Todos los movimientos
sociales nacen de la comunicación, de las relaciones y del intercambio. El
individuo aislado no tiene fuerza, aunque se enfade o se indigne. Puede
suicidarse, eso sí. Los suicidios son lo que precede a las revoluciones. La
gente pasa de la humillación a la autodestrucción. La suerte es que existe un
espacio de comunicación, Internet, en el que muchos jóvenes viven.
La gente se organiza
donde vive. Los obreros se comunicaron en las fábricas, los jóvenes de hoy lo
hacen en Internet, pero es vital que luego ocupen el espacio público. Ocupar
las ciudades es la antesala de la existencia de todo movimiento. Al ocupar un
espacio público, la gente se da cuenta de que existe y de que puede imponer su
derecho a la ciudad por encima de las reglas dominantes.
Lo que produce los cambios
históricos es la combinación de un espacio de comunicación, un espacio de
reunión, y de un espacio de incidencia política. Son las viejas libertades (de
reunión, de expresión) traducidas a la era digital. Los movimientos nacen en la Red pero se organizan en el
espacio urbano. Y como la ocupación del espacio urbano no se puede eternizar (a
veces de eso se encarga la policía) se repliegan en la Red , pero no desaparecen. El
espacio público que ha reconocido su existencia queda marcado para volver a ser
usado en el tiempo.
El espacio público es el
espacio físico comunicado y civilizado. Este es el sujeto clave de la
urbanidad, de la ciudad y por tanto de la comunicación y de los movimientos
sociales. Aquella política que pierde la capacidad de comunicarse en el espacio
de lo público se aleja de la ciudadanía y pierde su razón de ser. Hacer
ciudad es saber entender el espacio de la colectividad, es saber manejar el
rito de la magia urbana, detectar los puntos donde se cargan los movimientos de
comunicación para expandir su energía y conformar la ciudad.
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