viernes, 13 de noviembre de 2020

EL GRAN PROBLEMA DE NUESTRA ERA ES EL MIEDO AL DERRUMBE DE NUESTRA CIVILIZACIÓN.

 

El escritor Paolo Giordano, famoso a los 26 años con el superventas La soledad de los números primos, que ganó el premio Strega en 2008, lo expresa así: “No tengo miedo al contagio, sino a que la civilización se derrumbe”

La epidemia de Covid-19 se ha convertido en la emergencia sanitaria más importante de nuestra época. Este virus es una plaga, nos ha rodeado de desconcierto y confinamiento a toda la sociedad del planeta. Pero también nos ha obligado a una reflexión colectiva : no es ni un mero accidente, ni una calamidad, ni tampoco una novedad: ha ocurrido otras veces y seguirá ocurriendo.

Pero el desconcierto nos ha afectado más de la cuenta: no podemos besar a nadie, nos tomamos la temperatura constantemente, no podemos acercarnos unos a otros, estamos perplejos. Me da la impresión, que hay algo más que nos da miedo. ¿De qué tenemos miedo realmente?, claro que sí, a la enfermedad, pero hay algo debajo de esa perdida de salud. Tenemos miedo a todo lo que el contagio puede cambiar. A descubrir que el andamiaje de la civilización que conocemos caiga como un castillo de naipes. Que todo se derrumbe, se tambalee. Pero también tenemos miedo de lo contrario: de que el miedo pase en vano, sin dejar ningún cambio tras de sí. El virus está señalando nuestras contradicciones.

Como en todas las desgracias, y en toda las guerras, al principio repetíamos una y otra vez: "ya verás, un par de días más y todo volverá a la normalidad".

Pero al igual que otras desgracias no ha ocurrido así, no tenemos anticuerpos contra el Covid-19, pero estamos aprendiendo a resistir la incertidumbre: siempre queremos saber la fecha exacta en que las cosas empiezan y cuándo habrán de terminar. Nos hemos vuelto exigentes con nuestro confort, lo reclamamos como fijo. Estamos acostumbrados a imponerle, a exigirle, nuestro ritmo a la naturaleza, en vez de que sea al contrario. Así, exigimos, siempre exigimos, que el contagio termine en una semana y que todo vuelva a la normalidad: lo exigimos esperando que suceda así. Exigimos la existencia al nivel que la tenemos cada uno individualmente, el resto que “arree”

Pero esta época nos ha movido las certezas, y lo mejor que podemos hacer es recogernos y esperar. Desear lo mejor no equivale a desearlo como nos plazca: esperar lo imposible, o incluso lo muy improbable, no es una certeza científica. El resultado de esperar lo que no es posible es la desilusión, la frustración, la negación de la realidad. En una crisis como ésta, el pensamiento mágico no sólo es falso, sino que nos conduce directamente a la angustia.

El gran icono de nuestra civilización: las ciudades, se cierran: las calles resultan desoladoras, la normalidad que encontramos nos suena fingida, los cambios se palpa por doquier. Las ciudades se tambalean tal como las habíamos pensado.

El contagio ha condicionado todas nuestras relaciones urbanas y traído consigo mucha soledad: la soledad propia de una persona ingresada en la UCI, que tiene que comunicarse con los demás a través de un cristal, las bocas ocultas tras la mascarilla y las miradas llenas de recelo, la de quienes están obligados a quedarse en casa. Todos estamos al mismo tiempo en libertad y bajo arresto domiciliario. Tenemos una necesidad terrible de estar con los demás, entre los demás, a menos de un metro de las personas que nos importan: nos parece tan necesario como respirar.

Por eso nos rebelamos: "¡No permitiré que un virus interrumpa mis relaciones”

La epidemia nos anima a pensar en nosotros mismos como parte de una colectividad. Se nos había olvidado. Nos obliga a hacer un esfuerzo que simplemente no haríamos en una situación normal: reconocernos indisolublemente conectados a los demás y tenerlos en cuenta en nuestras decisiones. El civismo, el respeto, la empatía y el consenso, son necesarios para existir colectivamente en una sociedad planetaria. En tiempos de contagio somos parte de un único organismo; en tiempos de contagio volvemos a ser una comunidad.

Hay una objeción frecuente que surge estos días: si la letalidad del virus es, según parece, modesta en especial para las personas que gozan de buena salud, ¿por qué alguien como yo no puede correr el riesgo personal de seguir con su vida? ¿Es un derecho inalienable de todo ciudadano?

No, no es un derecho individual, no debemos correr riesgos. Por dos razones al menos.

La primera es de salud: el porcentaje de hospitalizaciones a causa del Covid-19 no es en absoluto despreciable. Un exceso de contagios en poco tiempo significaría el diez por ciento de un número muy grande, es decir: tantos ingresos como para acabar con la disponibilidad de camas y personal sanitario o para colapsar todo el sistema de salud. A todos nos afecta.

La segunda razón es sencillamente humana. Si vosotros, jóvenes y sanos, os exponéis al virus, automáticamente lo aproximáis al resto. Durante una epidemia, los más sanos tienen que protegerse a sí mismos para proteger a los demás, a los más frágiles: son el cordón sanitario.

Así pues, lo que hacemos o dejamos de hacer durante el contagio no nos afecta únicamente a nosotros: ésa es una de las cosas que me gustaría recordar cuando todo esto haya acabado.

Philip Warren Anderson lo escribió en un artículo publicado en 1972 en la revista Science: "More is Different" ("Más es diferente"). Cuando lo escribió, se refería a los electrones y a las moléculas, pero también hablaba de nosotros: “el efecto acumulativo de nuestras acciones personales sobre la colectividad es diferente a la suma del efecto de cada una de nuestras acciones considerada individualmente”. Al ser muchos, cada acción tiene consecuencias globales abstractas y difícilmente imaginables. En tiempos de contagio, la carencia de solidaridad es un riesgo muy grave y una falta de imaginación.

La civilización planetaria, globalizada, no es imprecisa, ni proteica, podemos adivinar sus contornos por sus efectos colaterales. Por ejemplo, una pandemia. Por ejemplo, esta nueva responsabilidad compartida a la que nadie puede sustraerse. Las ciudades no pueden sustraerse tampoco de esta responsabilidad compartida. Una ciudad ya no es un mundo único, ni tampoco es un gigantesco garabato. Hasta el ciudadano más estricto y singular tiene su cuota mínima de conexiones y por tanto de responsabilidad. Vivimos, por decirlo de forma matemática, en un grafo enormemente interconectado. Y el virus corre por cada rincón.

Una ciudad no es una isla, un barrio no es una isla, un hogar no es una isla. "Nadie es una isla": aquel trillado verso de John Donne adquiere hoy un significado nuevo y oscuro:

“ Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia”.

Hoy ya no es solo Europa, es todo el planeta. 

 

Vicente Seguí Pérez (Economista-Urbanista)

lunes, 2 de noviembre de 2020

PRONTO VOLVEREMOS A TRABAJAR POR EL FUTURO.




Este pequeño articulo trata de contar brevemente la “tortura” a la que están siendo sometidas la mayoría de las ciudades debido a la pandemia del covid 19. Sobre todo las zonas urbanas de rentas más débiles, que esperan que pronto vuelvan a encontrar el camino de la recuperación. 

Tengo un amigo abogado, cuyo hijo, en la anterior crisis del 2008, le dijo a su padre que iba a abrir un negocio y este amigo mío abogado se carcajeó. Después de tantos años de dar vueltas su hijo abrazaba la fe del converso: “Al final te has hecho capitalista”, le dijo. “Es que yo era una persona muy radical”, le respondió, “no, en lo que me voy a convertir es en un emprendedor”. Las partes más débiles de las ciudades normalmente aquellas sobre las que recae la mayor parte de la desigualdad económica , social y sanitaria, y en los últimos cincuenta años además los jóvenes, son los que han sido más torturados por las crisis y el desastre de sus gestiones , tan graves o más que las propias crisis. 

La juventud icono de la gloria y de la decadencia industrial y carne de cañón de las guerras, cuna de los años gloriosos de los setenta y ochenta, y de la transición, emprendía un largo camino de resurrección. Nuevas generaciones posteriores igualmente se incorporaban a cambiar las cosas, añadir sus esfuerzo a las anteriores; las suyas iban a ser una de esas cuyos proyectos insuflarían nueva vida, a una sociedad que una vez más no había previsto los errores de las malas gestiones y anunciaba nuevas crisis. 

El hijo de este amigo mío, al igual que algunos otros jóvenes tuvieron éxito entonces, otros muchísimos se quedaron en el camino. Algunos consiguieron montar cadenas de cafeterías o restaurantes y un día, algunos llegaron al récord de facturación: dos millones de euros, uno encima del otro, para otros quedó la quiebra. 

Una mañana del pasado mes de marzo, por culpa de una pandemia vírica que no esperaba, el pequeño imperio fundado por el hijo de este amigo mío apenas quedaba reducido a siete trabajadores. En escasamente un mes. A la semana siguiente quedaba solo uno. Este maldito verano, el hijo se acuerda de la conversación con su padre, del camino recorrido. “ No siento que yo he echado el cerrojo, o que yo haya despedido a alguien, siento que lo ha hecho esta pandemia”. “Tuvimos que cerrar tres de los cuatro restaurantes de golpe, y en el que quedó abierto con servicio para llevar apenas teníamos un 10% del trabajo habitual”, comentó. La situación se volvió además muy insegura. Dos miembros del equipo directivo se habían contagiado, otro tenía fiebre... “Nos sentamos los socios y dijimos ‘se acabó’, al menos por ahora”. 

Hoy su hijo está parado en casa y echa cuentas. Su novia seguía trabajando desde casa, lo cual eran buenas y malas noticias. Por una parte, garantizaba la entrada de sueldo en el hogar. Por otra, formaba parte de ese batallón de empleados que han cortado con el último hilo de vida con la ciudad: todos esos profesionales formaban el grueso de la clientela que llenaba los bares, tomando capuchinos, se relacionaban a todas las bandas posibles e intercambiaban opciones laborales. Los barrios de la ciudad que luchaban por resurgir, también habían parado en seco. La construcción también daba el aviso que ya no tiraba más. El turismo anunciaba la suspensión de actividad y, con ella, la de los proveedores de componentes auxiliares de la misma. 

Y así, como una sucesión de fichas de dominó derribándose unas a otras, toda una economía urbana que empezaba a duras penas a resurgir, se hundió en un plazo de dos meses. 

La hibernación autoimpuesta en medio mundo para frenar la propagación del coronavirus ha situado a muchas ciudades ante su peor terremoto desde la Gran Depresión. Millones de trabajadores han perdido su empleo desde que empezó la pandemia y muchos barrios de nuestras ciudades occidentales se han convertido en farolillos rojos. 

“Solemos decir que cuando se resfría España, Andalucía tiene neumonía”. Las recesiones nos golpean con más fuerza que al resto del país por la estructura de nuestra economía, muy dependiente del turismo y la construcción y en una crisis, los territorios más dependientes caen más que en otras partes. 

La neumonía la tienen ahora muchas ciudades y a Andalucía, al igual que a otras regiones de Europa ya no le quedan metáforas. La tasa de paro alcanzará el 29%, una cota inédita en la serie estadística. “Lo triste es que las cosas estaban yendo muy bien hasta ahora" dicen,. "Entre 2009 y 2019, los ingresos de las familias estaban creciendo. Y, de repente, entramos en un mundo nuevo, nuevo en todo.” 

En este mundo nuevo, cada vez pasa menos gente por las avenidas, la céntricas arterias ya no reflejan el resurgir de la crisis anterior. Seguramente estaremos en la mayor bancarrota de las ciudades de la historia. Hace un siglo, Henry Ford revolucionó la economía con la producción en cadena y ahora una ristra de startups tecnológicas y de servicios intentan ocupar espacios urbanos y de empleo, atraídas por la nueva religión tecnológica que promete una nueva fuerza tractora capaz de cambiar la economía. 

La semana pasada, ya no suena la música a todo volumen en los locales, cerrados y a oscuras, como todos los de esa calle, ahora fantasmal. El neón con el lema “cerrado” en un escaparate llama la atención como un chiste inoportuno 

El trajín se ha mudado a otra parte, concretamente, a las iglesias y a las zonas de reparto de comida que forman interminables filas de viejos, nuevos y antiguos, de todo tipo, son las llamadas “colas de la pobreza”. Se sirven comidas a gente de todo tipo, muchos, muchos sin ingresos, no pueden pagar lo mínimo. 

El 33% de la población de la ciudad se encuentra en situación de pobreza y ofrece una imagen que parece sacada de otro tiempo. De brazo en brazo, un grupo de jóvenes transporta agua embotellada recién traída por un camión. Son los voluntarios, organizaciones que lleva agua y comida a los hogares que carecen de ella. Gracias al Estado de Bienestar, tras la bancarrota del virus, en Europa no está ocurriendo lo mismo que en otras partes de EEUU o Brasil, que están aplicando mano dura sobre los clientes que dejan de pagar los recibos de los servicios básicos, alrededor de mas de 300.000 hogares se les ha cortado el suministro. A estas personas se les dice que tienen que lavarse las manos continuamente para frenar la covid-19, la mascarilla no importa y, al menos hasta ahora, no ha habido ningún plan real para tratar de restaurar el servicio de agua domestica a la personas que no pueden pagar los recibos o de organizar servicios de ayuda alimentaria. 

La ciudades son hoy un laboratorio perfecto, un círculo vicioso entre pobreza y contagios. El coronavirus se ceba en los viejos y en los vulnerables y el paro en los jóvenes menores de 40 años, ya no tan jóvenes, y el 45% de los habitantes de las ciudades lo son. Los que pierden el empleo tienen difícil salida. 

En abril, en plena lucha por la pandemia, los grandes hospitales del Estado, anuncian el agotamiento y la necesidad de mejorar las estructuras sanitarias, la actividad económica farmacéutica es imparable y acumula cada vez más beneficios. Igual así, confían los jóvenes puedan recuperar su trabajo cuando el país vuelva a abrir, pero ahora, dicen, “es el momento de pensar si es seguro para la salud volver o no”. La vieja y la nueva riqueza se evapora. Las ciudades tratan de sacudirse ese estigma de terror y convertirse en polos económicos, más modestos, pero son incapaces de diseñar nuevas estrategias, su silencio es manifiesto. 

El Gobierno ha hecho un esfuerzo por generar estímulos económicos sin precedentes en la historia moderna,: hay gente que cobra más ahora que cuando trabajaba con el sueldo mínimo. Pero es una alegría efímera. La crisis está devorando esos subsidios y la salida es muy incierta. Una economía no cierra por completo y luego abre como si todo hubiese sido una pesadilla. Muchas empresas ya han anunciado que no volverán a abrir sus puertas. La economía cifra en un 50 % la caída de ventas 

El parte de guerra real no se conocerá, sino cuando se compruebe cuánta gente queda con dinero disponible para vivir sin subsidios. La economía intenta sobrevivir. La ansiedad aumenta en todo el mundo y la economía intenta sobrevivir a pesar de que la curva de contagios sigue al alza en buena parte del país. 

Nos estamos acostumbrando a lidiar con crisis, de manera que hay amplios colectivos de población que han desarrollado un know-how propio para convivir con la tragedia. “El Estado tiene unas estructuras de prestaciones más robusta que en sitios menos acostumbrados a esto, por eso la gente se apunta mucho a las listas de paro”. Pero las políticas de empleo gestionadas por las comunidades autónomas están encalladas desde hace tiempo y ahora no saben ni que decir. 

El otro día un enorme anuncio en el Teatro anuncia conciertos de jazz que se iban a dar en la ciudad, hoy tenemos dudas que se lleven a cabo. Una lona colgada en la parte alta promete: “Pronto volveremos a trabajar en el futuro”. Es toda nuestra esperanza hoy. Las ciudades no pueden seguir en este silencio frente a la crisis actual. Cuando todo está cambiando las ciudades necesitan más que nunca diseñar nuevas estrategias. 

Vicente Seguí Pérez (economista-urbanista)

 [VSP1]


lunes, 12 de octubre de 2020

CONVERSACION SOBRE LA CIUDAD CON EL FILOSOFO BYUNG-CHUL HAN (2Parte)





La idea de comunidad, de ciudad ritualizada de relaciones diversas y mestizas no está terminada, su profundidad es inmensa y acertar en su dirección en los tiempos actuales es importante. No es cuestión de mecanizar los procesos burocráticos como si no existieran otros, ni de confundir la repetición atenta con la repetición mecanizada. La repetición atenta, la artesanía, la rehabilitación, la recomposición son factores vivificadores, contrarios a la mecanización burocrática por muy digital que sea. 

Hoy en día llamamos nuevo al deseo constante de ir a la caza de nuevos estímulos, emociones y experiencias, y olvidamos el arte de la repetición, de lo artesano, del mestizaje latente, de lo atávico. Adoramos lo nuevo, lo aislado. Trivializamos lo nuevo rápidamente y lo convertimos en rutina, en mercancía que se consume y vuelve a inflamar el deseo de algo nuevo. Para escapar de la rutina, del vacío, de la soledad, del suicidio, consumimos aún más estímulos nuevos, nuevas emociones y experiencias. De manera, que es la misma sensación de vacío la que activa el consumo. La “vida intensa, excitante” que actúa como reclamo del neoliberalismo no es sino consumo intenso. Existen formas de repetición que crean auténtica intensidad. 

Hoy necesitamos investigar la manera de anclar la comunidad futura a la ciudad. Sentir físicamente la ciudad. Precisamente en la crisis del coronavirus, en la que todo se desarrolla por medios digitales, echamos mucho de menos la cercanía física. Todos estamos más o menos conectados digitalmente, pero falta la cercanía física, la comunidad palpable físicamente. Y sin comunidad no hay ciudad. Los Centros Históricos vacíos de relaciones de ciudadanos, no son ciudad, son objetos del neoliberalismo. El cuerpo que entrenamos solos en el gimnasio no tiene dimensión de comunidad. También en la sexualidad, en la que lo único que importa es el rendimiento, el cuerpo es, en cierto modo, algo solitario. La ciudad es un escenario en el que se inscriben los secretos, las divinidades y los sueños. El neoliberalismo produce una cultura de la autenticidad que pone el ego en el centro. La cultura de la autenticidad va de la mano de la desconfianza hacia las formas de interacción ritualizadas. Solo las emociones espontáneas, es decir, los estados subjetivos, son auténticos para el capitalismo. El comportamiento ritualizado, comunitario, se rechaza como falto de autenticidad. Un ejemplo es la cortesía. La cultura de la autenticidad subjetiva, del ego, conduce al embrutecimiento de la sociedad, y a favor de las formas bellas. 

La definición de comunidad, de ciudad, no se define por la exclusión del otro. Al contrario es muy hospitalaria. La comunidad a la que se acoplan las derechas está vacía de contenido. Por eso encuentra su sentido en la negación del otro, del extranjero. Está dominada por el miedo y el resentimiento. 

La pandemia de la covid-19 está teniendo un impacto enorme no sólo en términos sanitarios o económicos, sino también en nuestra definición de comunidad, en nuestro sentido de ciudad, de bienestar social, de ciudad saludable. La crisis del coronavirus ha acabado totalmente con las relaciones intersubjetivas. Ni siquiera está permitido darse la mano. La distancia social destruye cualquier proximidad física. La pandemia ha dado lugar a una sociedad de la cuarentena en la que se pierde toda experiencia comunitaria. Como estamos interconectados digitalmente, seguimos comunicándonos, pero sin ninguna experiencia comunitaria que nos haga felices. El virus aísla a las personas. Agrava la soledad y el aislamiento que, de todos modos, dominan nuestra sociedad. Los coreanos llaman corona blues a la depresión consecuencia de la pandemia. El virus consuma la desaparición de la ciudad. Es posible que, después de la pandemia, redescubramos los efectos perversos que hemos dejado en la ciudad, o igual ya no los recuperemos, y aparezcan otras cosas. 

A consecuencia de la pandemia nos dirigimos a un régimen de negación de las acciones comunitarias, de una comunicación digital como fin en sí misma y del aislamiento del individuo, sometido a vigilancia. El virus ha dejado al descubierto un punto muy vulnerable del capitalismo. A lo mejor se impone la idea del individuo digital, que convierte al individuo en objeto. Esto puede que consiga hacer al capitalismo invulnerable al virus. Sin embargo, significa el fin del liberalismo. En ese caso, el liberalismo no habrá sido más que un breve episodio. Pero igual este capitalismo no vaya a derrotar al virus. El patógeno será más fuerte. Según el paleontólogo Andrew Knoll, el ser humano es solamente la guinda de la evolución. El verdadero pastel se compone de bacterias y virus que amenazan con atravesar cualquier superficie frágil, e incluso reconquistarla, en cualquier momento. La pandemia es la consecuencia de la intervención brutal del ser humano en un delicado ecosistema. Los efectos del cambio climático serán más devastadores que la pandemia, sino somos capaces de entender el cambio climático y lo que nos pide. La violencia que el ser humano ejerce contra la naturaleza se está volviendo contra él con más fuerza. El ser humano está más amenazado que nunca y con ello el tipo de ciudad que conocemos. 

Vicente Seguí Pérez (economista-urbanista)

CONVERSACION SOBRE LA CIUDAD CON EL FILOSOFO BYUNG-CHUL HAN (1Parte)


El filósofo coreano Byung-Chul Han, en Barcelona en 2018.

Este es un texto basado en una conversación personal con algunos textos del filosofo alemán vivo más leído en todo el mundo, el coreano Yung-Chul Han(Seúl, 1959), profesor en la Universidad de las Artes de Berlín, a él se debe la motivación de las ideas de este escrito. 

Desde el confinamiento para acá o desde la epidemia del coronavirus, como guste más, hay algo que aunque ya venía marcándose se a agudizado en extremis y que muchos urbanistas y amantes de las ciudades se han puesto a pensar en sus efectos: En primer lugar, la violencia que están ejerciendo las comunidades urbanas, las ciudades, contra la naturaleza y el mundo rural, se está volviendo contra ellas cada vez con más fuerza. En segundo lugar, la nueva modernidad urbana(ciudad) tecnológica es cada vez más incompatible con la construcción de la ciudad, entendida como hasta hora, como conjunto de espacios rituales-comunitarios, que son los que conforman la ciudad, o lo que viene a ser lo mismo. el capitalismo es cada vez más incompatible con la comunidad, con la construcción de la ciudad. La producción y el rendimiento se han convertido cada vez más en los valores mas absolutos de la comunidades urbanas. Ha habido épocas en que el capital estaba más abierto a este tipo de rituales y participaba en la construcción de espacios comunitarios, civiles o eclesiales pero al capitalismo tecnológico actual esto ya no le interesa. Y en tercer lugar, la agudización de la desigualdad está descosiendo la ciudad y rompiendo su unidad y su cohesión como concepto proyectual. 

Estos temas y otros colaterales son los que nos están obligando a repensar distintos aspectos de las ciudades y de nuestros territorios de existencia y convivencia. 

Hoy día, como diría Byung-Chul Han, la ciudad y los territorios de nuestro planeta, se están desritualizando. Uso el termino ritual, como lo utiliza Byung-Chul Han, que viene a decir que los rituales son acciones simbólicas que genera una comunidad sin necesidad de comunicación expresa. Las comunidades históricamente ritualizaban espacios y actos sin necesidad de una comunicación precisa. 

Necesitamos poner el acento en que la ciudad está desapareciendo como ritual de comunidad. La desaparición de los rituales en la actualidad, alumbra la desaparición de la ciudad. La hipercomunicación consecuencia de la digitalización cada vez nos está más interconectados, puede ser, pero este tipo de interconexión, de valor único de la comunicación, no trae consigo más vincu­lación ni más cercanía. Las redes sociales digitalizadas acaban con la dimensión social urbana al poner el ego en el centro. A pesar de la hipercomunicación digital, en nuestra sociedad la soledad y el aislamiento aumentan. Hoy en día se nos invita continuamente a comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos o preferencias, incluso a que contemos nuestra vida. Cada uno se produce y se representa a sí mismo. Todo el mundo practica el culto, la adoración del yo, de lo particular. Por eso digo que los rituales producen espacios de ciudad (comunidad), prevalece la comunidad sobre la comunicación: la memoria colectiva intersubjetiva sobre la comunicación digital. En cambio, hoy en día prevalece la comunicación digital sobre la ciudad. Los espacios de las ciudades se conforman sobre el concepto de comunidad. Sin comunidad no hay ciudad. Los espacios comunitarios de ciudad no necesitan una prevalencia de la comunicación que los justifique, aunque siempre el poder ha querido darles su significado propio, apropiarse de ellos, para trasladar su mensaje, imponer si ideología. 

Con la pandemia, cada vez celebramos menos fiestas comunitarias. Cada uno se celebra sólo a sí mismo. Tenemos la idea de que el origen de todo placer es un deseo satisfecho. Solo la sociedad de consumo nos resuelve la satisfacción de nuestros deseos. No obstante, tenemos que darnos cuenta que las fiestas, así como los juegos, y otros tipos de relaciones no tienen que ver con el deseo individual, no procuran satisfacer nuestro propio deseo. Antes bien, se entregan a la pasión por las reglas. 

No estoy diciendo que tengamos que volver al pasado. Al contrario. Sostengo que tenemos que inventar nuevas formas de acción y ritos colectivos que se realicen más allá del ego, del deseo y del consumo, y creen comunidad. Y si creamos nueva comunidad crearemos nueva ciudad, pero sin comunidad no tendremos ciudad, tendremos otra cosa. 

Hemos olvidado que la comunidad es fuente de felicidad. La felicidad y la libertad son dos actividades y emociones humanas que van de la mano. Sería bueno que comprendiéramos como definimos la libertad desde un punto de vista comunitario. Freiheit, la palabra alemana para “libertad”, significa en origen “estar con amigos”. “Libertad” y “amigo” tienen una etimología común. La libertad es la manifestación de una relación plena necesaria para obtener la felicidad. Por tanto, deberíamos redefinir la libertad a partir de la comunidad, alejándonos del concepto de libertad egótico que conlleva el neoliberalismo tecnológico. 

No nos equivoquemos el consumo no es un ritual, las practicas capitalistas o burocráticas nos son formas secularizadas de rituales de relaciones de comunidad. El consumo refuerza la obsesión con ego, los rituales me alejan de él. En los centros comerciales y en el capitalismo en general, domina una atención que gira entorno al ego, en torno a lo particular, no en torno a lo comunitario. En la plaza, en la calle, en las esquinas, en los parques, jardines o bulevares encontramos una forma totalmente diferente de atención, prestamos atención a cosas que no se pueden alcanzar con el ego. Necesitamos recuperar una forma de atención diferente, no podemos prestar atención a las cosas que se pueden alcanzar solo con el ego. El consumo refuerza nuestra obsesión por el ego. Las acciones que fortalecen la comunicación en comunidad (los rituales) nos alejan del ego. De ahí la importancia en darnos cuenta del uso que damos a las cosas, a los animales a los seres sensibles, hoy día solo los usamos para consumirlos, agotarlos y destruirlos. No los tratamos con cuidado, con amistad. Tenemos que aprender a tratar bien las cosas que nos sirven y participan con nosotros en la vida, sostenerlas de manera delicada, como nos sostienen ellas a nosotros. 

No creo que solo con el ego podamos crear comunidad, ciudad. El yo digital no nos sirven para crear comunidad Los espacios públicos, rituales están hechos como dijo Malebranche para la atención natural del ser humano: la celebración, la conversación, la amistad, las relaciones, no hay vida urbana sin relaciones. Nos embriagamos con los canticos, con la música, con el teatro, con los aromas, con la fiesta, con el juego, son con estas cosas mediante las cuales me olvido de mi mismo, de mi ego y experimento una hermosa sensación de comunidad. De esta forma ritualizamos las cosas, los espacios y con ellos creamos ciudad, comunidad. La ciudad es una comunidad intersubjetiva, incluyente, cuidadosa. El futuro de la ciudad no puede ser excluyente, ni narcisista donde lo único que cuenta es la sinceridad y la autenticidad de nuestras emociones. El dataísmo, que hoy reclamamos como forma de solución tecnológica para las ciudades, es una forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento. No existe un pensamiento basado en los datos. Lo único que se basa en los datos es el cálculo. El pensamiento es erótico. Heidegger lo compara con el eros. El batir de alas del dios Eros lo acariciaba cada vez que daba un paso significativo en el pensamiento y se atrevía a aventurarse en un terreno inexplorado. “¿Quién dice que la ciudad ya está descubierta o terminada?”. La ciudad, la comunidad, es más profunda de lo que pensamos. 

Vicente Seguí Pérez (economista-urbanista)

domingo, 27 de septiembre de 2020

ALGUNAS NOTAS SOBRE EL LIDERAZGO EN EL URBANISMO

En una época en que la sociedad se siente rodeada por la idea del liderazgo, en donde todos los jefes, directivos y políticos que se precien se esfuerzan por ser líderes, asistiendo a cursos sobre este tema y comprando libros para aprender a diseñar el futuro, observamos que tenemos una escasez grave de liderazgo en el ámbito del urbanismo. En el momento en que más lo necesitamos, en el que todos estamos mirando que la ciudad como objeto de relaciones diversas necesita ser revisada y mejorada en muchos aspectos, la crisis de liderazgo y por tanto de ideas está ralentizada, más allá de algunas escasas excepciones. 


El liderazgo no es magia, ni surge por ningún proceso de producción, y si queremos inventarlo para salir del paso, nos ocurre que ponemos todos los huevos en ese tipo de cesta, lo que hace que todo sea más endeble e inseguro. 

Por eso, me lanzo a desmontar algunos mitos sobre el liderazgo (o sobre lo que nos venden como liderazgo), aunque sea con cierta brevedad: 

1. Me pasa como a Woody Allen: No conozco la clave del éxito, pero sé o he aprendido que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo. Rehuyo de las recetas mediáticas que se venden como churros de poca consistencia y desaparecen como la espuma. Todo líder tiene sus enemigos y sus debates, incluso los mejores líderes, hasta que se impone como una idea segura. Hay que asumirlo como algo normal. Y de esto hay poco. 

2. Tenemos algunos líderes, no tantos, centrados en conseguir resultados (estilo capataz), y a veces funciona. Tiene mala prensa, destrozan a los equipos y desmotivan en pocos días todo lo que les rodea, pero funciona en algunos casos. Sobre todo en épocas de crisis, emergencias o cuando los resultados deben obtenerse a corto plazo. Suelen dejar como residuo un camino de despojos. 

3. A veces nos enredemos con que a las ciudades no les hace falta lideres , ni siquiera ideas solidas, lo que necesitamos es una gestión eficiente y estratégica. Es verdad, hay que saber gestionar recursos, procesos y personas pero liderar es esencial para poder diseñar opciones de futuro. 

4. Otras veces nos damos cuenta que tenemos lideres con recursos, despachos y equipos, pero que son incapaces de tomar decisiones, eso es como tener al mejor equipo del mundo esperando a que pase el tren y nunca lo cojan. 

5. ‎Me da la impresión que uno de los problemas mas importantes que tenemos en este momento de crisis urbana, es que no tenemos personas con habilidades de liderazgo, y algunos o muchos que podrían serlo y deberían, les da igual no serlo. 

6. Siempre he creído y se ha dicho que los líderes ayudan a crear y hacer crecer a sus equipos, pero en este país, en ocasiones, no hay sitio para tanto ego y todo se destruye. 

7. ‎Afirmo que el líder se hace, pero no solo con formación ni con masters. El autoaprendizaje, el contacto con otros profesionales, huir de los cursos de siempre, innovar, desarrollar empatías y conocer otras materias, es una gran forma de desarrollar las habilidades de liderazgo. 

8. ‎Cuando hablamos de liderazgo siempre parece que nos referimos al jefe, pero no es lo mismo ser jefe que ser líder. Ignorar el liderazgo informal supone una pérdida importante de capital social del equipo. 

9. En nuestro país la motivación se debió perder algún día y nadie la echó de menos mientras había dinero sobre la mesa. El dinero anula la motivación. Se acabó el dinero y todos volvimos a pensar en la motivación. Pero no sabemos como desarrollarla. 

Para acabar este pequeño texto sobre la importancia del liderazgo urbano, y la escasez que tenemos hoy día de ello, y de la importancia de la empatía, la actitud y la integridad, no voy a seguir insistiendo sobre la teoría que conoce todo el mundo, pero si centrarme en un mito: el de la gestión deficiente. 

Existe una línea de trabajo en el ámbito de la gestión llamada gestión basada en la evidencia, el “esto está claro”, “lo que hay que hacer es esto”, que pretende integrar la evidencia pseudocientífica con la experiencia individual. Suena bien, ¿verdad? Todos tenemos claro que la evidencia, unida a la experiencia, son una herramienta infalible, pero la realidad es otra. Un reciente estudio (Barends et al., 2017) entrevistó a un buen número de directivos preguntando en qué basan sus decisiones. Las respuestas fueron muy llamativas: un 91 por ciento en la experiencia personal, 64 por ciento en la intuición, 62 por ciento en el conocimiento adquirido mediante formación, 59 por ciento por consejos de otros colegas y solo un 34 por ciento en la literatura sobre gestión. 

Seguramente, basar todas las decisiones exclusivamente en la evidencia en un entorno tan complejo como la ciudad podría implicar un fracaso tras otro, pero además si le añadimos un exceso de experiencia personal y de intuición no justificada, es decir sin ni siquiera evidencia, nos llevará al mismo destino o peor. Evidencia y experiencia, sí por favor, que además ese es el truco de la gestión basada en la evidencia. Pero si le añadimos, habilidades, conocimiento, empatía, participación y transparencia, mucho mejor. En ocasiones, nos ocurre que el exceso de intuición falsa, rapidez, e inmediatez, nos invita a pensar en una gestión basada en la videncia y en la magia (o en la eminencia). Y así no llegaremos a ningún sitio. 

Vicente Seguí Pérez (Economista Urbanista)

jueves, 2 de julio de 2020

SUEÑOS DEL CONFINAMIENTO





Recuerdo los días del confinamiento. Como una nueva ciudad emergió ante mis ojos sin darme cuenta que pudiera existir. Una ciudad sin contaminación, sin ruido, silenciosa, llena de amabilidad en sus relaciones, donde pude de nuevo descubrir el barrio, la cercanía y sentir a mi vecino. Todos descubrimos el valor de las tiendas cercanas, el esfuerzo de las personas por ayudar y acompañar, incluso muchos nos acercamos al teletrabajo sin animo de productividad, simplemente porque podíamos ser útiles. Pero esa observación de la ciudad, esa distinta manera de acercarnos a ella, nos hizo ver, cuantos déficits teníamos, cuantas inutilidades y excrecencias habíamos acumulado. Muchas personas sufrían en viviendas estrechas, espacios mínimos de existencia, falta de naturaleza, de equipamientos de salud, de soluciones adecuadas para las personas mayores y los niños, y mucho peor dificultades para comer, para disponer de logísticas adecuadas para cooperar en nuestras relaciones de humanidad. 

Pero con el desconfinamiento, la gente se echó a la calle. No cabía en las aceras. Soñó con parques que no tenía, tuvimos miedo a los transportes colectivos, pero nos metimos en ellos. Repensamos la movilidad y el comercio. Volvimos a pensar para qué habíamos hecho ciudades. La hiperglobalidad había vaciado a la ciudadanía de los productos estratégicos que necesitábamos cercanos, descubrimos que la agricultura y el campo eran esenciales, la industria sanitaria, el cuidado humano o el empleo. Nos dimos cuenta de algo esencial, que se nos había olvidado, nos hacia falta una ciudad más humana y más cercana. 

Hoy cuando nos acercamos a lo que llamaos una nueva normalidad, vemos que algunas cosas están cambiando, muchas otras nos dicen que van a cambiar y otras muchas, la gran mayoría se nos van olvidando. Recuerdo que se cortaron calles para ganarle carriles a los coches y poder andar mejor. 

Se dice que las ciudades se adaptan a todo siempre, pero no es cierto, muchas han desaparecido. Resurgen de terremotos, de incendios, de pandemias, pero no todas resurgen igual y algunas se quedan en el camino. Pero siempre aprenden poco. No quiero verlo de forma pesimista, ¿pero qué quedó de esas oportunidades de cambio que soñamos en el confinamiento?. De que el espacio público, la salud, la dependencia, la educación, la creación de inmensos espacios naturales, las inversiones en movilidad colectiva, el cuidado, el talento, la formación, el empleo, había que renovarlos. Que diría ahora, Ester Higueras, profesora del Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y el grupo de Arquitectura Bioclimática en un entorno sostenible (Abio), y tantos y tantos profesionales que han llamado la atención sobre la necesidad de renovar el hacer de nuestras ciudades y territorio. 

¿Conseguiremos calles con muchos menos coches, con más zonas peatonales, ciudades mas integradas en la naturaleza, mas bicicletas, más desplazamientos a pie, mejor salud, mejor educación, mejor empleo, mejores ordenaciones…..? Tenemos ya mucho pensado y escrito sobre los objetivos de desarrollo sostenible, para resolver la complejidad de las ciudades, integrar la diversidad, construir espacios mas igualitarios…. . Nuestros problemas no son la falta de espacios, ni de recursos, sino de voluntad de querer reformar los modelos, que sabemos que son ya muy poco eficientes y muy precarios . “Nuestros padres vivieron el cambio de la ciudad sin coches a la invasión del coche, nosotros podemos hacer al revés”, opina Higueras. El automóvil individual podría servir, como otras tantas cosas, pero serian de otra forma. Se abre una gran ocasión para acelerar medidas que hubieran llevado años. 

“Hay un gran consenso entre la ciudadania de las grandes ciudades en cambiar las relaciones humanas, más allá de ideologías, opina Leire Pajín, directora de Desarrollo Global del Instituto de salud Global de Barcelona (IS Global) impulsado por la Fundación La Caixa. Esta entidad es una de las organizadoras de los foros que están debatiendo sobre estas cuestiones . 

Desgraciadamente pocas ciudades están conformando equipos para pensar en cómo cambiar la ciudad tras el virus. En Barcelona, el nombre es significativo: Reset, en Madrid también están acumulando pensamiento. Quieren ganar calles para peatones. Quieren conseguir grupos de bloques de viviendas cerrados al tráfico, y recuperar pisos turísticos para convertirlos en viviendas de alquiler asequible. probar soluciones baratas y rápidas, reversibles, sin grandes obras “El espacio del coche tiene que reducirse en favor del peatón, no hay vuelta atrás, las calles deben ser más repensadas para los peatones. Hemos visto las ventajas de poder hacer lo máximo posible andando, cosas que se habían perdido en la ciudad, conocer al vecino, ver a los niños jugar en la calle, es emocionante”, reflexiona nuestro amigo Jose María Ezquiaga o José Segui apostando por hacer más ciudad o Salvador Moreno Peralta impulsando la vuelta a los territorios vacíos de las zonas rurales. 

Tenemos que conseguir mejores modelos posibles, las ciudades no pueden seguir así. La situación cada vez es más insostenible. Necesitamos visiones micros del urbanismo, practicas ensayadas sobre modelos más eficientes y humanos. ¿Que sentido tiene seguir generando problemas de salud?, más de 100.000 muertos anuales padecemos por modelos inútiles. Inutilidades para llenar basureros, precariedades de empleo y una formación y educación cada vez con mas insuficientes. 

De las ciudades y de la recuperación y revaloración de la agricultura y los espacios vacíos en el mundo rural tienen que surgir las soluciones. Y es fundamental la coordinación, hacerlo todos a la vez, porque mi solución no es solución sin ti, hemos descubierto la interdependencia. Hay que evitar que la crisis multiplique la desigualdad, mantener vivas las empresas capaces de colaborar no de acumular, usar dinero público con el máximo de impacto productivo colectivo. Muchos negocios van a disminuir, no por la pandemia, sino porque ya venían dando síntomas de obsolescencia, ya no sirven Los modelos productivos de las ciudades están mal distribuidos, excesos de algunas cosas antiguas y déficits de otras muy necesarias. 

“Ahora somos conscientes de la dependencia de nuestros modelos respecto a sistemas lejanos y con gran impacto ambiental. Ha habido una reacción positiva de las ciudades, un esfuerzo por fomentar la alimentación de proximidad. Hay que replantear la relación entre el campo y la ciudad”, considera Maria Simon de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (Etsam), especializada en alimentación de proximidad. En Riba-roja de Túria, 22.000 vecinos, el Ayuntamiento ha creado un “Amazon del pueblo” para reducir la brecha digital del pequeño comercio. Una veintena de ciudades españolas han firmado el Pacto de Milán de 2015 que reúne a más de 200 urbes del mundo, para impulsar la producción local y buscar sistemas alimentarios sostenibles “Hay que hacer campañas para concienciar a la gente y trabajar en los precios de producción y en la distribución. Menos del 5% de lo que entra en Mercamadrid llega de la Comunidad de Madrid”. 

El regreso a las teorías de la estadounidense canadiense Jane Jacobs y su concepto de «ciudad viva», expuestas en el libro La muerte y la vida de las grandes ciudades americanas, publicado en 1961, está más viva que nunca. No es cuestión de construir mucho más, y menos grandes proyectos, sino de reorganizar lo que tenemos, de innovar e investigar. Debemos ser más multifuncionales, una infraestructura puede servir para muchas cosas. 

Que vamos a hacer con los ancianos y los niños. Hay que descubrir el sentido de comunidad y de la relación entre los seres humanos. Redescubrir el sentido del arraigo, el vínculo con el lugar en el que se vive, que es lo que crea resiliencia comunitaria y ante una catástrofe resiste e incluso se transforma a mejor. Lo modelos urbanos para la convivencia entre las distintas edades no están bien resueltos. Reforzar la comunidad cercana, pasa por facilitar el acceso y la permanencia en la vivienda, ayudar al empleo local y darle prioridad en los proyectos públicos. 

Se debe pensar ya que las ciudades españolas tendrán una población cada vez más envejecida. “el envejecimiento en España no está planificado”. “Las residencias son carísimas y en las públicas no hay plazas. No hay solución fácil. El descubrimiento de esta crisis es que somos seres ecodependientes e interdependientes”. Necesitamos revisar nuestros modelos de empleo y negocio, el productivo y el reproductivo. ¿Cómo queremos atravesar las ciudades para trabajar, como pasear, como ir a hacer la compra, cuidar de los niños, de ancianos, cuidar de la casa, participar en una asociación vecinal?, ¿como nos queremos mover en transporte público, bicicleta o caminando?. Quizás todo fue un sueño de una época de confinamiento. 





Vicente Seguí Pérez (Economista- Urbanísta)

lunes, 8 de junio de 2020

LAS CUATRO NOBLES VERDADES. Escrito por Joaquín Seguí García.

Hace 2.500 años que se empezó a predicar las Cuatro Nobles Verdades, en el principio 5 Santones fueron los primero en escucharlos:

Arte / camino - Colección Gelonch-Viladegut

1:- LA VIDA CONDICIONADA ES SUFRIMIENTO.

2:- EXISTE UNA CAUSA PARA ESE SUFRIMIENTO.

3:- HAY UN FIN DEL SUFRIMIENTO.

4:- HAY UN CAMINO QUE LLEVA A ESE FIN.

Es muy interesante observar que las primeras personas que escucharon estas cuatro reglas fueron Santones que habían llegado a su propio crecimiento a través de su propio sufrimiento personal. Su objetivo era aliviar su sufrimiento personal.

Hubiera sido todo muy interesante si los santones se hubieran acercado a estas reglas desde la alegría y la felicidad.

Hay que interpretar el Nirvana como es la experimentación de un gozo intemporal e ilimitado. No es el sufrimiento el que nos guía. Sino abrirse camino a través de la experimentación de "esto y lo otro", ley de "Causa Efecto".

1:- LA VIDA CONDICIONADA ES SUFRIMIENTO: Existe el Sufrimiento.

Casi todos olvidamos lo condicionado que están las experiencias, el hecho de que dependen de en que ámbito se realicen. La experiencia de días felices e infelices, va desapareciendo después de años de practica.  La practica de la meditación, nos lleva a la experimentación de la suprema alegría inherente a la mente.

Psicología: '¿Qué tratamiento damos al sufrimiento psicológico ...

2:- EXISTE UNA CAUSA PARA ESE SUFRIMIENTO: El sufrimiento tiene una causa.

La ignorancia de la mente no iluminada, centrada en el cuerpo y el habla, mantiene alejado a los seres de la felicidad que tanto nos esforzamos en conseguir. El fin de la meditación es desatar el cautiverio en que se encuentra la mente no iluminada. Como ejemplo: Hasta el momento de la iluminación la conciencia funciona como un ojo, nota los acontecimientos externos e internos, pero no se reconoce a si mismo.

Uno experimenta nuestra capacidad para la percepción, como un "YO", y lo experimentado como el "TU", o sea el mundo exterior. El pensar que las apariencias pasajeras son reales y separadas del experimentador, este concepto tan erróneo es lo que se considera la ignorancia fundamental de la mente.

La separación entre el "YO" y el "TU" conducen a dos sentimientos:

APEGO: Intento de mantener lo agradable.

AVERSIÓN: El esfuerzo por rechazar lo desagradable.

Con el APEGO --> AVARICIA

Con la AVERSIÓN --> ENVIDIA

La IGNORANCIA --> ORGULLO.

▷ Conducta emocional: La brújula interior que guía nuestras ...

A pesar que cambian continuamente las personas no experimentadoras de la meditación se las toman muy en serio.

3:- HAY UN FIN DEL SUFRIMIENTO.

A partir de este nivel, cada acto expresa una compasión activa que no separa y que mira al futuro, que apunta más a la visión amplia de las cosas que al corto plazo de las consecuencias. La mente es como un sol que irradia por si misma.

4:- HAY UN CAMINO QUE LLEVA A ESE FIN.

La meditación desarrolla y beneficia completamente el cuerpo, el habla y la mente.


Las enseñanzas de la meditación empiezan simplemente con la causa y efecto, se desarrollan durante la construcción de una rica vida interior, y se realizan mediante la visión pura que permite convertir cada vivencia en espejo para la mente.


Libro: "Las cosas como son". Lama Ole Nydahl.

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A FAVOR DE UN MODELO ECONÓMICO QUE FAVOREZCA CIUDADES SALUDABLES. Escrito por Vicente Seguí Perez (economista Urbanista)




Veo pasar las semanas con cierta tristeza. Y observo que hay un paradigma urbano del que no salimos. Es más, conforme perdemos el miedo al COVID- 19, nos afirmamos en él, a pesar de toda la crisis que estamos pasando. Se afirma, que no es posible un modelo económico sostenible como formula para crear ciudades saludables. No importa que necesitemos vivir mejor, salvar el medio ambiente urbano y natural y la biodiversidad territorial, e impulsar modelos de ciudades saludables, seguimos sosteniendo tercamente la idea de mantener el crecimiento económico capitalista aunque sea insostenible.

Veo como volvemos a los discursos del crecimiento del ladrillo y la destrucción de la biodiversidad como solución. Así vemos como distintas Comunidades Autónomas sacan leyes de  dinamización económica en este sentido. Necesitamos seguir produciendo ladrillo y cemento, sino, no hay salida, se nos dice, por parte de estos gobiernos, para crear empleo. Sin poner sobre la mesa ninguna política activa de empleo nueva. Y esto está prevaleciendo en Gobiernos, empresas y algunos organismos internacionales. Pero esta idea no se sostiene con los datos que tenemos desde el siglo XX. Hoy lo tenemos claro, el aumento del consumo de recursos y emisiones contaminantes como consecuencia del crecimiento económico y urbano desaforado no es compatible con la biodiversidad de la vida, ni con la construcción de ciudades saludables y sostenibles.

Muchos académicos, instituciones, Universidades, Centros de investigación, creen necesario y urgente un cambio de este paradigma. Entre ellos el español Iago Otero, del Centro Interdisciplinario de Investigación en la Montaña de la Universidad de Lausana (Suiza), y para ello propone una batería de medidas de choque para limitar los efectos de la economía en los ecosistemas agotados. Todo ellos bajo un lema imprescindible, es necesario el decrecimiento urbano y económico si queremos salvar la biodiversidad y el bienestar humano. No es compatible el crecimiento del ladrillo exacerbado y la preservación de los ecosistemas urbanos y naturales agotados por un crecimiento de los servicios de alto coste energético y precarios en empleo, y mucho menos cualquier tendencia hacia los procesos de desigualdad, sino revaluamos los valores consumistas y los sustituimos por ideales de cooperación. Hasta hoy ha prevalecido la idea de que era compatible, crecimiento capitalista y biodiversidad, pero ya no hay dudas, es incompatible.

Otero, como una conclusión más de la crisis del covid -19 confirma que si queremos conservar la vida, tenemos que salvaguardar la biodiversidad: “Una naturaleza bien conservada nos protegería de enfermedades como esta. Detrás de la pandemia está la deforestación, la expansión de la agricultura o el comercio de especies,  que ponen a más gente en contacto con los  animales portadores de los virus”.

Podemos resumir las medidas, a modo de ejemplo, en las siguientes:

a  a)    Limitar la explotación y comercialización de los recursos industriales ineficientes en términos de diversidad, sean ladrillo o cemento o tierras, recursos naturales  o gasto energético. Imponer a nivel internacional limitaciones en la cantidad de recursos naturales utilizados para la producción de los bienes comercializados por sobre explotación. Imponer diferentes cupos a cada país dependiendo de su consumo histórico y de los excesos en las emisiones de dióxido de carbono.

  b)    Restringir la construcción de grandes infraestructuras que impidan el desarrollo y la integridad de los espacios verdes. Los espacios verdes vertebran las ciudades saludables. Los espacios verdes pueden reconstruir las ciudades. Poner coto al desarrollo de grandes infraestructuras y de redes de transporte que rompen la integridad de los espacios de valor ecológico.

cc)    Potenciar la agricultura de proximidad y el mundo rural. Los “territorios vacíos” recualifican el sentido comunitario.

 d)    Limitar la expansión indiscriminada de las ciudades metropolitanas. Relocalizar la economía para disminuir la distancia entre los centros de producción y consumidores. Este requiere frenar la expansión geográfica de las ciudades en favor de explotaciones agrarias próximas a las urbes, evitando así la destrucción de zonas naturales en otras regiones.

e e)    Favorecer la planificación urbanística racional.

 f)     Innovar en políticas activas de empleo, creando nuevos empleos y  reduciendo jornadas laborales. Bajo determinadas circunstancias, la jornada de trabajo más corta estaría relacionada con menores emisiones de carbono y otras afectaciones perjudiciales para la biodiversidad.

 g)    Dificultar el desarrollo de productos procedentes de la sobreexplotación agrícola y de la naturaleza. La naturaleza crea civilización.

Esta son algunas medidas, podemos pensar muchas más. No hay que ser muy listos para darnos cuenta que estas propuestas y otras parecidas se enfrentaran a multitud de “barreras culturales y sociales” porque van contra “el imaginario que prevalece de un crecimiento ilimitado”. Pero no nos queda mas remedio que debatir sobre estas cuestiones. Lo mas inmediato sería poner en evidencia el PIB como índice de satisfacción social,  y empezar a establecer otros nuevos índices  que evalúen el bienestar social, los niveles de protección del medio ambiente y la sostenibilidad de nuestra comunidad.

Hasta la fecha, no se ha encontrado ninguna correlación que sustente el incremento del PIB con la reducción del consumo de recursos naturales. A más PIB más destrucción de la biodiversidad y desigualdad. Hay una coincidencia entre los niveles de evolución del PIB mundial desde 1950 y las sobreexplotaciones agrarias, el uso de pesticidas y fertilizantes, y la demanda de consumo de carne. La producción humana de materiales ha crecido en el último siglo al unísono con el PIB mundial, sustituyendo ecosistemas urbanos y naturales a una escala masiva.

La perdida de biodiversidad es evidente con la extinción de flora y fauna, pero también con modos y lenguajes culturales, básicos para existencia.  En los próximos años esto seguirá en aumento a un ritmo del 60%, con perdidas de hábitats y recursos de existencia alarmantes.

Pero muchos académicos, entre ellos Iago, ven factible  un crecimiento del bienestar disminuyendo el uso y el abuso de recursos naturales y las emisiones de gases contaminantes.  En momentos de crisis como los actuales, necesitamos intentarlo. Ni siquiera somos capaces de cumplir el objetivo de dejar de aumentar el calentamiento del planeta en torno a 1,5 grados.

La Comisión Europea ha lanzado el llamado “Pacto Verde”: es necesario decrecer en términos de PIB para construir una sociedad “postcrecimiento”. Pero Otero, insiste una y otra vez necesitamos dejar de utilizar el PIB como indicador guía de bienestar urbano. Hay que recorrer otros caminos.


domingo, 31 de mayo de 2020

INGRESO MINIMO VITAL. Escrito por Joaquín Seguí García


Este viernes 29 de Mayo de 2.0020 el Estado de bienestar da un paso adelante. El Gobierno ha aprobado en el Consejo de Ministros la ayuda de último recurso para quienes no lleguen a unos umbrales mínimos de renta. Es un hecho histórico que va a intentar ser una red que pare la caída de muchos ciudadanos. Veremos si consigue impedir la caída o se rompe la red y no consigue su objetivo.


Otro de los objetivos del plan, es la corresponsabilidad por parte de los beneficiarios de participar en Itinerarios Personalizados de Inserción realizado por orientadores laborales, con incentivos a la contratación, cuando el titular de la prestación no tenga empleo y lo encuentre, parte de su salario estará exento transitoriamente en el cálculo de la prestación. En el caso de que esté ocupado, cuando su salario se incremente, la cuantía de la prestación se reducirá en una cantidad inferior. En el caso de que el titular no esté ocupado, se exigirá la inscripción como demandante de empleo para el acceso a la prestación  y también se creará un “Sello Social” para las empresas que les ofrezcan formación y empleo.

Servei de Dinamització Laboral als Municips del Camp de Tarragona ...

Aquí esta el éxito del programa, en función de lo que tarda una persona beneficiaria en tener un contrato de trabajo de una duración igual o mayor de 6 meses, con un salario mayor que lo que cobrará en el Ingreso Mínimo Vital.

Para que esto ocurriera se debe engrasar muchísimo la función de intermediación del SAE. Hay que poner muchísimo mas peso a la intermediación como único y principal fin del SAE. Ademas de agentes de empresa (figura que se dedica a buscar ofertas de empleo de las empresas) en las oficinas SAE, se debería poner por cada 3 orientadores laborales 1 agente de empresa en cada Andalucía Orienta. 

La Orientación Laboral sin Intermediación, es como la fuerza sin control, no sirve para nada. 


¿QUIÉN PUEDE PEDIRLO?

El ingreso mínimo vital lo podrán solicitar todos los españoles entre los 23 y los 65 años e incluso los mayores de 18 años si hay menores a cargo y si cuentan con al menos un año de residencia en España. En principio, esta prestación no alcanza a los inmigrantes ilegales aunque si baraja ciertas excepciones de colectivos muy vulnerables (mujeres víctimas de maltrato, prostitutas en situación de pobreza…) Otro de los requisitos es haber cotizado al menos un año.

Ingreso mínimo vital: qué es y quién lo puede recibir





¿Cuándo podrá solicitarse?

La ventanilla se abrirá el próximo 15 de junio. Durante los primeros tres meses, y para evitar aglomeraciones, las ayudas se reconocerán con carácter retroactivo desde el 1 de junio. La Seguridad Social calcula que podrá reconocer de oficio unas 100.000 ayudas de hogares vulnerables que ya tienen detectados previamente a través de otras prestaciones que se pagan, como la de hijo a cargo.

La exclusión social 

Vuelve a emerger en nuestro país con toda su crudeza y lo hace castigando sobre todo a los segmentos de menores rentas y menor capacidad defensiva: la tasa de pobreza severa asciende al 12,4% de la población (el doble que la media europea); un 26,1% de la población total está en riesgo de pobreza y en 120.000 de los hogares sin ningún ingreso viven niños, lo que da idea de la extensión de la pobreza infantil. 





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