UN ENFOQUE HUMILDE DEL URBANISMO
Es imposible definir con precisión qué es la ciudad, en el
sentido “profundo” de su termino, no en su visión escenógrafa o frívola. En
todo caso, la definición supone un quehacer intelectual y la ciudad en la mayoría de sus casos
prefiere ser imaginada. Intuitivamente sabemos que la ciudad tiene que ver con
la autenticidad y la profundidad, como cuando se dice que cierta música tiene
alma o que una persona notable está llena de alma. Asimismo a los urbanistas
nos debe interesar no perder el “alma” de la ciudad, la plenitud urbana que
expresa. Cuando examinamos de cerca el concepto de “plenitud de ciudad”, vemos
que se relaciona con la vida urbana en todos sus aspectos. La ciudad se revela
en la conversación, en la comunidad, en la comunicación interior, en la
intimidad, en los afectos que genera, en las relaciones que produce, en la
igualdad que trasluce, en sus esquinas, paseos o añoranzas. Es tan poliédrica
como la vida misma y llena de múltiples miradas, de ahí su complejidad y su
sencillez.
En los urbanistas contemporáneos se percibe, no por tacita menos clara, un tono de
salvación de la ciudad, en el que está implícito que si hiciéramos lo que
ellos nos aconsejan se terminarían
nuestros problemas. Pero la ciudad tal como la concibo aunque si es un objeto de aprecio y
necesidad, nunca debe ser considerada como una obra de arte, ni tampoco
prometer el cielo. Los urbanistas podemos ofrecer recetas para vivir bien y sugerencias para una filosofía urbana
realista y practica. Este enfoque mas humilde es el que a mi me interesa, que
acepta las debilidades de la ciudad y que considera la dignidad y la paz como cosas que emergen de esa aceptación de
la condición humana más que de cualquier método o intento urbanístico por transformarla
radicalmente. En ese sentido mis textos son guías que ofrezco sobre una
filosofía de ciudad llena de alma, técnicas para encarar los problemas mas
cotidianos sin afanarse por la
perfección o la salvación de la ciudad.
Durante mis muchos años de practica urbanística, me ha
sorprendido comprobar cuanto han aportado a mi trabajo profesional mis estudios
en economía, psicología, arquitectura, geografía, sociología, filosofía, arte, arqueología o salud. Su
influencia ha sido evidente en mi practica y en mis textos, y he seguido la
tendencia muchas veces de recurrir a la mitología en busca de profundización, interesándome sobre todo en aquellos
autores que han aplicado su filosofía rica en imágenes y su marcado carácter
interdisciplinario a los asuntos mas ordinarios de la vida de las ciudades,
tales como: Jane Jacobs, Andrés Duany, F. Law Olmsted, Kevin A. Lynch, Lewis Munford, W. H. Whyte, Jan Gehl,
Howard, Robert Owen, Charles Fourier, Tony Garnier, Otto Wagner, Patrick
Geddes, Stan Allen, M. Sola Morales, I. Cerdá, Arturo Soria, García Mercadal,
Carlos Mª Castro, Secundino Zuazo....etc.
En sus estudios sobre alquimia, Jung decía que la obra se
inicia y concluye con Mercurio. Creo que su recomendación es valida también en
el urbanismo. Mercurio es el dios de las ficciones, las mentiras, de los
embusteros, los ladrones y los prestidigitadores. La idea de la practica de la
ciudad se presta a una sinceridad, permítanme decirlo, “adornada y
pretenciosa”. Yo con frecuencia digo
que no debemos seguir tan seriamente la
“sinceridad excesiva”, la sinceridad siempre tiene algo de pretenciosa y
manipuladora. Una dosis de Mercurio es necesario para que nuestro trabajo de
urbanistas siga siendo honrado y menos demagógico. No debemos seguir tan
seriamente la “sinceridad” siempre tan subjetiva, tan propia de demiurgos,
incapaces de bajar a la arena, participar, y aceptar otras propuestas e ideas
que no encajen con su “sinceridad”. De alguna forma algo de “ficción” también
tiene la ciudad. Nadie conoce los “secretos” de la ciudad en la medida
suficiente para hablar autorizadamente de ella a los demás ciudadanos.