lunes, 11 de mayo de 2015

LAS EXPRESIONES SUBTERRANEAS DE LA CIUDAD (I).




                  "La cultura oficial sale a tu encuentro, pero al underground tienes que ir tú". (Frank Zappa)


Siempre me han atraído los personajes y  las ideas perdedoras, esas que quedan enterradas por el ascenso de una cultura dominante que lo homogeniza todo y sepulta la historia, que a todos nos hace iguales,  como si solo hubiera existido en el tiempo un único pensamiento y una única existencia, hasta que un buen día, por azares del destino, por una crisis, por una injusticia, por amor, porque nos damos cuenta que esto es un rollo o porque simplemente el viento cambia, descubrimos que el mundo era y es mas diverso de lo que pensábamos, mas divertido y mas lleno de antihéroes maravillosos. Eso ocurre en muchos de los personajes de las películas de Clint Eastwood, como en Sin Perdón, El Aventurero de la Media Noche, Los Puentes de Madison, Mystic River o Milton Dólar Baby, ocurre en el Jazz o en Flamenco o en tantos otros mitos y leyendas de la historia, del arte y de la vida,  que al arañar la tierra olemos la verdad que hay en ellos. Cuento esto, porque quisiera dedicar unas líneas, a través de tres artículos, a ese mundo de las ideas y de la vida, que la cultura de la de la civilización industrial quiso enterrar en el olvido, pero que siempre encuentra rendijas para salir donde menos se la espera, como la naturaleza surge en las grietas mas recónditas de las ciudades o como los ancianos están dispuestos a formar parte del paisaje urbano a pesar de que algunos  quieran rociarlos  con veneno “alimenticio” .
 
Durante el siglo XIX, con la revolución industrial, la situación cultural del universo urbano se agita por la crisis a que es sometida la sociedad por los nuevos procesos y cambios económicos y sociales. Esta situación, produce que las ideas intelectuales y artísticas se agiten, fermenten y se aviven, apareciendo todo un conjunto de experiencias con una idea común, el rechazo radical o la reforma de la nueva civilización industrial que se estaba imponiendo. Algunas de estas ideas han quedado enterradas por los tiempos y otras han alimentado y animado ideologías, modelos e instituciones que han perdurado a los largo de los siguientes años y siglos, apareciendo por las esquinas en momentos de crisis sociales y económicas o cuando la conciencia se empeña en experimentar lo que nadie espera.
 
Enumeralas todas resulta difícil, pero me gustaría comentar o señalar algunas que nos permiten detectar la riqueza intelectual y activista de estos años, aunque muy centradas en el panorama de Inglaterra. A fin de cuentas el Reino Unido era el faro que alumbraba a Europa y a todo el mundo en lo que tenía que ver con esta nueva civilización. Se trata de posiciones variadas, modos diversos, que mantienen conexiones internas, aunque no resulte fácil de clasificar de manera sistemática.

 En este intento de enumerar todos estos movimientos e ideas que quedaron lastrados aunque latentes en el que hacer urbano durante este tiempo, corresponde un puesto de relieve, a los movimientos del socialismo utópico, desde los owenianos en Inglaterra hasta los fourieristas y saintsimonianos en Francia, que recogen la herencia de Rousseau. Por otra parte, surge con fuerza una posición critica hacia estos por parte de Marx y Engels; tras las jornadas de junio de 1848 en Francia, la conexión entre instancias políticas y urbanísticas que tanto habían conformado la ciudad, ya no es posible para ellos. Así por un lado quedan los movimientos políticos, el marxismo y el socialismo  y por otro, la propia actividad legislativa urbana de los gobiernos y administraciones locales, en los que conviven fermentos progresistas y reformistas que tienden a contrarrestar la relación de subordinación de la actividad pública respecto a la actividad privada, en donde encontramos entre otros a los movimientos a favor de los parques públicos o los debates sobre la cuestión de la vivienda. 1848 es también el año de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista, esta fecha así se convierte según Benévolo en el comienzo del urbanismo moderno, así es el momento, como hemos comentado, de la separación entre la experiencia urbana y la política, el fin de la utopía y el triunfo de la técnica que en los siguientes años transformará ciudades como Londres, Paris o Barcelona liderados por el nuevo conservadurismo europeo.

Mención a parte, hay que tener para Etienne Cabet, agitador carbonario, muy activo en la revolución de 1830, exiliado en Inglaterra entrará en contacto con Robert Owen. En este mismo contexto, aunque muy alejados ideológicamente encontramos los Modelos Paternalistas Reaccionarios, del anglicano John Minter Morgan  y James Silo Buckingham. Y Las  Colonias Religiosas en Norteamérica: cuáqueros, pietistas, shakers, zoaristas, moravos, rappistas o harmonistas  (seguidores de George  y Frederick Rapp), los inspiracionistas  (bajo la cabeza espritual de Christian Metz), los hutteristas, los mormones....

Con un carácter mas artístico y reformador, aparecen los análisis dramáticos de Thomas  Carlyle, los movimientos estéticos sociales de Pugin y Ruskin y el programa cultural y político de William Morris. Los movimientos de Arts and Crafts, el Garden Movement o el Deutsche Werkbund. No quisiera acabar sin nombrar a  Martha Beatrice Potter Webb ligada a la Sociedad Fabiana, que participó activamente en la constitución del Partido Laborista Británico. Ni tampoco dejar de tener en cuenta a todo un conjunto de arquitectos que reflexionaron y trabajaron por una arquitectura mas social y contemporánea, entre otros  Ebenezer Howard (creador de la Ciudad Jardin), Raymond Unwin, Patrick Geddes, Frank Lloyd Wriht, Ricard Norman Shaw, C.R. Ashbee, William Ricard Lethaby, Hermannn Muthesiu o la fundación en 1919 de la Bauhaus por Walter Gropius con el que empieza el movimiento moderno.
 
 Evidentemente la lista podría aumentarse con decenas de otras iniciativas, aunque no pretendo ser exhaustivo, sino simplemente mostrar la amplitud del panorama intelectual y de ejemplos que han convivido en el “underground” urbano.

Es imposible no captar con tal de que pongamos un poco de atención, incluso hoy día, las mutaciones radicales que se han producido y se producen en el paisaje urbano, físico y social, debido a las tensiones y descomposiciones, producidas por el triunfo del modelo librecambista. El espacio fue reducido a un mero producto de los mecanismos económicos, y remitido exclusivamente a una categoría ideológica.. El análisis urbano se limitó a observar la ciudad como expresión de la producción material, en donde la arquitectura industrial  y simbólica del nuevo poder imperante celebró en las ciudades, con la construcción de estaciones de ferrocarriles, edificios de oficinas, grandes espacios comerciales, nuevos parlamentos, equipamientos representativos de la nueva civilización o barrios residenciales acordes con los nuevos postulados de vida. La arquitectura de la ciudad abandonó los signos, símbolos, mitos, ideas, imágenes, sentimientos, modos y formas de vivir, reflejos del uso y participación de la ciudadanía en la producción y uso de ciudad que no tenían que ver con la civilización librecambista industrial triunfante.

En este contexto, en general, aunque existan muchas y buenas excepciones, no podemos dejar de comentar el papel de esa disciplina naciente a mediados del XIX “agarrada” a los nuevos ideales librecambistas. La arquitectura se situó, en este nuevo tiempo,  tradicionalmente, en el dominio de la expresión artística propia de esta cultura industrial, e incluso absorbió todo lo útil de este dominio, colocándose como algo trascendente por encima del propio ser humano y de cualquier otra visión  y uso de la ciudad. La arquitectura cumplió el papel de desmontar toda la lógica “simbólica participativa” de la ciudad preindustrial. Y nos aportó toda unas nuevas maneras de hacer, de las que hoy nos sentimos herederos, en lo que tienen de acertada reflexión de algunos buenos arquitectos, aunque a costa de separase de los sentimientos de los habitantes de las ciudades..

El desarrollo del capitalismo industrial quebró la coherencia y la fusión intima de la ciudad integrada preindustrial, poniendo al desnudo despiadadamente la lógica material de la producción urbana, de los artefactos jurídicos  y de funciones nuevas, en contra del espacio simbólico participativo del espacio.

No pretendo utopizar la ciudad preindustrial, sino simplemente expresar que las nuevas relaciones de poder de la ciudad burguesa nacida con los modelos librecambistas han velado  y sumergido modos de hacer la realidad urbana, que no obstante han seguido  elaborándose mediante la producción intelectual y el “que hacer diario” de las personas,  y que  a través de ellos siguen floreciendo y evolucionando, incluso han enriquecido el panorama cultural y social, a veces solo intelectualmente y otras influyendo decisivamente en el que hacer urbano. Estas nuevas relaciones de poder  se han sustentado en dos niveles: por un lado, inventado desde arriba “falsos mitos” de cómo debe ser la ciudad, que insisten en lógicas estructurales inventadas desde “arriba”, que nada tienen que ver con la realidad de la vida de las personas, ni con los lugares donde se asientan, y de otro lado, se ha utilizado a la arquitectura y  los modos inducidos de apropiación ideológica que esta propone, como manera de controlar e industrializar la forma y la planificación de la ciudad, reduciendo esta a una mera apariencia formal y de consumo, ajena a cualquier raíz social o de participación de la ciudadanía.

La arquitectura, en esta posición, que no es toda evidentemente, ha tenido un uso ideológico intencionado en la producción de la ciudad burguesa, estando presente en todos los momentos de la privatización del poder político y cultural del urbanismo. Ha sido el vasto campo de elaboración, de las practicas de representación de las clases dominantes,  de la relaciones sociales urbanas  y de su contención.  Cuando esas relaciones se han deteriorado o liberado del constreñimiento frente a la lógica de producción imperante, que especializa y separa las partes de la ciudad, se ha pedido de nuevo a la arquitectura que construya nuevos “mitos” de ciudad que resuelvan súperestructuralmente los conflictos de la ciudad. Cuando han surgido crisis inmobiliarias y de modelos de producción y consumo,  de nuevo se ha vuelto a reclamar a la arquitectura, desde su ámbito privilegiado,  el despliegue  de nuevos modelos ideales para desarrollar “nuevos mitos” , adecuados a la recomposición de los conflictos surgidos. En la practica la arquitectura, ha encontrado en la civilización industrial sus modelos de  representación, viendo la ciudad simplemente como un objeto de consumo, producción y distribución, conocimiento formal y productivo. Una parte de la arquitectura, de las que no es ajena otras disciplinas, ha asumido con gusto ese papel exclusivo sobre el que recae la resolución y mediación de los conflictos sociales y lucrativos en la ciudad. La arquitectura asume así, en general,  el papel de correa de transmisión de la producción industrial de la ciudad y de las ideologías de las clases dominantes, para afirmar su suprahistoricidad  necesaria e inevitable.


 







Segregación e integración; periferias y compacidad, esta es la dimensión ideológica de la ciudad industrial. Ciudad popular  por un lado y ciudad burguesa por otra. Ciudad partida, ciudad segregada. Separar, separar siempre. Para muchos urbanistas la vida en las ciudades no se desenvuelve jamás como debería. Inventan toda clase de teorías destinadas a transformarlas totalmente. Pero en cuanto hacen algo surge otra teoría que se opone. Siempre hay partidarios  que acaparan  la opinión mas interesada. No obstante la ciudad, lo que me interesa de ella,  sigue su curso, pero estos grandes hombre siguen creyendo en sus propias teorías o en las que han adoptado, siguen creyendo que lo que ellos hacen es lo que verdaderamente necesitan las ciudades. Todos consideran sus teorías fantásticas, sobre todo porque no tienen en cuenta  lo mas importante, el papel que desempeñan los habitantes y la vida orgánica en el proceso “real” de ciudad.  Por eso, mejor miremos debajo de los adoquines y a ras de tierra, en las esquinas, en las calles y balcones, miremos a los ojos de muchas y muchos habitantes de la ciudad  y veremos lo que ellos construyen. Esa es la ciudad que a mi me interesa.