Vengan lo problemas de donde vengan. Vengan las crisis por donde aparezcan,
hay métodos contra su locura. Hace mucho tiempo que vengo hablando contra la
necesidad de prevenir lo imprevisible. Lo imprevisible no es una maldición,
sino nuevas formas de enfrentarnos a pautas distintas derivadas de
complejidades distintas. La complejidad significa un salto cualitativo en
nuestra civilización, necesario y buscado a veces, pero esa complejidad trae
aparejada nuevos sistemas de incertidumbre. Y muchas veces estas no aparecen de
repente. En algunos casos hace siglos
que las venimos viendo venir. Pero nos empeñamos en seguir pensando y
trabajando con métodos del siglo XIX, con los que hemos recorrido el siglo XX y
en muchos casos no hemos optado por innovar y aportar nuevo talento, para
mejorar los modelos. Lo cierto, es que más allá de la incertidumbre existe el
modelo urbano.
Muchos recordareis a Lord Kelvin, el de los grados Kelvin, esa
unidad de temperatura de la escala creada en 1848 por William Thomson, primer
barón de Kelvin. A finales del siglo XIX, pensaba, que todo lo esencial ya
había sido descubierto, y que solo quedaba pulir algunos detalles. No pudo
equivocarse más. Entre 1900 y 1905, Max Planck y Albert Einstein descubrieron
la mecánica cuántica y la relatividad, los dos pilares de la física actual, y los
cimientos del mundo tecnológico en que estamos inmersos. Ni siquiera Planck y
Einstein pudieron predecir las consecuencias enormes de sus ideas rompedoras,
no hablemos ya del resto de los científicos de la época ni menos aún de la
ciudadanía culta en general. El patinazo de Lord Kelvin revela una cualidad
fundamental del mundo y de nuestra concepción de él: que lo imprevisible, la
incertidumbre que abre la complejidad y la innovación, no se puede prevenir,
porque de eso se trata de abrir nuevas puertas a un infinito continuo de
posibilidades. Como dijo el matemático John Allen Paulos, con gran ironía,
“ningún periódico publicó en 1900, que ya solo faltan cinco años para que se
descubra la relatividad”. Podía ser una cita de economista de bolsa, pero no lo
era, siempre hemos navegado sobre la incertidumbre y es ella la que nos provoca
la innovación, el talento y el salto a nuevas etapas.
La crisis del covid 19 actual, sin
embargo, la estamos traduciendo con un mensaje contrario: nos hemos hecho tan
reglados y seguros que no somos capaces de prevenir lo imprevisible. No puede
ser, si ya lo teníamos todo planificado, si solo nos quedaba administrar la
certidumbre. Pensábamos que lo imprevisible, la incertidumbre no podía existir
y si existiese era culpa de alguien, un error de la naturaleza. Parece una
contradicción, un laberinto semántico. La idea de que siempre hay una forma de
escapar del laberinto, la hemos colapsado.
Otra cosa que hemos olvidado es que en
nuestro mundo, lo imprevisible sigue pautas, posibilidades de pautas, no son
modelos arbitrarios. Los economistas no vaticinaron la crisis financiera de
2008, algunos vieron burbujas especulativas de créditos, pero estoy seguro que
si ahora detectáramos burbujas de crédito de alto riesgo de morosidad, se nos erizarían
los cabellos. Aprendemos de la experiencia, al menos algunos, y también podemos
extrapolarla, de modo que no solo abarque a la travesura crediticia sino
también a cualquier otra burbuja. Eso sería una forma de prevenir lo
imprevisible, de movernos en la incertidumbre de la complejidad ¿no?. Aunque no
lo creamos, los modelos complejos también siguen pautas, y descubrirlas es en
el fondo el objetivo del talento.
Es verdad, muchos somos escépticos, incluso cenizos, no vemos como aparecen
esas pautas que pueden abrir nuevas
posibilidades en épocas de crisis y cambiar nuestra psicología, y nuestra forma
de actuar. Pero a pesar de todo, debemos crear dosis de confianza en abundancia,
porque nos guste o no, arrastramos lastres de desigualdad de todo tipo que nos
obligan a gobernanzas urbanas mas racionales.
El urbanismo no es el seguimiento de la norma , sino el proyecto que
acierta a dar respuesta a esa incertidumbre que nos abre nuevas posibilidades y
resuelve acertadamente la complejidad.
Prevenir lo imprevisible es difícil, sí, pero no por razones científicas ni
filosóficas, sino por los lastres de pensamiento y socioeconómicos que sufren
nuestro modelo urbano actual. Hay quien piensa que eso cambiará gracias a la
pandemia, porque sí, o mejor que volveremos a la antigua normalidad, como si
nada hubiera pasado. Pero os aviso con cariño, los cenizos somos escépticos, porque vemos
cómo un puñado de nuevas pautas a las que
llamamos “incertidumbres derivadas de las crisis” pueden cambiar la psicología
humana, los modelos urbanos y los mercados locales. Ojalá demos con la
inmunidad adecuada para que todo sea más lento, porque el susto nos puede
bloquear y el miedo hacerlo todo más largo.