Desde esta experiencia, desde el análisis de sus
historias, de las preguntas que nos hagamos, podremos saber en que falló el
“modelo” y en qué no puede volver a “fallar”, porque si no comprendemos el
“trauma” y nos dejamos arrastrar por la
inercia, nos costará mucho más ponernos a “flote”. Y el reto esta ahí. Porque
no se trata de recetarios, ni de medicalizar la ciudad, no hay una pastilla
concreta, se trata de poner respuestas a las preguntas, poner recursos,
profesionales adecuados, equipos coordinados,
gestionar intangibles, organizar estructuras, a veces la mejor respuesta
proviene del modo de “escuchar al paciente”, poner sobre la mesa “programas” ,
hacer Dafos que nos construyan puentes para llegar a las respuestas, hacer
“estrategias” para ver hasta que punto somos capaces de desbloquear esas
respuestas “tangibles” que se han convertido en corazas tan nuestras que nos
impiden observar que la ciudad también puede ser otra cosa. Del mismo modo que
existe una gestión de lo tangible, también existe una gestión de lo intangible,
una gestión de la organización, de las respuestas que damos a la preguntas, del
modo que construimos redes o interactuamos, y que además podemos y debemos
experimentar y evaluar.
Los problemas de nuestras ciudades y territorios hoy
son de organización en todos los sentidos, de ayudar a resolver los
“sinsentidos” que nos rodean, la basura que nos hiede, los muros y cortapisas
que ponemos consciente e inconscientemente a la libertad como condición
irrenunciable de la persona. Es la organización y sus derivados la que hoy nos
impide progresar adecuadamente.
Lo que quiero decir, es que el conflicto urbano
contemporaneo, que se impregna en nuestra noción de identidad, no puede ser
“mirado”, ni desenredado, ni por tanto, estructurado, organizado, liderado o
impulsado de una manera distinta, sino es reconocido social y políticamente,
este no reconocimiento genera profundas crisis e ineficiencias en nuestras
ciudades. Y eso que la noción de identidad, verdadera y única no existe, como
no existe el modelo perfecto, “Nadie es perfecto” como diría Billy Wilder en
“Con faldas y a lo loco”, sabia ironía. Claro que la Ley nos determina, nos
dota de una identidad colectiva, pero necesitamos una “voluntad de ser” ciudad,
voluntad de articular, interactuar con el dialogo, con evaluaciones a nuestros
programas y correcciones de esos programas
en lo que no nos sirven.
Porque lo que nos estamos planteando en esta mesa es, que
queremos un nuevo desarrollo, queremos retomar un nuevo modelo, tras una agonía
traumática. Y para esto, lo que os estoy diciendo, es que hay que aceptar el
trauma y reconocerlo, que no la
culpabilidad. Aunque el no jugar a culpabilidades no quiere decir que no
existan errores, irresponsabilidades, incluso culpas sociales. Lo cierto es que
el modelo urbano surgido de la época del gilismo ha dejado muy malversada a la
ciudad. Que ha sufrido un proceso de “inflamación urbana”, de descrédito. Esto
le ocurre siempre a aquellas ciudades que entran con mucha rapidez y poca conciencia en un “hecho
traumático” y diluyen sus significados
y modelos colectivos banalmente.
No es, por tanto, un efecto de las modas, que hoy
debatamos sobre el modelo en términos estructurales y organizativos, es una
necesidad imperiosa, si queremos responder al imperativo de “dar sentido” al
goce urbano que deseamos para Marbella..
Es verdad, que una ciudad no puede curarse de todo,
los modelos urbanos no son perfectos, pero también es verdad que si no se hace
nada, uno no se cura de nada, y si hace
algo, a veces mejora un poco, aunque no siempre. Esto es lo que nos planteamos
hoy ¿qué es ese algo que igual nos permite mejorar un poco, vencer prejuicios
inútiles, “navegar por el torrente urbano” con mas “sabiduría “, definir con
mas acierto el modelo urbano, de manera
que acerque a Marbella a una mayor felicidad, en términos de igualdad,
justicia y sostenibilidad?. A algunas de estas cosas he querido responder con
esta breve ponencia.
Muchas personas, tenemos la impresión que Marbella,
ha sido “maltratada y golpeada”, y si la abandonamos en este proceso, si no la ayudamos adecuadamente a reconocer su
capacidad propia e independiente para salir fortalecida de su catarsis, puede
que se repita este comportamiento, que suele ocurrir en mas del 40% de los
casos. La manera en que respondamos al “trauma” determina nuestra superación.
Algunas ciudades han sido masacradas y convertidas en delincuentes y las
personas han sido marginadas y
aisladas. Hannah Arendt podría contarnos mucho sobre estas cosas, ella supo
pensar contra ella misma, coger perspectiva y analizar la manera de salir de
ese “mal” que nos impregna y golpea duramente a veces.
La ciudad muchas veces no es mas que la naturaleza a
la que se enfrenta, y esta naturaleza no es a veces solo de carácter físico
formal o jurídico, aun cuando muchas veces descarguemos excesivamente sobre
estas cuestiones la culpabilidad, lo que no quiere decir que no tengan nada que
ver. Pero en lo que quiero poner el acento es que la naturaleza a la que se
enfrenta la ciudad contemporánea es la naturaleza psíquica de sus colectivos,
la formulación de su modelo urbano político, la sumisión cortoplacista al maltrato. Es decir, que orden y
organización queremos dar al sentido urbano de nuestras ciudades.