En general, todos tenemos un poco de cada estilo, sin embargo nos sentimos normalmente más cómodos en uno de ellos que en los demás.
Cada estilo
educativo se diferencia por las metas que considera prioritarias y que
determinan aspectos concretos de la relación con nuestros hijos, como la
intensidad y la frecuencia con que demostramos nuestro afecto, la calidad y
cantidad de la comunicación y la forma de establecer los límites y las normas,
entre otros.
Autoritario:
El nivel
de exigencia es alto.
El nivel
de control igualmente es alto.
Las normas
más comunes se imponen mediante la aplicación de pautas restrictivas y mayor
empleo del castigo que del refuerzo positivo.
Las Metas
Educativas son fomentar la obediencia a las normas y la sociabilidad.
Democrático:
El nivel
de exigencia y de control es medio.
Lo
fundamental es ayudar a los hijos a desear hacer las cosas bien. A estar
motivados de manera adecuada.
La aceptación de las normas se desarrolla mediante pautas de
convencimiento y razonamiento. Es decir, cuando los niños aprenden a
aceptar las normas por miedo a una sanción o en espera de un premio, en este
estilo, se le acompaña con un aprendizaje por razonamiento.
Fomenta
la responsabilidad y autoconfianza.
Permisivo:
El nivel
de control y exigencias es bajo.
Se
desarrolla a través de pautas mínimas e imprecisas, y sobre todo utilizando siempre
el refuerzo positivo antes que el castigo.
La meta
educativa es fomentar la autodirección, autonomía e iniciativa.
Además es interesante destacar los estilos Sobreprotector y el Negligente.
Cada estilo educativo tiene aspectos positivos y negativos. Hay que conocer que estilo es el que nuestro hijo necesita en cada momento de su desarrollo e ir modulándolo en función de los resultados que vamos consiguiendo y de las necesidades de nuestros hijos.
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