Seis
años después del comienzo de la crisis financiera, el PIB de la mayoría de
nuestras ciudades europeas está por debajo del nivel que tenían antes de la
crisis. Nuestras ciudades han perdido el liderazgo no solo del conocimiento
sino también de aportar respuestas a la depresión actual. Están en peor
situación que las de Japon o el Pacifico Asiático después de la crisis
financiera de los setenta y ochenta, e incluso que la de la gran depresión de
los años treinta. La esperanza de recuperación que se nos vende no deja de ser grandes números estancados. El
desempleo, la desigualdad y la brecha de producción urbana ha alcanzado niveles
sin precedentes y las perspectivas de crecimiento de las urbes europeas están muy
por debajo de sus posibilidades.
El paro
persistente y la emigración del talento implica la amenaza de una generación perdida
y la desintegración social, el envejecimiento y la decadencia de las estructuras
urbanas y territoriales de Europa. Las medidas aprobadas de austeridad contra
la crisis han demostrado que las
soluciones aportadas no han hecho otra cosa
que incidir en nuestros problemas, anular las políticas urbanas y
devolver a las ciudades a la tercera división en las estrategias del desarrollo
económico europeo. Las reformas estructurales puestas en marcha no han sido
otra cosa que ajustes del capital financiero
y políticas monetarias en beneficio de los deudores financieros. El
resultado es que hoy ni el sector privado ni el sector público confían en los
productos urbanos, y la descapitalización de recursos humanos, de conocimiento
y de inversión no está haciendo otra cosa que profundizar en la deflación y el vacío de ideas.
Por eso
hace tiempo que vengo proponiendo un cambio drástico en las iniciativas urbanas que den un empujón a las inversiones públicas
de capital fijo productivo y remueva los
cimientos de la economía urbana y la administración pública de nuestra
ciudades, de manera que se cierre la brecha de la producción actual , se facilite
la absorción de jóvenes en el mercado de trabajo en condiciones solventes y se
contribuya al crecimiento a largo plazo dentro de nuevos modelos de sostenibilidad
y conocimiento. Las ciudades europeas deben volver a impulsar nuevos Pactos por
la Estabilidad, la Igualdad y el Crecimiento para salir de la crisis actual.
Esta
iniciativa requeriría introducir de forma gradual el aumento de la inversión
pública mediante nuevos proyectos productivos y eficientes. Asegurando la implantación de infraestructuras metropolitanas y
territoriales fundamentales para producir modelos urbanos regionales a largo
plazo, con especial énfasis en energía, transportes, reindustrialización,
investigación, conocimiento, Tic y estructuras sociales de bienestar. Estos
proyectos contribuirían a una interconexión de sinergias capaces de aprovechar
ventajas comparativas en un mundo globalizado, el fomento del comercio, el
bienestar, la igualdad, la inversión privada y la movilidad, modelos de
crecimiento basados en el conocimiento y la sostenibilidad.
Estoy
convencido que una de las salidas de la crisis europeas pasa por cambia los
modelos urbanos, rompiendo las brechas actuales de producción urbana, lo que nos ayudaría a sincronizar mejor los ciclos económicos y promover las reformas que nuestras ciudades
necesitan. Pero para ello necesitamos ciudades responsables y colaborativas, no
competitivas. Esta responsabilidad de poner fin a casi treinta años de
urbanismo fallido corresponde a todas las ciudades, sería una irresponsabilidad
que el movimiento urbano se abstuviera de poner su esfuerzo en salir de esta
crisis, los multiplicadores que hoy el
mundo urbano ofrece en la escala global son de tal envergadura que no tendría
lógica sentirnos ajenos a las necesidades de nuestros ciudadanos en la economía
deprimida que hoy tenemos.