viernes, 14 de diciembre de 2012

EL OLVIDO ES LO PEOR QUE NOS PUEDE OCURRIR

Es sabido que el tiempo nos permite mejorar, nos dota de oportunidades, el resto depende de nosotros, igualmente solo el tiempo y la memoria,  a capas, son  capaces  de diseñar las mejores ciudades, mejorarlas, hacerlas más cercanas a las necesidades de sus habitantes, que son en realidad quienes van decidiendo las actuaciones que las perfilan, los que saben descifrar sus oportunidades y convertirlas en utilidades.  Los arquitectos continúan soñando con la utopía de levantar una ciudad entera y eterna : del cero al cielo con una misma mirada, con unos pocos rasgos, con el giro de sus manos.

De esta manera el dolor persiste, y el duelo no se cierra. Esa es quizás la mayor tragedia de las ciudades. Una madre que cree que su hijo va a llegar a almorzar y no llega porque se pierde. Una madre que cree que llegará a cenar pero tampoco lo hace. Que aparecerá al día siguiente. Una semana, un mes, un año tras otro. La desaparición urbana y el exilio como existencia es una de las mayores torturas a las que podemos someter a los habitantes de la ciudades. Los tiempos actuales están borrando no solo formas sino también lenguajes, recuerdos, memorias y estructuras, como un gran manto gris esta apagando todos los colores y perfiles. El olvido es lo peor que nos puede ocurrir, la desaparición por el olvido.



Es necesario luchar encarnizadamente contra el olvido, a favor de la memoria. De ese deseo de volver siempre a la memoria nace el lenguaje urbano mas verdadero. Y siempre memoria que no nostalgia. No perdamos nunca la memoria de la luz en nuestras ciudades mediterráneas, la luz nos ha hecho,  la luz nos ha dado “ciudades paraíso” , la luz nos da pasión y color.

La memoria urbana es una adquisición del mundo moderno, igual que los derechos humanos, que hace 40 años no se conocían, los derechos de la mujer o la libertad sexual y los derechos de los gais. De la ecología tampoco se hablaba. La memoria es un concepto que irrumpe a raíz del nazismo. La memoria no es una moda y se quedará entre nosotros para siempre. Los pueblos y las ciudades sin memoria no tienen futuro, dar la espalda a la memoria es introducirse en el pozo del olvido, de la recesión y de la desaparición. ¿Cómo es posible que todavía  haya  mujeres y hombres que sigan reclamando una sepultura para sus seres queridos? ¿Cómo es posible que todavía haya ciudadanos reclamando la no destrucción de sus señas urbanas, la desaparición de sus modelos formales, de sus modos de vida y de bienestar?. No son pocas las preguntas que nos hacemos los habitantes de las ciudades respecto a la memoria urbana , respecto a la situación de exilio que muchos padecen. “Ya este bien que nos den “bola”.

Los ciudadanos nunca dejaran de amar esa época maravillosa de felicidad colectiva cuando todo un pueblo salió a la calle, cuando las gentes invadieron las ciudades y lo celebraron con música y reuniones, un éxito nunca soñado por nadie. Un estado de enamoramiento colectivo, un movimiento legal, sin armas, aplastado por un golpe de olvido, de negación,  absolutamente desproporcionado. Cayó sobre nosotros el poder de las clases dominantes económicas y acabó con la democracia urbana .

La ciudad real siempre está a la búsqueda de la memoria. “Es lo único que de verdad tiene sentido”. El acto de contar las ciudades es lo que da sentido a las mismas, las que las dota de realidad, no de contexto ni de tecnicismos. Contar historias urbanas es una cualidad de las ciudades y de sus gentes, no se puede usar el lenguaje sin contar historias, es imposible.  No sé qué pasará con las formas, ni el formato en el que se leerá la ciudad o el futuro del urbanismo, solo sé que la memoria urbana  es algo intrínseco a la naturaleza humana, sin la cual todo se olvida y desaparece, hasta las historias urbanas y realidades mas queridas.

Los medios de comunicación, las redes sociales y políticas  y su habilidad de arrullar en la llamada aldea global imprimen una celeridad que confronta con el sosiego demandado por las  ciudades. Lo que me gusta de los lenguajes urbanos, de cómo usamos estos lenguajes para contar las historias de las ciudades y de la memoria que construimos es que no produce unos efectos inmediatos sobre las personas como sí hace la política. No sé cómo reaccionará el mundo de la arquitectura y el urbanismo a todas estas nuevas circunstancias, la verdad, en poco tiempo espero que salga algo positivo. La desesperación de no tener nada que perder, devolverá la esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ESTE BLOG MEJORA CON TUS COMENTARIOS