lunes, 7 de septiembre de 2015

EL COMPROMISO COMÚN ES SOMOS TODO UNO (reflexionando con Marina Garcés) escrito por Vicente Seguí Perez


El advaíta es un compromiso del Todo Uno con nosotros y de nosotros con el Todo Uno. El compromiso común es Somos Todo Uno. Desde este compromiso de Somos Todo Uno encontraremos respuestas e incluso soluciones comprensivas, a nuestro yo individual creado por nuestra mente parlante. Pobre mente parlante, tan vilipendiada, azotada, manipulada, contaminada, dualizada, neurotizada, asediada...¿que yo individual puede surgir de ahí?.

El Todo Uno no es un mercado, ni un pensamiento, ni un relato, ni una ideología, ni un espectáculo, ni un éxito, ni una iluminación....y menos única e individual. Aunque si lo entendemos como aquello que Acoge toda la diversidad sin juzgar, lo que simplemente Es, igual nos acercamos.

Desde esa Consciencia Comprensiva Una, que no única, podemos interpelarnos y encontrarnos, inventar realidades que nos hablan y con las que hablamos. Por eso, el Todo Uno es igualitario y disfuncional. No es elitista, ni extraño, puede incluso ser extravagante pero no normal, ni normativo. En el Todo Uno nos dejamos tocar por lo que otros piensan. Nos sentimos formas enamoradas, cuerpos enamorados sustentados en esa profundidad que todo lo Acoge, en la Consciencia Hogar. No somos torres de marfil, ni vasos de lujo bien horneados, somos encuentro, deseo, relaciones, impulsos, Hogar.

En el Todo Uno no hay normalidad, ni perfección, ni mecanicidad, ni protocolos normalizados, ni sentido común, porque todo es disfuncional, millones de formas con funciones distintas, que no saben para que son.

El advaita es un arte callejero, de calle, no es un abrigo, es una piel, no es un vestido, es la carne, no es una postura intelectual, es una forma de vida para Vivir. No se deja en el ropero, ni en el puesto de trabajo, ni en los bares, ni en las universidades, ni en los Centros de Yoga y Meditación...la llevamos con nosotros, la respiramos, ponemos  atención en nuestra vida. En el advaita no separamos entre el ágora, el espacio público de la vida social y política, del oikos, la casa, donde tiene lugar la reproducción de la vida. Entre el pensar y el no pensar, esta separación no existe. Siempre se piensa y se transforma el mundo, trabajando, haciendo comidas, cuidando a nuestros hijos  y a nuestros mayores, riendo con amigos, jugando, cantando, contando juegos. Pero el ser humano no es esas cosas, no es el pensar, ni somos sumisos de ello. El acto de pensar depende de nosotros, no es ningún acto solemne, ni sagrado, es una acción nuestra como el caminar o el escribir.

Ser sumiso es una determinada manera de dependencia, pero podemos tener otra dependencia de carácter mas libre que sustente nuestra vida. No somos individuos autosuficientes, claro que tenemos dependencias, de cuerpos de otros, de miradas, de palabras  o manos de otros, pero no tenemos porque ser sumisos, nuestra dependencia puede ser libre  y compasiva. Somos radicalmente interdependientes, pero esta interdependencia no anula nuestra libertad. Es una ficción que para vivir libres solo se puede vivir aislado, separado, en soledad. Nunca estamos solos. La separación que a veces sentimos, el sentimiento de aislamiento o soledad que a veces nos inunda, proviene de la dualidad que sufre ese yo individual neurotizado.


Es cierto que nada es reversible, pero todo se puede reaprender, regrabar, en esto consiste aprender a vivir, en esto consiste el arte, la artesanía, o la poesía. Siempre podemos retomar nuevas visiones, representaciones  o ideas, el desafío es hacerlo libremente, sin sumisión, porque así podremos transformar. Sin acoger, sin comprender, sin compasión , sin receptividad, no puede haber novedad. La novedad no es la tiranía de la moda, del consumo de lo ultimo. La novedad es lo que la vida nos trae producto de nuestra transformación.