martes, 9 de septiembre de 2014

INVERTIR EN EL FUTURO DE NUESTRAS CIUDADES.

Seis años después del comienzo de la crisis financiera, el PIB de la mayoría de nuestras ciudades europeas está por debajo del nivel que tenían antes de la crisis. Nuestras ciudades han perdido el liderazgo no solo del conocimiento sino también de aportar respuestas a la depresión actual. Están en peor situación que las de Japon o el Pacifico Asiático después de la crisis financiera de los setenta y ochenta, e incluso que la de la gran depresión de los años treinta. La esperanza de recuperación que se nos vende  no deja de ser grandes números estancados. El desempleo, la desigualdad y la brecha de producción urbana ha alcanzado niveles sin precedentes y las perspectivas de crecimiento de las urbes europeas están muy por debajo de sus posibilidades.

El paro persistente y la emigración del talento implica la amenaza de una generación perdida y la desintegración social, el envejecimiento y la decadencia de las estructuras urbanas y territoriales de Europa. Las medidas aprobadas de austeridad contra la crisis  han demostrado que las soluciones aportadas no han hecho otra cosa  que incidir en nuestros problemas, anular las políticas urbanas y devolver a las ciudades a la tercera división en las estrategias del desarrollo económico europeo. Las reformas estructurales puestas en marcha no han sido otra cosa que ajustes del capital financiero  y políticas monetarias en beneficio de los deudores financieros. El resultado es que hoy ni el sector privado ni el sector público confían en los productos urbanos, y la descapitalización de recursos humanos, de conocimiento y de inversión no está haciendo otra cosa que profundizar en la deflación  y el vacío de ideas.

Por eso hace tiempo que vengo proponiendo un cambio drástico en las  iniciativas urbanas  que den un empujón a las inversiones públicas de capital fijo productivo  y remueva los cimientos de la economía urbana y la administración pública de nuestra ciudades, de manera que se cierre la brecha de la producción actual , se facilite la absorción de jóvenes en el mercado de trabajo en condiciones solventes y se contribuya al crecimiento a largo plazo dentro de nuevos modelos de sostenibilidad y conocimiento. Las ciudades europeas deben volver a impulsar nuevos Pactos por la Estabilidad, la Igualdad y el Crecimiento para salir de la crisis actual.

Esta iniciativa requeriría introducir de forma gradual el aumento de la inversión pública mediante nuevos proyectos productivos y eficientes. Asegurando  la implantación  de infraestructuras metropolitanas y territoriales fundamentales para producir modelos urbanos regionales a largo plazo, con especial énfasis en energía, transportes, reindustrialización, investigación, conocimiento, Tic y estructuras sociales de bienestar. Estos proyectos contribuirían a una interconexión de sinergias capaces de aprovechar ventajas comparativas en un mundo globalizado, el fomento del comercio, el bienestar, la igualdad, la inversión privada y la movilidad, modelos de crecimiento basados en el conocimiento y la sostenibilidad.


Estoy convencido que una de las salidas de la crisis europeas pasa por cambia los modelos urbanos, rompiendo las brechas actuales de producción urbana,  lo que nos ayudaría  a sincronizar mejor los ciclos económicos  y promover las reformas que nuestras ciudades necesitan. Pero para ello necesitamos ciudades responsables y colaborativas, no competitivas. Esta responsabilidad de poner fin a casi treinta años de urbanismo fallido corresponde a todas las ciudades, sería una irresponsabilidad que el movimiento urbano se abstuviera de poner su esfuerzo en salir de esta crisis, los multiplicadores que  hoy el mundo urbano ofrece en la escala global son de tal envergadura que no tendría lógica sentirnos ajenos a las necesidades de nuestros ciudadanos en la economía deprimida que hoy tenemos.