El
urbanismo no está hecho para dirigir la ciudad, sino para
mirarla , enseñarla y comprenderla. Seguimos empeñados en secuestrar la
ciudad, para que solo diga y haga lo que quieren algunos planificadores que
diga y haga. Los técnicos y políticos metidos a dioses urbanos no logran comprender que la ciudad como la
vida no se controla aunque si se abraza.
De
alguna forma la ciudad es como una “feliz desilusión”, porque la pasión
urbana planificada es ilusoria, como todos los intentos por controlar la vida. La
felicidad técnica de la planificación es ficticia y la desgracia verdadera,
autentica. Los urbanistas aman las ilusiones que ellos mismos se hacen acerca del otro, se alegran por sus
proyectos de futuro , sin que hayan aprendido de verdad a amar al otro, al
sujeto real, al verdadero hacedor de la ciudad: el ciudadano.
El
urbanismo esta siempre de lado del amor verdadero. Si la
ciudad no se corresponde con las ilusiones del urbanista, tal vez no se
equivoque la ciudad, sino esas ilusiones que son vanas. Si es al revés, mejor
me libero de esas ilusiones. Si aceptamos a la ciudad tal como es, no
manipulada ni contaminada, entonces la amaremos tal como es y lo que llamamos
una feliz desilusión, será un encuentro con la sabiduría.
El
urbanismo es la búsqueda de la verdad, el placer de entender. Nos gusta
mas entender que no entender. Aunque sobre todo lo que mas nos interesa es
buscar la mayor verdad posible, la mayor felicidad posible, intentando
articular ambas cosas.
Buscar
la felicidad en la planificación ilusoria es otra cosa. El urbanista en el
fondo tiene dos amores : la verdad, la razón, entender y la felicidad. Intenta
vivir ambos amores juntos pero debe privilegiar a la verdad.. El hecho de que
un proyecto o un plan le haga feliz no
quiere decir que tenga que proyectarlo o pensarlo en términos profesionales ,
porque muchas ideas urbanas nos hacen felices mas fácilmente que muchas
verdades . La felicidad es el objetivo pero la verdad es el camino.
Hoy
no sabemos ni el objetivo ni el camino y nos perdemos en vanas ilusiones cuando
no en restricciones producto de nuestros miedos. Hecho de
menos la Málaga de la libertad y de la luz de mi infancia y mi juventud, la
Málaga de las identidades mas locales que me hacían diferenciar sus partes
tanto en el pensamiento como en mis rutas peatonales interminables, la que me
hacia relacionar los entornos y guiarme entre ellos sin perderme, la que tenia
sabiduría en las dimensiones físicas de sus espacios urbanas, aquella en la que
los distintos modos de vida influenciaban a la ciudad, la Málaga que anhelaba
la gestión urbana de la economía, la cultura "gloca"l: centro y periferia
razonando y dialogando o el valor de la
gobernanza urbana en sus habitantes y en sus procesos. Hecho de menos ese
urbanismo que no dirigía sino que abrazaba y enseñaba y por el que yo
deambulaba repleto de luz y de libertad.
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