domingo, 31 de mayo de 2020

INGRESO MINIMO VITAL. Escrito por Joaquín Seguí García


Este viernes 29 de Mayo de 2.0020 el Estado de bienestar da un paso adelante. El Gobierno ha aprobado en el Consejo de Ministros la ayuda de último recurso para quienes no lleguen a unos umbrales mínimos de renta. Es un hecho histórico que va a intentar ser una red que pare la caída de muchos ciudadanos. Veremos si consigue impedir la caída o se rompe la red y no consigue su objetivo.


Otro de los objetivos del plan, es la corresponsabilidad por parte de los beneficiarios de participar en Itinerarios Personalizados de Inserción realizado por orientadores laborales, con incentivos a la contratación, cuando el titular de la prestación no tenga empleo y lo encuentre, parte de su salario estará exento transitoriamente en el cálculo de la prestación. En el caso de que esté ocupado, cuando su salario se incremente, la cuantía de la prestación se reducirá en una cantidad inferior. En el caso de que el titular no esté ocupado, se exigirá la inscripción como demandante de empleo para el acceso a la prestación  y también se creará un “Sello Social” para las empresas que les ofrezcan formación y empleo.

Servei de Dinamització Laboral als Municips del Camp de Tarragona ...

Aquí esta el éxito del programa, en función de lo que tarda una persona beneficiaria en tener un contrato de trabajo de una duración igual o mayor de 6 meses, con un salario mayor que lo que cobrará en el Ingreso Mínimo Vital.

Para que esto ocurriera se debe engrasar muchísimo la función de intermediación del SAE. Hay que poner muchísimo mas peso a la intermediación como único y principal fin del SAE. Ademas de agentes de empresa (figura que se dedica a buscar ofertas de empleo de las empresas) en las oficinas SAE, se debería poner por cada 3 orientadores laborales 1 agente de empresa en cada Andalucía Orienta. 

La Orientación Laboral sin Intermediación, es como la fuerza sin control, no sirve para nada. 


¿QUIÉN PUEDE PEDIRLO?

El ingreso mínimo vital lo podrán solicitar todos los españoles entre los 23 y los 65 años e incluso los mayores de 18 años si hay menores a cargo y si cuentan con al menos un año de residencia en España. En principio, esta prestación no alcanza a los inmigrantes ilegales aunque si baraja ciertas excepciones de colectivos muy vulnerables (mujeres víctimas de maltrato, prostitutas en situación de pobreza…) Otro de los requisitos es haber cotizado al menos un año.

Ingreso mínimo vital: qué es y quién lo puede recibir





¿Cuándo podrá solicitarse?

La ventanilla se abrirá el próximo 15 de junio. Durante los primeros tres meses, y para evitar aglomeraciones, las ayudas se reconocerán con carácter retroactivo desde el 1 de junio. La Seguridad Social calcula que podrá reconocer de oficio unas 100.000 ayudas de hogares vulnerables que ya tienen detectados previamente a través de otras prestaciones que se pagan, como la de hijo a cargo.

La exclusión social 

Vuelve a emerger en nuestro país con toda su crudeza y lo hace castigando sobre todo a los segmentos de menores rentas y menor capacidad defensiva: la tasa de pobreza severa asciende al 12,4% de la población (el doble que la media europea); un 26,1% de la población total está en riesgo de pobreza y en 120.000 de los hogares sin ningún ingreso viven niños, lo que da idea de la extensión de la pobreza infantil. 





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MAS ALLÁ DE LA INCERTIDUMBRE HAY MODELO URBANO. Escrito pot Vicente Seguí Pérez (Economista Urbanista)




Vengan lo problemas de donde vengan. Vengan las crisis por donde aparezcan, hay métodos contra su locura. Hace mucho tiempo que vengo hablando contra la necesidad de prevenir lo imprevisible. Lo imprevisible no es una maldición, sino nuevas formas de enfrentarnos a pautas distintas derivadas de complejidades distintas. La complejidad significa un salto cualitativo en nuestra civilización, necesario y buscado a veces, pero esa complejidad trae aparejada nuevos sistemas de incertidumbre. Y muchas veces estas no aparecen de repente.  En algunos casos hace siglos que las venimos viendo venir. Pero nos empeñamos en seguir pensando y trabajando con métodos del siglo XIX, con los que hemos recorrido el siglo XX y en muchos casos no hemos optado por innovar y aportar nuevo talento, para mejorar los modelos. Lo cierto, es que más allá de la incertidumbre existe el modelo urbano.

Muchos recordareis  a Lord Kelvin, el de los grados Kelvin, esa unidad de temperatura de la escala creada en 1848 por William Thomson, primer barón de Kelvin. A finales del siglo XIX, pensaba, que todo lo esencial ya había sido descubierto, y que solo quedaba pulir algunos detalles. No pudo equivocarse más. Entre 1900 y 1905, Max Planck y Albert Einstein descubrieron la mecánica cuántica y la relatividad, los dos pilares de la física actual, y los cimientos del mundo tecnológico en que estamos inmersos. Ni siquiera Planck y Einstein pudieron predecir las consecuencias enormes de sus ideas rompedoras, no hablemos ya del resto de los científicos de la época ni menos aún de la ciudadanía culta en general. El patinazo de Lord Kelvin revela una cualidad fundamental del mundo y de nuestra concepción de él: que lo imprevisible, la incertidumbre que abre la complejidad y la innovación, no se puede prevenir, porque de eso se trata de abrir nuevas puertas a un infinito continuo de posibilidades. Como dijo el matemático John Allen Paulos, con gran ironía, “ningún periódico publicó en 1900, que ya solo faltan cinco años para que se descubra la relatividad”. Podía ser una cita de economista de bolsa, pero no lo era, siempre hemos navegado sobre la incertidumbre y es ella la que nos provoca la innovación, el talento y el salto a nuevas etapas.

La crisis del covid 19 actual, sin embargo, la estamos traduciendo con un mensaje contrario: nos hemos hecho tan reglados y seguros que no somos capaces de prevenir lo imprevisible. No puede ser, si ya lo teníamos todo planificado, si solo nos quedaba administrar la certidumbre. Pensábamos que lo imprevisible, la incertidumbre no podía existir y si existiese era culpa de alguien, un error de la naturaleza. Parece una contradicción, un laberinto semántico. La idea de que siempre hay una forma de escapar del laberinto, la hemos colapsado.

Otra cosa que hemos olvidado es que en nuestro mundo, lo imprevisible sigue pautas, posibilidades de pautas, no son modelos arbitrarios. Los economistas no vaticinaron la crisis financiera de 2008, algunos vieron burbujas especulativas de créditos, pero estoy seguro que si ahora detectáramos burbujas de crédito de alto riesgo de morosidad, se nos erizarían los cabellos. Aprendemos de la experiencia, al menos algunos, y también podemos extrapolarla, de modo que no solo abarque a la travesura crediticia sino también a cualquier otra burbuja. Eso sería una forma de prevenir lo imprevisible, de movernos en la incertidumbre de la complejidad ¿no?. Aunque no lo creamos, los modelos complejos también siguen pautas, y descubrirlas es en el fondo el objetivo del talento.

Es verdad, muchos somos escépticos, incluso cenizos, no vemos como aparecen esas pautas  que pueden abrir nuevas posibilidades en épocas de crisis y cambiar nuestra psicología, y nuestra forma de actuar. Pero a pesar de todo, debemos crear dosis de confianza en abundancia, porque nos guste o no, arrastramos lastres de desigualdad de todo tipo que nos obligan a gobernanzas urbanas mas racionales.  El urbanismo no es el seguimiento de la norma , sino el proyecto que acierta a dar respuesta a esa incertidumbre que nos abre nuevas posibilidades y resuelve acertadamente la complejidad.
Prevenir lo imprevisible es difícil, sí, pero no por razones científicas ni filosóficas, sino por los lastres de pensamiento y socioeconómicos que sufren nuestro modelo urbano actual. Hay quien piensa que eso cambiará gracias a la pandemia, porque sí, o mejor que volveremos a la antigua normalidad, como si nada hubiera pasado. Pero os aviso con cariño,  los cenizos somos escépticos, porque vemos cómo un  puñado de nuevas pautas a las que llamamos “incertidumbres derivadas de las crisis” pueden cambiar la psicología humana, los modelos urbanos y los mercados locales. Ojalá demos con la inmunidad adecuada para que todo sea más lento, porque el susto nos puede bloquear y el miedo hacerlo todo más largo.

miércoles, 27 de mayo de 2020

REFORCEMOS LA CIUDAD, EL BIEN COMÚN. Escrito por Vicente Seguí Perez (Economista Urbanista)

      


Ahora, más que nunca, el bien común, la ciudad, es la base de un futuro mejor.  La ciudades que mejor funcionan son aquellas que han creado, asumido, y ahora refuerzan, unos códigos propios de conducta urbana saludables. El “bien común”, la ciudad, “el espacio colectivo”, que enarbola nuestros códigos propios como comunidad es la base de la construcción de la ciudad.
Puede parecer simple, pero lo contrario, atizar el desastre de la desunión, para impulsar los instrumentos de la codicia y el abrazo al negocio sin más, nos lleva a un pandemia mayor, no solo sanitaria, sino también económica, social, y como no urbana .En este momento, este es el reto mundial y local, en nuestras comunidades,  que afecta el principio a la salud de las personas y que está llevándose consigo una gran cantidad de vidas y de recursos de bienestar.
Cómo no recordar en estos días a Max von Sydow, el actor sueco recientemente fallecido, que representó en El séptimo sello, la figura del caballero que juega al ajedrez con la muerte una partida, perdida de antemano, en ese tétrico marco medieval de procesiones de flagelantes aterrados ante la peste. O la magistral descripción de la peste de 1630 en Milán que ofrece Manzoni en Los novios. O el brillante relato de García Márquez en El amor en los tiempos del cólera.
A diferencia de otras ocasiones, la actual crisis sanitaria, cuenta con más y mejores recursos para responder a ella, en unos sectores mas que en otros, no nos engañemos, igual que unas ciudades más que en otras. Como urbanistas, hoy, tenemos un personal bien formado y entregado a su profesión. Merecen todos, nuestro más profundo agradecimiento. Han abierto el debate con rapidez y sin miedos, y aunque han surgido oportunistas sin escrúpulos, que siguen anclados en modelos urbanos antiguos como si nada hubiera pasado, ni en esta crisis, ni en la de 2.008, manipulando y frivolizando las ideas, hay que reconocer que han sido una minoría.
Es cierto, que pululan conductas insolidarias, de esas que dicen: “ aquí lo que hace falta es flexibilizar y aumentar el cemento, seguir el juego a costa de lo que sea”. No les preocupan los déficits de salud, ni lo que ocurre en la dependencia y en la residencia de los ancianos, ni en el cuidado y la educación de los niños, ni como crear empleo estable, remodelar la logística del trasporte, la falta de vivienda digna, los déficits a raudales de naturaleza que tenemos y de biodiversidad, de organización de servicios sociales, o que modelos urbanos ofrecer, para superar estos nuevos retos. Los problemas urbanos de déficits de bienestar y empleo que han surgido se les ha olvidado enseguida. Pero hoy sabemos que nuestro mundo es más que nunca interdependiente y la solidaridad universal es indispensable.
El miedo se nos va entre la manos y la ciencia se nos quedó en mercancía: “Haber si pronto tenemos vacuna, claman, y nos dejan seguir con nuestra normalidad antigua”. Siempre el miedo guardó de algún modo la viña para que tuviéramos interés en sobrevivir, los que pueden.
Por eso estos días se repite el eslogan: “Navegamos todos en el mismo barco, debemos estar unidos”. Y ciertamente, es así. El fugaz vínculo del interés común, la ciudad, es demasiado débil para hacer frente con altura humana al desafío social y económico, que ya se está incubando, y exigirán para enfrentarse a él mucho más capital ético que la simple convicción de que no nos conviene egoístamente que se hunda el barco: perdemos todos. La agregación de individuos no basta para resolver nuestras comunidades urbanas, hace falta un “nosotros y nosotras”, reforzado como ciudad.
No nos olvidemos, siempre habrá un antes y un después de esta crisis, por muchas medidas paliativas que tomemos. Necesitamos mucho más que una ciudad temerosa, de esas que dicen: “aquí no pasa nada, sigamos adelante como íbamos” . Hace falta hacer frente al reto social y económico, no solo de lo tangible en las ciudades que se nos esta quedando obsoleto, sino  acrecentar el peso de lo intangible en la vida social, en la reconstrucción del “bien común”, la ciudad.
Resulta indispensable la mano intangible de los valores, las normas y las virtudes cívicas, que son valiosas por sí mismas y para lograr que la ciudad funcione. Es el aceite que engrasa las ruedas de las maquinarias visible e invisible, el peso de lo intangible. Lo que la tradición clásica urbanística ha llamado el urban, el carácter de una sociedad, desde el que hacer frente a las situaciones cambiantes y de incertidumbre que las sociedades complejas nos traen. Philip Petitt en sus textos nos lo recuerda, una y otra vez.
Nuestras ciudades y territorios sufren hoy profundas obsolescencias y agotamientos. Hay trozos de ciudades que mueren y otros que tienen éxito. Necesitamos nuevos conceptos para entender mejor lo que sucede, sus causas, sus erosiones, los nuevos códigos  de conducta de la comunidad urbana.
Igual que el agua revela su importancia en cuanto falta. Igualmente, renunciar a diseñar, y planificar nuestras ciudades, enseña el error enseguida. Necesitamos nuevas practicas urbanas compartidas, que nos ayuden a hacer que las ciudades que se erosionan vuelvan a encontrar la dirección idónea para funcionar.

¿De verdad, que sabemos de esto? ¿estamos aprendiendo estas lecciones para el futuro, que ya es presente?. Estoy seguro que igual que salimos en otras crisis, saldremos de esta, mal que bien la superaremos, aunque sea con tristes resultados. Pero lo que sucederá en el futuro dependerá en buena medida de cómo ejerzamos nuestras actitudes y reconstruyamos nuestros códigos urbanos. ¿Será desde ese “nosotros y nosotras”, desde de ese bien común incluyente?, o ¿será desde la negación de los modelos urbanos?, idolatrando los fragmentos  que ofertan lúgubres soluciones, en los que unos ignorantes gurús del urbanismo juegan a hacerse con el poder. Es en este punto donde demostraremos que hemos aprendido algo.
Por eso es importante enfrentase al conflicto, obtener conocimiento y acercarse a la realidad sin miedo. Siempre es buen momento, pero este si cabe es más, apostar por la verdad de la realidad urbana, libres de ideas preconcebidas, sin la visión deformante de la realidad con la que juegan los poderosos.
A pesar de las declaraciones de algunos gurús, de que es el fin de los modelos en comunidad, el fin del “bien común”, de la ciudad, tendremos que seguir eligiendo. Somos conscientes una vez más de nuestra fragilidad e incertidumbre, y de nuestra gran complejidad. Vendrán nuevas crisis para las que no tendremos tampoco una respuesta inmediata. Pero lo que sí podemos anticipar es que estaremos mucho mejor preparados para enfrentarlas si lo hacemos desde la amistad cívica urbana, que es preciso cultivar día a día. Desde la convicción de que estamos unidos por un vínculo que nos convierte en un “nosotros y nosotras” incluyente, ciudades del bien común, no en unos excluyentes fragmentos de políticas de ofertas. Como dice Adela Cortina, es desde la indispensable solidaridad urbana, que no se improvisa, desde donde hay que enfrentarse a estos nuevos retos sanitarios y no, desde la que algunos están dando tan buenas muestras en esta dolorosa situación.







PANDEMIA-PROCESO DE CAMBIO. Escrito por Joaquín Seguí García



En esta pandemia, hemos pasado por una distopía que nos ha generado un proceso de cambio. Las etapas clave de un proceso de cambio, son 3.


Estamos realmente abiertos al cambio? - OCC-Internacional


El psicólogo Edgar Shein destaca tres fases esenciales en nuestro proceso de cambio:

1. Descongelar: Se trata de que hemos pasado o estamos todavía en un proceso de ruptura de lo establecido, hasta hace unos meses. Significa que debemos desaprender lo aprendido, de la forma de hacer las cosas hasta este momento. Fundamentalmente, va a afectar a las normas, valores, procesos y experiencia de lo que hemos hecho hasta ahora. Esta primera etapa será más difícil cuanto más rígida sea nuestra visión de lo ocurrido, o rechazar lo que ha pasado como una mera pesadilla.


2. Reconstruir: En esta segunda etapa se trata de estudiar la situación, analizarla y reaccionar de una manera diferente a como hemos venido haciendo, desde un nuevo punto de vista. Desde el punto de vista sanitario, educación, empleo etc.....Sin esta fase estamos perdidos y en crisis. 






3. Congelar: Por último, se trata de fijar y consolidar el cambio, con lo aprendido de la reconstrucción, dejando atrás las viejas costumbres y procesos que después de una evaluación de lo que ha funcionado en otros países o personas podemos copiarlo (copiar, e imitar las buenas conductas es totalmente bueno, y evolutivamente adaptativo) en el empleo, educación, en sanidad y también a nosotros mismos.


La planificación es el aspecto fundamental para cualquier proceso, más incluso para este proceso de cambio, venido de una pandemia. Así, comprender la perspectiva de cada involucrado en el cambio también es importante para la misma y para conseguir un resultado satisfactorio.
Quisiera terminar hablando del Síndrome de la Cabaña, viene remitido a la situación que experimenta una persona en los estados de EEUU o CANADA donde deben invernar en su casa durante periodos de 50 días debido al invierno. Luego experimenta miedo por salir a la calle, miedo a contactar con otras personas fuera de las paredes de nuestra casa, temor a realizar actividades que antes eran cotidianas como trabajar fuera de casa, coger medios de transporte público, relacionarnos con otras personas conocidas, etc.

Vivir en una cabaña


Este Síndrome junto con el de Claustrofobia, la necesidad de estar en espacios abiertos. Hoy en día, nos está ocurriendo a muchos.


ESTAMOS EN MEDIO DE UN PROCESO DE CAMBIO.


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jueves, 21 de mayo de 2020

LAS COSAS COMO SON. Escrito por Joaquín Seguí García


Llega un momento en la vida en el intervalo alrededor de los 40 años donde nos replanteamos la vida que llevamos.


Consciente o inconscientemente el cuerpo nos somatiza con sensaciones, emociones y pensamientos que ponen en cuestión, el donde estamos y como hemos llegado. 

Jardín japonés: conoce las claves para diseñar uno en tu casa


Puedo morir feliz. No conservo ninguna enseñanza que poder dar a los demás. Todo lo que he aprendido lo he entregado ya.


Este revisionismo nos produce una crisis que nos hace tambalearnos:


Puedo morir feliz -->> La muerte es enfrentarse al final de un libro de 1.000 hojas. Hay cierta tristeza por dejar a los personajes con los que hemos pasado tantas hazañas pero también la alegría de haber llegado al final de la gran aventura.


No conservo ninguna enseñanza que poder dar a los demás -->> Todo lo que he aprendido a lo largo de estos años, lo he podido desarrollar para mejorar mi entorno y a mi mismo. Me siento lleno de enseñanzas vitales, experienciales para poder seguir dando luz al aquí y ahora, o por el contrario me siento vacío por dentro, sin luz o con una luz parpadeando casi sin fuerza.

El hermoso Jardín Kenrokuen, en Kanazawa


Todo lo que he aprendido lo he entregado ya -->> Siento que no hay mas experiencias vitales que aprender. Ya solo hablo del agua pero no la siento correr por mi  cara. Siento que ha terminado mi aprendizaje experiencial de la vida.


Esta pandemia ha sido un sunami para todos.

Si el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo, imaginaos una pandemia mundial.


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lunes, 18 de mayo de 2020

LA ÚNICA VERDAD ES LA REALIDAD




La epidemiología y el urbanismo han estado históricamente relacionadas. Así ocurrió en el caso de las teorías higienistas, en las políticas de viviendas o con la necesidad de espacios verdes. Ambas disciplinas conjuntamente han desarrollado patrones y estándares urbanos que aplicamos sin pensar porqué lo hacemos. han sabido comprender y seguir las huellas que dejaba en las ciudades la complejidad de la vida urbana, encontrar el problema y resolverlo. Han sabido descubrir anomalías, cuales eran y de donde venían, y como podían curarlas. Las dos han admitido siempre la realidad con la que se encontraban, sin negarla, y a partir de esa realidad “curar la enfermedad”. Ninguna de las dos negó la realidad,  a partir de sus análisis, quisieron mejorarla. Nunca negaron la realidad existente, ni se plantearon transformarla con modelos teóricos que no existían en la realidad de la vida de las personas. Ninguna de las dos se han sentido exclusivamente disciplinas normativas, el fruto de la norma llegaba de forma indirecta pero no era el fin. El fin, el objetivo de ambas es curar conflictos o anomalías, a partir de ahí beneficios indirectos surgen muchos.

Una de las mas clásicas correlaciones de variables que las anomalías urbanas han tenido históricamente entre ambas ciencias, han sido las que tenían que ver con la pobreza, la desigualdad, o los déficits de bienestar y salud, estas variables estaban detrás de muchos procesos anómalos en las ciudades. Lo que implicaba que ambas tenían la oportunidad única  de recolectar datos y conocer a fondo las complejidades de la convivencia humana.  A veces, no sabían dónde buscar.  Era como buscar una aguja en un pajar,  así que requerían de todo y de todos, para enfrentarse a los problemas de las nuevas complejidades urbanas.  ¿Tenía que ver la comida con la educación?, ¿por qué había mas epidemias en unos barrios que en otros?, ¿Como debían ser las calles, los colegios, las asistencias sanitarias…? ¿Cómo debía ser la vivienda?, ¿Los baños debían estar dentro o fuera de la casa?, ¿debían ser aireadas, soleadas…?,  ¿A qué distancia deben estar los colegios?, ¿El empleo y la residencia deben estar juntos o separados? …¿Qué densidades deben tener los barrios para que fueran saludables?...

Supieron desafiar abiertamente la sabiduría convencional, la “sabiduría de la convicción social”.  La sabiduría convencional de cada momento sostenía  que todo era seguro y cierto. Pero esto ocurría hasta un cierto punto, pensaron, hay umbrales que no.  Hay que tener un gran entusiasmo para desafiar la sabiduría convencional  que dan las nuevas tecnologías y las normas  del momento, esas que nos dan certidumbre y eficiencia. Pero esto no siempre ocurre, por eso introdujimos los cálculos matemáticos, no la estadística, en el urbanismo, para darle un barniz de certeza, sin darnos cuenta que el urbanismo, como la epidemiologia o la sociología son hijas de la incertidumbre, también la matemática moderna.   Desafiaron  las ideas de algunos doctos profesionales, sobre todo aquellos muy afectados de sí mismos,  que pregonaban que ellos eran personas que ayudaban a sus vecinos o a sus pacientes,  y nunca les habían dañado. Que trabajaban para su bien. ¿Cómo ellos, con su sabiduría convencional y sus nuevas tecnologías se iban a equivocar?. Pero hoy sabemos cuantos urbanistas y profesionales urbanos, han dañado a las ciudades y la vida de las personas.

Hay una historia que siempre cuenta Margaret Hefferman. Es el caso de la doctora Alice Srtewart, una mujer fantástica y poco corriente de los años 50 del siglo XX. Y era poco corriente porque estaba realmente interesada en una nueva ciencia,  el naciente campo de la epidemiología,  el estudio de los patrones de la enfermedad. El problema complejo que Alice tenía  era el aumento del fallecimiento de niños por la incidencia de cáncer en ellos. Se enfrentó a esta anomalía, desafiando la sabiduría convencional de su época. Su experiencia como doctora, su saber mirar, le decía que no era, en este caso, la pobreza la causante del problema. Sus conclusiones le dijeron que la causante era la maquina tecnológica más importante del momento, los rayos X. Las madres embarazadas expuestas a rayos X, tenían una relación de dos a uno, de que los hijos tratados con rayos X tuvieran cáncer. Y estas maquinas las usaban sobre todo los madres embarazadas de familias ricas.

Los datos estaban ahí, abiertos, libremente disponibles,  pero nadie quiso atenderlos.  Moría un niño a la semana,  pero nada cambió.  La información sola no lidera el cambio. Así que durante 25 años, Alice Stewart tuvo un problema muy grande entre manos:  ¿cómo sabía sí estaba en lo correcto?.  Ella tenía una forma estupenda de pensar, no tenia miedo a desafiar el conflicto.  Se puso a trabajar con un estadístico llamado George Kneale  que era todo lo que Alice no era. Alice era empática, le gustaba relacionarse con las personas, Kneale era lo contrario le gustaban más los números que las personas. Por raro que parezca  la relación de trabajo entre ambos fue fantástica. Convirtieron su trabajo de pensar y enfrentarse al conflicto en torno a las teorías convencionales, en una colaboración fructifica.  George le dio a Alice la confianza para saber que tenía razón, para demostrar que las teorías convencionales estaban equivocadas.

Que fantástico modelo de colaboración:  socios de pensamiento que no son eco uno del otro.  ¿Cuántos de nosotros  nos atreveríamos a tener esos colaboradores?.  Alice y George fueron muy buenos para el conflicto.  Fueron muy buenos para pensar de otra manera. No tuvieron miedo a crear equipo, colaborar, para enfrentarse al conflicto.

¿Qué se requiere para abordar conflictos de ese tipo de forma constructiva?.  Tenemos que resistir el impulso neurobiológico,  que nos lleva a preferir a personas como nosotros, significa que tenemos que buscar personas  con diferentes antecedentes, diferentes disciplinas,  diferentes formas de pensar y diferentes experiencias,  y encontrar formas de colaborar con ellos.  Se requiere mucha paciencia y mucha energía.

Margaret Hefferman decía : “Cuanto más pienso en esto,  más creo que, realmente, se trata de una especie de amor.  Porque uno simplemente no invierte tanta energía  y tiempo si realmente no le importa.  Y también significa que tenemos que estar dispuestos a cambiar nuestras mentes”.  

Los mayores problemas a los que nos hemos enfrentado en nuestras ciudades y territorios, los mayores desastres que hemos tenido, nunca han provenido por el hacer de las personas, sino de las organizaciones encargadas de planificar, alejadas de la realidad. Muchas de estas organizaciones o corporaciones profesionales han afectado a cientos, incluso a millones de vidas. Decían hacer buenas planificaciones y se equivocaron. ¿Es que estas organizaciones no piensan? Pues bien, la mayoría no lo hacen.  Y no es porque no quieran,  en realidad es porque no pueden.  Y no pueden porque la gente en ellas  teme mucho al conflicto que origina la complejidad del avance de las personas y de las comunidades. Tienen miedo a la realidad. Miedo del conflicto que se provocaría,  miedo a estar involucrados en  desafíos que no saben cómo manejar,  y  sienten que están condenados a perder. No sabemos pensar juntos y además fallamos en lograr que lo mejor que tenemos cada uno, florezca en la colaboración.

¿Que necesitamos?. Nos hace falta nuevas habilidades  y mucha practica, sin miedo al conflicto. Tenemos que verlo como maneras nuevas de pensar en complejidad, tenemos que ser realmente buenos en esto, en gestionar organismos complejos.  Es verdad que la complejidad es complicada y que genera márgenes de error, a veces muy amplios, porque la incertidumbre crece con la complejidad. Complejidad e incertidumbre van unidas. Gestionar bien la complejidad es aprender a gestionar la incertidumbre. Tenemos que aprender a abrazar la incertidumbre. No podemos eludir el conflicto, sino aprender a ordenar y planificar con incertidumbre nuestros territorios y nuestras actividades. No se trata de renunciar a las civilizaciones urbanas en sus múltiples dimensiones y posibilidades, porque nos traigan incertidumbres, sino a creer más en ella, en lo que ellas hacen. Tendremos que hacer estrategias de planificación capaces de moverse  con rapidez a los cambios, tendrán que ser solo normativas en lo esencial, pero más robustas. 

Hoy muchos tenemos estas inquietudes, muchos tenemos las mismas preguntas y dudas. Pero tenemos muchos aliados. Sí, habrá mucho debate, conflicto y dificultad, pero de aquí saldremos más creativos, con más soluciones y con mejores equipos y organizaciones. Sino tenemos miedo al conflicto, si no tenemos miedo a la realidad. Como he dicho en otro articulo el mayor riesgo que podemos tener es no hacer nada, no aprender nada, quedarnos en silencio.

Como he dicho la mayoría de las grandes catástrofes de las que hemos sido testigos,  rara vez vienen de las personas, ni siquiera de la información que está disponible gratuitamente. Lo que ocurre es que estamos intencionalmente ciegos,  porque no podemos o no queremos  enfrentarnos al conflicto que esto nos provoca.  Pero cuando nos atrevemos a romper ese silencio,  o cuando nos atrevemos a ver el conflicto,  nos habilitamos a nosotros y quienes nos rodean  a mejorar la forma de pensar. La información abierta es fantástica,  las redes abiertas son esenciales.  Pero la verdad no nos liberará,  hasta que desarrollemos las habilidades, el hábito, el talento  y el coraje moral para utilizarla. La única verdad es la realidad. La apertura del big data y las nuevas tecnologías no es el fin.  Es el comienzo. 

                                                                                VICENTE SEGUÍ PEREZ (Economista Urbanista)