Las Tepas eran mujeres indígenas de la huasteca que se negaron a
participar en la construcción de ciudades e imperios pues ellas sabían por la
propia voz de la madrecita tierra que cuando las piedras de los palacios y
templos comenzaran a levantarse los árboles comenzarían a caer. Las Tepas
decidieron por unanimidad quedarse entre los bosques y cuidar su entorno lo más
que pudieran; la madrecita complacida por el amor de Las Tepas les quitó la
mortalidad y las dotó de varios poderes para que pudieran cumplir la misión que
ellas mismas se habían asignado: les enseñó el lenguaje del agua y les dio una
voz dulce y melodiosa para que pudieran comunicarse; les dio poder sobre los
ríos, riachuelos, lagunas y lagos, también sobre los árboles y las piedras. Les
enseñó como cambiar su rostro y evaporarse entre la espuma y el rocío.
Con el tiempo, cada vez que un hombre entraba al bosque para cortar los árboles sin razón Las Tepas lo encantaban con su voz, le llevaban a las cuevas más profundas y le engañaban mostrándose con rostros deformes y monstruosos para espantarle y lograr que no regresara. La táctica funcionó algunos años pero después fue cada vez mas difícil mantener a los hombres, niños y mujeres mortales alejados del bosque y de los daños que le provocaban. Algunas veces los perdían en la espesura de los árboles, en otras los dejaban encerrados entre las cuevas hasta que morían o se los llevaban río abajo hasta que se ahogaban.
Tajsén es una de las Tepas
más conocidas y temidas. Cuenta la leyenda que en cierta ocasión, los ancianos
cansados de no poder pelear contra ella usaron a Ichámal ;uno de sus
mejores guerreros para seducir a la tepa de cabellos oscuros y trenzados. Ellos
necesitaban cortar jonotes para fabricar el amate, y estos árboles se
encontraban en el área del bosque que Tajsén protegía.
Ichámal llegó al río en
donde Tajsén se bañaba, cuando ella sintió su presencia convirtió su
hermosa cara en una masa deforme y miró con ojos de tecolote al joven guerrero,
quién ya estaba preparado para cualquier impresión y no desistió; la tepa
sorprendida lo encantó con su voz con la esperanza de alejarlo,
pero Ichámal tenía escondido un talismán hecho de obsidiana
con el que repelía los hechizos de la tepa. Tajsén llamó a la tormenta
para alejar a aquel hombre pero no tuvo éxito, a pesar de la
tempestad Ichámal se quedó inmóvil mirándola sin parpadear.
Una vez probado su
valor Tajsén accedió a entregarse al guerrero y le invitó a entrar al río
en donde ella lo esperaba ya desnuda; mientras Ichámal caminaba
entre las aguas tibias para encontrarse con la Tepa, un grupo de hombres corrió
hasta los jonotes y comenzaron a cortarlos violentamente; el agua le contó lo
sucedido a Tajsén quién ya se encontraba en los brazos
de Ichámal y ella estalló en ira.
Ordenó a la corriente
del río crecer y arrancar el espejo de obsidiana del cuerpo del guerrero,
llamó al ocelote para que devorara junto a sus cachorros a los intrusos y
se hundió en la profundidad del río amarrando con sus largas trenzas a
Ichámal. Estando en el fondo, entre las algas y las piedras dio muerte
a Ichámal con un beso de agua dulce y le dejó allí, en su tumba
acuática. La muerte era el castigo por burlar a una Tepa, nunca más confió
en el valor de un guerrero -pues no había honor en el engaño-
Después de que llegaron
los blancos las tepas fueron llamadas ninfas, duendes, brujas o sirenas de
ríos. Siguieron protegiendo los bosques pero con el tiempo fueron cercadas por
el hombre y sus ciudades casi al borde de la extinción. Aun en la
actualidad, en aquellos lugares donde los hombres no pueden acceder y
contaminar las aguas o deforestar los bosques se escucha la canción de Las
Tepas, aunque Tajsén es la única que le canta al amor perdido en la
profundidad del río.
Fotografía: La Tehuana y el río / Diego Huerta