jueves, 2 de julio de 2020

SUEÑOS DEL CONFINAMIENTO





Recuerdo los días del confinamiento. Como una nueva ciudad emergió ante mis ojos sin darme cuenta que pudiera existir. Una ciudad sin contaminación, sin ruido, silenciosa, llena de amabilidad en sus relaciones, donde pude de nuevo descubrir el barrio, la cercanía y sentir a mi vecino. Todos descubrimos el valor de las tiendas cercanas, el esfuerzo de las personas por ayudar y acompañar, incluso muchos nos acercamos al teletrabajo sin animo de productividad, simplemente porque podíamos ser útiles. Pero esa observación de la ciudad, esa distinta manera de acercarnos a ella, nos hizo ver, cuantos déficits teníamos, cuantas inutilidades y excrecencias habíamos acumulado. Muchas personas sufrían en viviendas estrechas, espacios mínimos de existencia, falta de naturaleza, de equipamientos de salud, de soluciones adecuadas para las personas mayores y los niños, y mucho peor dificultades para comer, para disponer de logísticas adecuadas para cooperar en nuestras relaciones de humanidad. 

Pero con el desconfinamiento, la gente se echó a la calle. No cabía en las aceras. Soñó con parques que no tenía, tuvimos miedo a los transportes colectivos, pero nos metimos en ellos. Repensamos la movilidad y el comercio. Volvimos a pensar para qué habíamos hecho ciudades. La hiperglobalidad había vaciado a la ciudadanía de los productos estratégicos que necesitábamos cercanos, descubrimos que la agricultura y el campo eran esenciales, la industria sanitaria, el cuidado humano o el empleo. Nos dimos cuenta de algo esencial, que se nos había olvidado, nos hacia falta una ciudad más humana y más cercana. 

Hoy cuando nos acercamos a lo que llamaos una nueva normalidad, vemos que algunas cosas están cambiando, muchas otras nos dicen que van a cambiar y otras muchas, la gran mayoría se nos van olvidando. Recuerdo que se cortaron calles para ganarle carriles a los coches y poder andar mejor. 

Se dice que las ciudades se adaptan a todo siempre, pero no es cierto, muchas han desaparecido. Resurgen de terremotos, de incendios, de pandemias, pero no todas resurgen igual y algunas se quedan en el camino. Pero siempre aprenden poco. No quiero verlo de forma pesimista, ¿pero qué quedó de esas oportunidades de cambio que soñamos en el confinamiento?. De que el espacio público, la salud, la dependencia, la educación, la creación de inmensos espacios naturales, las inversiones en movilidad colectiva, el cuidado, el talento, la formación, el empleo, había que renovarlos. Que diría ahora, Ester Higueras, profesora del Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y el grupo de Arquitectura Bioclimática en un entorno sostenible (Abio), y tantos y tantos profesionales que han llamado la atención sobre la necesidad de renovar el hacer de nuestras ciudades y territorio. 

¿Conseguiremos calles con muchos menos coches, con más zonas peatonales, ciudades mas integradas en la naturaleza, mas bicicletas, más desplazamientos a pie, mejor salud, mejor educación, mejor empleo, mejores ordenaciones…..? Tenemos ya mucho pensado y escrito sobre los objetivos de desarrollo sostenible, para resolver la complejidad de las ciudades, integrar la diversidad, construir espacios mas igualitarios…. . Nuestros problemas no son la falta de espacios, ni de recursos, sino de voluntad de querer reformar los modelos, que sabemos que son ya muy poco eficientes y muy precarios . “Nuestros padres vivieron el cambio de la ciudad sin coches a la invasión del coche, nosotros podemos hacer al revés”, opina Higueras. El automóvil individual podría servir, como otras tantas cosas, pero serian de otra forma. Se abre una gran ocasión para acelerar medidas que hubieran llevado años. 

“Hay un gran consenso entre la ciudadania de las grandes ciudades en cambiar las relaciones humanas, más allá de ideologías, opina Leire Pajín, directora de Desarrollo Global del Instituto de salud Global de Barcelona (IS Global) impulsado por la Fundación La Caixa. Esta entidad es una de las organizadoras de los foros que están debatiendo sobre estas cuestiones . 

Desgraciadamente pocas ciudades están conformando equipos para pensar en cómo cambiar la ciudad tras el virus. En Barcelona, el nombre es significativo: Reset, en Madrid también están acumulando pensamiento. Quieren ganar calles para peatones. Quieren conseguir grupos de bloques de viviendas cerrados al tráfico, y recuperar pisos turísticos para convertirlos en viviendas de alquiler asequible. probar soluciones baratas y rápidas, reversibles, sin grandes obras “El espacio del coche tiene que reducirse en favor del peatón, no hay vuelta atrás, las calles deben ser más repensadas para los peatones. Hemos visto las ventajas de poder hacer lo máximo posible andando, cosas que se habían perdido en la ciudad, conocer al vecino, ver a los niños jugar en la calle, es emocionante”, reflexiona nuestro amigo Jose María Ezquiaga o José Segui apostando por hacer más ciudad o Salvador Moreno Peralta impulsando la vuelta a los territorios vacíos de las zonas rurales. 

Tenemos que conseguir mejores modelos posibles, las ciudades no pueden seguir así. La situación cada vez es más insostenible. Necesitamos visiones micros del urbanismo, practicas ensayadas sobre modelos más eficientes y humanos. ¿Que sentido tiene seguir generando problemas de salud?, más de 100.000 muertos anuales padecemos por modelos inútiles. Inutilidades para llenar basureros, precariedades de empleo y una formación y educación cada vez con mas insuficientes. 

De las ciudades y de la recuperación y revaloración de la agricultura y los espacios vacíos en el mundo rural tienen que surgir las soluciones. Y es fundamental la coordinación, hacerlo todos a la vez, porque mi solución no es solución sin ti, hemos descubierto la interdependencia. Hay que evitar que la crisis multiplique la desigualdad, mantener vivas las empresas capaces de colaborar no de acumular, usar dinero público con el máximo de impacto productivo colectivo. Muchos negocios van a disminuir, no por la pandemia, sino porque ya venían dando síntomas de obsolescencia, ya no sirven Los modelos productivos de las ciudades están mal distribuidos, excesos de algunas cosas antiguas y déficits de otras muy necesarias. 

“Ahora somos conscientes de la dependencia de nuestros modelos respecto a sistemas lejanos y con gran impacto ambiental. Ha habido una reacción positiva de las ciudades, un esfuerzo por fomentar la alimentación de proximidad. Hay que replantear la relación entre el campo y la ciudad”, considera Maria Simon de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (Etsam), especializada en alimentación de proximidad. En Riba-roja de Túria, 22.000 vecinos, el Ayuntamiento ha creado un “Amazon del pueblo” para reducir la brecha digital del pequeño comercio. Una veintena de ciudades españolas han firmado el Pacto de Milán de 2015 que reúne a más de 200 urbes del mundo, para impulsar la producción local y buscar sistemas alimentarios sostenibles “Hay que hacer campañas para concienciar a la gente y trabajar en los precios de producción y en la distribución. Menos del 5% de lo que entra en Mercamadrid llega de la Comunidad de Madrid”. 

El regreso a las teorías de la estadounidense canadiense Jane Jacobs y su concepto de «ciudad viva», expuestas en el libro La muerte y la vida de las grandes ciudades americanas, publicado en 1961, está más viva que nunca. No es cuestión de construir mucho más, y menos grandes proyectos, sino de reorganizar lo que tenemos, de innovar e investigar. Debemos ser más multifuncionales, una infraestructura puede servir para muchas cosas. 

Que vamos a hacer con los ancianos y los niños. Hay que descubrir el sentido de comunidad y de la relación entre los seres humanos. Redescubrir el sentido del arraigo, el vínculo con el lugar en el que se vive, que es lo que crea resiliencia comunitaria y ante una catástrofe resiste e incluso se transforma a mejor. Lo modelos urbanos para la convivencia entre las distintas edades no están bien resueltos. Reforzar la comunidad cercana, pasa por facilitar el acceso y la permanencia en la vivienda, ayudar al empleo local y darle prioridad en los proyectos públicos. 

Se debe pensar ya que las ciudades españolas tendrán una población cada vez más envejecida. “el envejecimiento en España no está planificado”. “Las residencias son carísimas y en las públicas no hay plazas. No hay solución fácil. El descubrimiento de esta crisis es que somos seres ecodependientes e interdependientes”. Necesitamos revisar nuestros modelos de empleo y negocio, el productivo y el reproductivo. ¿Cómo queremos atravesar las ciudades para trabajar, como pasear, como ir a hacer la compra, cuidar de los niños, de ancianos, cuidar de la casa, participar en una asociación vecinal?, ¿como nos queremos mover en transporte público, bicicleta o caminando?. Quizás todo fue un sueño de una época de confinamiento. 





Vicente Seguí Pérez (Economista- Urbanísta)