jueves, 28 de mayo de 2015

¿ QUE ES LA CIUDAD? escrito por Vicente Seguí Pérez


                                         
 La Ciudad significa tribu, comunidad. No una comunidad que se realiza gracias a elevados vínculos o ideales, sino porque sus habitantes viven unos cerca de otros, porque se conocen, porque luchan juntos y porque en cierto sentido están emparentados. Los modos de comunicación on line o tecnológicos no son formas sustitutorias de el concepto de vecindad. La comunidad no tiene un sentido de exclusividad, sino de comunidad verdadera, arraigada, carnal, política, a diferencia de cualquier comunidad utópica. Los seres humanos y la naturaleza no solamente habitan en comunidad, no solamente pertenecen a una determinada sociedad, sino que en si mismos son comunidad, son ciudad, son polis.

El concepto de comunidad, de ciudad, de polis no se refiere solo a una organización puramente técnica o normativa, así como la democracia no ha existido únicamente para establecer reglas de comportamiento social. ¿Donde sino en la ciudad, el ser humano se realiza, desarrolla las diversas posibilidades de su personalidad? ¿Donde sino es sanado y liberado?. En este sentido, la ciudad, la vida política, significa mucho más que traficar con “leyes parlamentarias”. La plenitud humana solo se realiza en comunión con los vecinos y vecinas, con las cosas, con los animales, con la naturaleza, con los dioses internos de cada uno. Todos los seres  vivos constituyen una polis, una ciudad. Sin todo esto, sin entender el fluir de la vida, la no dualidad, la violencia o la desigualdad, una ciudad, una civilización, nunca podrá hacer posible la plenitud humana, objetivo verdadero del concepto de comunidad.

La civilización cristiana destruyó  teóricamente el significado globalizador de la ciudad, distinguiendo entre ciudad de dios y ciudad terrenal. ¿Por qué? Porque asistió a la destrucción de los ideales griegos y romanos. La comunidad, la ciudad, estaba prácticamente destruida. Para la mayoría de la gente era imposible alcanzar el ideal de ciudad. Los antiguos dioses habían sido expulsados de ella, los santuarios destruidos, la vida política  masacrada, como hoy vemos que ocurre en los territorios donde el fanatismo islámico irrumpe con violencia.

Constantino al introducir el cristianismo como instrumento de poder, los seguidores de los dioses antiguos fueron perseguidos, todo ello con una motivación política, controlar el antiguo orden político del Imperio Romano que estaba en plena decadencia, por terribles que fueran las consecuencias para la cristiandad posterior, pero en ese momento era lo único imaginable.

 Agustín de Hipona defendía la unidad entre la ciudad del cielo y la ciudad terrenal, quería salvar la unidad de la vida humana en la polis, pero sabia que alcanzar la salvación en una sola ciudad, en aquel momento, era un sueño irrealizable. Había esclavos, mujeres, niños, mucha gente que no podían formar parte de ese proceso de unidad y abre una posibilidad: permitir a la gente  la opción de acceder a una ciudad divina, un cielo difuso, en el que siempre se había creído tradicionalmente. Y les dice, puesto que es imposible para la mayoría de la gente realizar aquí la vida humana  en sentido pleno, démosles otra oportunidad, una ciudad-cielo. Puede que este sea un pensamiento pastoral extraordinario, pero significa el comienzo de una dicotomía entre cielo y tierra, una confusión y una realidad irreal, torticera, una dualidad, que a partir de entonces se extiende en el cristianismo. ¿Puede la ciudad real, la ciudad terrenal, posibilitar la reconciliación, la unidad global, la igualdad? .Éste es uno de los principales deberes que el cristianismo actual debe a occidente.

Si la ciudad es algo, és que es comunidad, la comunidad es ciudad, somos ciudad. El hombre no puede realizar su vida, su naturaleza, sin ser algo mas que individualidad, que un ego particular, preocupándose solo por el control de su cuerpo, por su seguridad personal, por su salud propia, por un conocimiento elitista, por el embellecimiento en solitario de su alma y por tener buenas relaciones con su otro. Las personas no son solamente individuos, su riqueza humana va mas allá. El descubrimiento del ser pasa por darse cuenta de que soy “atman”, soy ciudad, soy comunidad, o mejor dicho, que “atman”, ciudad, es aquello que también soy. Esto puede que no sea todo ello un descubrimiento racional, la ciudad no es toda ella racional, lo he dicho muchas veces, la ciudad se revela por si misma, contra mas silencio interior tenemos, ella mas surge y nos descubre su verdad. Por ello, deberíamos seguir atentamente sus huellas, puesto que a través de ella muchas cosas se conocen.

Los chinos vivieron algo parecido durante el siglo XIII o los Upanishad durante el siglo VI antes de C. Nosotros hace algún tiempo empezamos a sentir sus consecuencias, es imposible que solo con la tecnología podamos dominar las diversas áreas del saber urbano. No podemos saberlo todo. Nos damos cuenta que contra mas creemos saber, mas nos damos cuenta que sabemos menos. Creamos una inflación de saber, de técnicas y de normas, que se transforman en ansiedad. Tenemos tanta bibliografía a nuestro alcance, es tan extensa que nadie, ni siquiera los especialistas  pueden agotarla. Al final nos limitamos a extractos de extractos de un tema determinado. ¿Cómo puedo comprender la ciudad si intento comprenderla cuantitativamente? ¿Puedo comprender algo mas que aspectos particulares, fragmentarios?.

Esta fue la critica de Heraclito a los pitagóricos, aunque pudiera conocerlo todo, este saber no sería conocimiento verdadero, lo mismo está planteado en la tradición índica, “Donde hay dualidad uno ve al otro, uno huele al otro, uno saborea al otro, uno piensa al otro, uno toca al otro, uno conoce al otro. Pero cuando se convierte en “atman”, ¿a través de qué y a quien hay que ver? ¿Cómo puede conocerse aquello gracias a lo cual conocemos toda la realidad?. La pregunta adecuada es entonces ¿Cómo podemos conocer la ciudad?.

Necesitamos un cambio radical de dirección. O nos orientamos hacia la producción urbana (tecnocracia) o bien hacia la mejora de los sujetos (humanismo) Son orientaciones excluyentes como principio. Es cierto, que en nuestra época la tecnocracia domina al humanismo. Lo que trata la tecnocracia,  es de conseguir poder, dominar, cambiar o destruir la ciudad, con su ayuda podemos obtener resultados, pero solo para unas minorías, algunas personas conseguirán la felicidad otras no, necesitamos incorporar otros factores completamente distintos. De eso se trata, de la plenitud de la ciudad,  y de la participación de sus habitantes en esta plenitud.


El humanismo es la cultura de lo “humano”  y no la habitual imagen antropocéntrica del ser humano. Por ello, como añadido diré, que ni las personas, ni la ciudad son el centro de todo, son parte del “esplendor de lo real”, de la vida, del universo.


Esta decisión de la que hablo es fundamental, y no es de carácter individual, nos concierne a todos. Que vivamos en una comunidad feliz, no es una pregunta individual. Si la prioridad de nuestra comunidad está orientada hacia la felicidad o hacia el poder, solo podemos determinarlo colectivamente. Tenemos que dejar ser a la ciudad, apenas queremos introducir en ella la voluntad del poder o de mi yo egocéntrico tecnócrata, descubrimos que la ciudad se perjudica. La salud global de la ciudad se produce aquí y ahora, no en el reino del por venir, no en la ciudad de dios, no en un cielo difuso.