilidades.

El paro persistente y la emigración del talento implica la amenaza de una generación perdida y la desintegración social, el envejecimiento y la decadencia de las estructuras urbanas y territoriales de Europa. Las medidas aprobadas de austeridad contra la crisis  han demostrado que las soluciones aportadas no han hecho otra cosa  que incidir en nuestros problemas, anular las políticas urbanas y devolver a las ciudades a la tercera división en las estrategias del desarrollo económico europeo. Las reformas estructurales puestas en marcha no han sido otra cosa que ajustes del capital financiero  y políticas monetarias en beneficio de los deudores financieros. El resultado es que hoy ni el sector privado ni el sector público confían en los productos urbanos, y la descapitalización de recursos humanos, de conocimiento y de inversión no está haciendo otra cosa que profundizar en la deflación  y el vacío de ideas.

Por eso hace tiempo que vengo proponiendo un cambio drástico en las  iniciativas urbanas  que den un empujón a las inversiones públicas de capital fijo productivo  y remueva los cimientos de la economía urbana y la administración pública de nuestra ciudades, de manera que se cierre la brecha de la producción actual , se facilite la absorción de jóvenes en el mercado de trabajo en condiciones solventes y se contribuya al crecimiento a largo plazo dentro de nuevos modelos de sostenibilidad y conocimiento. Las ciudades europeas deben volver a impulsar nuevos Pactos por la Estabilidad, la Igualdad y el Crecimiento para salir de la crisis actual.

Esta iniciativa requeriría introducir de forma gradual el aumento de la inversión pública mediante nuevos proyectos productivos y eficientes. Asegurando  la implantación  de infraestructuras metropolitanas y territoriales fundamentales para producir modelos urbanos regionales a largo plazo, con especial énfasis en energía, transportes, reindustrialización, investigación, conocimiento, Tic y estructuras sociales de bienestar. Estos proyectos contribuirían a una interconexión de sinergias capaces de aprovechar ventajas comparativas en un mundo globalizado, el fomento del comercio, el bienestar, la igualdad, la inversión privada y la movilidad, modelos de crecimiento basados en el conocimiento y la sostenibilidad.


Estoy convencido que una de las salidas de la crisis europeas pasa por cambia los modelos urbanos, rompiendo las brechas actuales de producción urbana,  lo que nos ayudaría  a sincronizar mejor los ciclos económicos  y promover las reformas que nuestras ciudades necesitan. Pero para ello necesitamos ciudades responsables y colaborativas, no competitivas. Esta responsabilidad de poner fin a casi treinta años de urbanismo fallido corresponde a todas las ciudades, sería una irresponsabilidad que el movimiento urbano se abstuviera de poner su esfuerzo en salir de esta crisis, los multiplicadores que  hoy el mundo urbano ofrece en la escala global son de tal envergadura que no tendría lógica sentirnos ajenos a las necesidades de nuestros ciudadanos en la economía deprimida que hoy tenemos.