lunes, 18 de mayo de 2020

LA ÚNICA VERDAD ES LA REALIDAD




La epidemiología y el urbanismo han estado históricamente relacionadas. Así ocurrió en el caso de las teorías higienistas, en las políticas de viviendas o con la necesidad de espacios verdes. Ambas disciplinas conjuntamente han desarrollado patrones y estándares urbanos que aplicamos sin pensar porqué lo hacemos. han sabido comprender y seguir las huellas que dejaba en las ciudades la complejidad de la vida urbana, encontrar el problema y resolverlo. Han sabido descubrir anomalías, cuales eran y de donde venían, y como podían curarlas. Las dos han admitido siempre la realidad con la que se encontraban, sin negarla, y a partir de esa realidad “curar la enfermedad”. Ninguna de las dos negó la realidad,  a partir de sus análisis, quisieron mejorarla. Nunca negaron la realidad existente, ni se plantearon transformarla con modelos teóricos que no existían en la realidad de la vida de las personas. Ninguna de las dos se han sentido exclusivamente disciplinas normativas, el fruto de la norma llegaba de forma indirecta pero no era el fin. El fin, el objetivo de ambas es curar conflictos o anomalías, a partir de ahí beneficios indirectos surgen muchos.

Una de las mas clásicas correlaciones de variables que las anomalías urbanas han tenido históricamente entre ambas ciencias, han sido las que tenían que ver con la pobreza, la desigualdad, o los déficits de bienestar y salud, estas variables estaban detrás de muchos procesos anómalos en las ciudades. Lo que implicaba que ambas tenían la oportunidad única  de recolectar datos y conocer a fondo las complejidades de la convivencia humana.  A veces, no sabían dónde buscar.  Era como buscar una aguja en un pajar,  así que requerían de todo y de todos, para enfrentarse a los problemas de las nuevas complejidades urbanas.  ¿Tenía que ver la comida con la educación?, ¿por qué había mas epidemias en unos barrios que en otros?, ¿Como debían ser las calles, los colegios, las asistencias sanitarias…? ¿Cómo debía ser la vivienda?, ¿Los baños debían estar dentro o fuera de la casa?, ¿debían ser aireadas, soleadas…?,  ¿A qué distancia deben estar los colegios?, ¿El empleo y la residencia deben estar juntos o separados? …¿Qué densidades deben tener los barrios para que fueran saludables?...

Supieron desafiar abiertamente la sabiduría convencional, la “sabiduría de la convicción social”.  La sabiduría convencional de cada momento sostenía  que todo era seguro y cierto. Pero esto ocurría hasta un cierto punto, pensaron, hay umbrales que no.  Hay que tener un gran entusiasmo para desafiar la sabiduría convencional  que dan las nuevas tecnologías y las normas  del momento, esas que nos dan certidumbre y eficiencia. Pero esto no siempre ocurre, por eso introdujimos los cálculos matemáticos, no la estadística, en el urbanismo, para darle un barniz de certeza, sin darnos cuenta que el urbanismo, como la epidemiologia o la sociología son hijas de la incertidumbre, también la matemática moderna.   Desafiaron  las ideas de algunos doctos profesionales, sobre todo aquellos muy afectados de sí mismos,  que pregonaban que ellos eran personas que ayudaban a sus vecinos o a sus pacientes,  y nunca les habían dañado. Que trabajaban para su bien. ¿Cómo ellos, con su sabiduría convencional y sus nuevas tecnologías se iban a equivocar?. Pero hoy sabemos cuantos urbanistas y profesionales urbanos, han dañado a las ciudades y la vida de las personas.

Hay una historia que siempre cuenta Margaret Hefferman. Es el caso de la doctora Alice Srtewart, una mujer fantástica y poco corriente de los años 50 del siglo XX. Y era poco corriente porque estaba realmente interesada en una nueva ciencia,  el naciente campo de la epidemiología,  el estudio de los patrones de la enfermedad. El problema complejo que Alice tenía  era el aumento del fallecimiento de niños por la incidencia de cáncer en ellos. Se enfrentó a esta anomalía, desafiando la sabiduría convencional de su época. Su experiencia como doctora, su saber mirar, le decía que no era, en este caso, la pobreza la causante del problema. Sus conclusiones le dijeron que la causante era la maquina tecnológica más importante del momento, los rayos X. Las madres embarazadas expuestas a rayos X, tenían una relación de dos a uno, de que los hijos tratados con rayos X tuvieran cáncer. Y estas maquinas las usaban sobre todo los madres embarazadas de familias ricas.

Los datos estaban ahí, abiertos, libremente disponibles,  pero nadie quiso atenderlos.  Moría un niño a la semana,  pero nada cambió.  La información sola no lidera el cambio. Así que durante 25 años, Alice Stewart tuvo un problema muy grande entre manos:  ¿cómo sabía sí estaba en lo correcto?.  Ella tenía una forma estupenda de pensar, no tenia miedo a desafiar el conflicto.  Se puso a trabajar con un estadístico llamado George Kneale  que era todo lo que Alice no era. Alice era empática, le gustaba relacionarse con las personas, Kneale era lo contrario le gustaban más los números que las personas. Por raro que parezca  la relación de trabajo entre ambos fue fantástica. Convirtieron su trabajo de pensar y enfrentarse al conflicto en torno a las teorías convencionales, en una colaboración fructifica.  George le dio a Alice la confianza para saber que tenía razón, para demostrar que las teorías convencionales estaban equivocadas.

Que fantástico modelo de colaboración:  socios de pensamiento que no son eco uno del otro.  ¿Cuántos de nosotros  nos atreveríamos a tener esos colaboradores?.  Alice y George fueron muy buenos para el conflicto.  Fueron muy buenos para pensar de otra manera. No tuvieron miedo a crear equipo, colaborar, para enfrentarse al conflicto.

¿Qué se requiere para abordar conflictos de ese tipo de forma constructiva?.  Tenemos que resistir el impulso neurobiológico,  que nos lleva a preferir a personas como nosotros, significa que tenemos que buscar personas  con diferentes antecedentes, diferentes disciplinas,  diferentes formas de pensar y diferentes experiencias,  y encontrar formas de colaborar con ellos.  Se requiere mucha paciencia y mucha energía.

Margaret Hefferman decía : “Cuanto más pienso en esto,  más creo que, realmente, se trata de una especie de amor.  Porque uno simplemente no invierte tanta energía  y tiempo si realmente no le importa.  Y también significa que tenemos que estar dispuestos a cambiar nuestras mentes”.  

Los mayores problemas a los que nos hemos enfrentado en nuestras ciudades y territorios, los mayores desastres que hemos tenido, nunca han provenido por el hacer de las personas, sino de las organizaciones encargadas de planificar, alejadas de la realidad. Muchas de estas organizaciones o corporaciones profesionales han afectado a cientos, incluso a millones de vidas. Decían hacer buenas planificaciones y se equivocaron. ¿Es que estas organizaciones no piensan? Pues bien, la mayoría no lo hacen.  Y no es porque no quieran,  en realidad es porque no pueden.  Y no pueden porque la gente en ellas  teme mucho al conflicto que origina la complejidad del avance de las personas y de las comunidades. Tienen miedo a la realidad. Miedo del conflicto que se provocaría,  miedo a estar involucrados en  desafíos que no saben cómo manejar,  y  sienten que están condenados a perder. No sabemos pensar juntos y además fallamos en lograr que lo mejor que tenemos cada uno, florezca en la colaboración.

¿Que necesitamos?. Nos hace falta nuevas habilidades  y mucha practica, sin miedo al conflicto. Tenemos que verlo como maneras nuevas de pensar en complejidad, tenemos que ser realmente buenos en esto, en gestionar organismos complejos.  Es verdad que la complejidad es complicada y que genera márgenes de error, a veces muy amplios, porque la incertidumbre crece con la complejidad. Complejidad e incertidumbre van unidas. Gestionar bien la complejidad es aprender a gestionar la incertidumbre. Tenemos que aprender a abrazar la incertidumbre. No podemos eludir el conflicto, sino aprender a ordenar y planificar con incertidumbre nuestros territorios y nuestras actividades. No se trata de renunciar a las civilizaciones urbanas en sus múltiples dimensiones y posibilidades, porque nos traigan incertidumbres, sino a creer más en ella, en lo que ellas hacen. Tendremos que hacer estrategias de planificación capaces de moverse  con rapidez a los cambios, tendrán que ser solo normativas en lo esencial, pero más robustas. 

Hoy muchos tenemos estas inquietudes, muchos tenemos las mismas preguntas y dudas. Pero tenemos muchos aliados. Sí, habrá mucho debate, conflicto y dificultad, pero de aquí saldremos más creativos, con más soluciones y con mejores equipos y organizaciones. Sino tenemos miedo al conflicto, si no tenemos miedo a la realidad. Como he dicho en otro articulo el mayor riesgo que podemos tener es no hacer nada, no aprender nada, quedarnos en silencio.

Como he dicho la mayoría de las grandes catástrofes de las que hemos sido testigos,  rara vez vienen de las personas, ni siquiera de la información que está disponible gratuitamente. Lo que ocurre es que estamos intencionalmente ciegos,  porque no podemos o no queremos  enfrentarnos al conflicto que esto nos provoca.  Pero cuando nos atrevemos a romper ese silencio,  o cuando nos atrevemos a ver el conflicto,  nos habilitamos a nosotros y quienes nos rodean  a mejorar la forma de pensar. La información abierta es fantástica,  las redes abiertas son esenciales.  Pero la verdad no nos liberará,  hasta que desarrollemos las habilidades, el hábito, el talento  y el coraje moral para utilizarla. La única verdad es la realidad. La apertura del big data y las nuevas tecnologías no es el fin.  Es el comienzo. 

                                                                                VICENTE SEGUÍ PEREZ (Economista Urbanista)