Dice Lorena Garceran que los Baños del Carmen es como una “isla paraíso anclada entre el mar y la montaña”. Es un espacio de “belleza responsable” de los que estamos tan necesitados en las ciudades contemporáneas. Son conceptos quizás poéticos, llenos de memoria y no de proyecto técnico. Lo cierto es que nos hacen pararnos y entender que estamos ante algo especial, escuchar su quietud. De manera que nos obliga a plantearnos la preservación de las identidades urbanas, aquellas que provienen de la memoria colectiva. No es una identidad particular, de personaje perdido que deambula en busca de autor, como en la obra de Pirandello, ni es un trozo mas de mercancía urbana. Si no mas bien, la realización de un personaje colectivo, esculpido en la conciencia ciudadana, por eso se exige “mantener su expediente de rescate” para devolver a la comunidad lo que ella ha creado.
Los Baños del Carmen tienen
esencia, esencia de ciudad, sustancia colectiva. Su rehabilitación no puede ser la del creador consigo mismo.
Cada vez esto es mas difícil en la ciudad, pero en los Baños del Carmen esto es
un gran error, porque si algo es los Baños del Carmen es sustancia urbana participada, por capas y capas de acción y de ilusión. Ya no vale el ejercicio del
arte cerrado con uno mismo, solo es posible la mediación, la recuperación de su
naturalidad, de su realidad de lo cotidiano. No hay proyecto de arquitectura en
el sentido clásico de la palabra, solo realidad, patrimonio sostenible en
términos sociales y naturales. Fragilidad e identidad.
Solo cabe un planteamiento
trasgresor, no radical. Solamente podemos plantearnos un proyecto que piense en
“mas allá”. No es un “mas allá” de otro
mundo, mas bien al contrario, al proyecto no le queda otro remedio que
transgredir la normalidad de este momento para hacer suyo toda una memoria
comunitaria. Hay algo también de trascender de pasar de un ámbito a otro, de
atravesar los limites que lo quieren separar del todo urbano.
Desde un punto de
vista filosófico, el concepto de trascendencia incluye además la idea superación o superioridad. Supone ir un «más
allá» del punto de referencia, «sobresalir»,
pasar de «dentro» a «fuera», de ir mas allá del ámbito de normalidad en que queremos tenerlo
encerrado, superando su limitación o clausura.
Agustin de Hiopona
pudo decir, refiriéndose a los platónicos:
«trascendieron todos los cuerpos buscando a Dios». Los Baños, como los
platónicos trascienden todos los “cuerpos” y buscan a Dios, esa esencia de
nostalgia que nos transmite. Trascendencia se opone, entonces a inmanencia. Lo
trascendente es aquello que se encuentra «por encima» de lo puramente
inmanente. Y la inmanencia es, precisamente, la propiedad por la que una determinada
realidad permanece como cerrada en sí misma, agotando en ella todo su ser y su
actuar. La trascendencia supone, por tanto, la inmanencia como uno de sus
momentos, al cual se añade la superación que el trascender representa.
Lo inmanente se toma
entonces como la ciudad de la normalidad, lo que vivimos en nuestra
experiencia, siendo lo trascendente la cuestión sobre si hay algo más fuera de
esa ciudad de la normalidad que conocemos. Es decir afrontar lo que es el universo.
Las respuestas a
esta cuestión tienen un origen cultural en lo mágico-religioso y su reflexión
crítica en la filosofía.
Hoy día la cuestión
no incide tanto en demostrar la existencia de ningún Dios, cuanto en el hecho
de que la ciudad en todo lo que es la problemática de su existencia de un modo
inevitable siempre está abierta a esa dimensión misteriosa de lo trascendente. Es la imagen de la
ciudad misteriosa la que nos atrae. Aquello que nos posibilita ampliar los
horizontes de nuestras percepciones, de la ciudad encerrada en la experiencia
de normalidad, de mercancía. Lo que queremos decir, es que mas allá de ciudad
mercancía, existe otra ciudad, es aquí donde se asienta los Baños del Carmen.
Los Baños del Carmen
se reconoce como una dimensión profunda de la ciudad, esa posibilidad de
ampliar los horizontes de nuestro conocimiento urbano. Es difícil en nuestros
días encerrarnos en el dogmatismo de que todo es mercancía. El reconocimiento
de la importancia de la vida social urbana abre una dimensión nueva, la
antropología urbana, que plantea el estudio de la dimensión “profunda” de la
ciudad, la ciudad como tal, como hecho de relaciones, y no como hecho
mercantil.
Las condiciones del
conocimiento que organizan la percepción
sensible de la ciudad, lo que corresponde a nuestras intuiciones puras.
Son estructuras subjetivas que, aunque trascienden el conocimiento y el campo
limitado de la experiencia individual y generan un conocimiento objetivo, no
permiten trascender el ámbito de la experiencia posible, comprendida como
ciudad. Por ello Kant en lugar de trascendentes las llamó trascendentales. De
ahí que los Baños del Carmen sea un espacio trascendental de la ciudad, la
magia de esa otra dimensión que nos apasiona.