El gran mal del urbanismo durante
gran parte del siglo XX y de lo que llevamos de este siglo, que forma parte de
nuestras angustias mas cotidianas y nos
afecta a todos individual y colectivamente, es la perdida del concepto “profundo
de ciudad”, una de las muchas circunstancias por las que vengo reclamando
desde hace tiempo la necesidad de refundar gran parte del urbanismo actual.
Cuando se descuida este concepto, la ciudad no desaparece, la ciudad sigue
existiendo, pero se manifiesta de otra manera, llena de adiciones, obsesiones,
violencia y perdida de sentido. En el mejor de los casos los urbanistas sin
darse cuenta y en otros casos aprovechándose de la situación, caen en la
tentación de aislar solo estos síntomas o tratan de erradicarlos uno a uno,
escondiéndolos, obviándolos o aplicando tratamientos traumáticos de cirugía muy
agresiva bien valoradas por los grandes sistemas financieros e inmobiliarios,
pero la raíz del problema es que hemos perdido nuestra sabiduría sobre la ciudad, e incluso nuestro interés
en ella.
Hoy día tenemos pocos especialistas sobre la ciudad que nos puedan aconsejar
cuando la ciudad sucumbe ante los cambios, los conflictos, las crisis, la
obsolescencia de alguna de sus partes o se produce dolor emocional en sus
habitantes, o cuando se ve
enfrentada a una multitud de
amenazadores males. Pero en nuestra historia urbana y territorial (por mucho
que les pese a algunos una parte muy importante del territorio siempre ha
estado intervenido por procesos de humanización) hay notables ejemplos de
comprensión intuitiva, dotados de mas o
menos reflexión objetiva, de estos temas por parte de urbanistas (de diverso
signo profesional) que escribieron explícitamente sobre la naturaleza y las necesidades del mundo urbano. De modo
que podemos recurrir al pasado en busca
de guías, propuestas o actos urbanos, que nos permitan recuperar esta sabiduría
del pasado, la historia urbana, de manera que a través de ellos accedamos a
nutrirnos de conocimientos y practicas, teniendo en cuenta la forma en que hoy
vivimos y las nuevas posibilidades que disponemos, para demostrar que
recuperando el concepto de “cuidar la ciudad” detectando su
“profundidad”, podamos encontrar alivio a nuestros males y descubrir una satisfacción y un placer
profundos que en gran parte hoy hemos perdido.