Ya es
hora que nos demos cuenta que lo lógico de las ciudades es repararlas. Los
urbanistas y los profesionales de las ciudades no podemos comenzar siempre de
cero: nada existe, nadie vive. Porque hay mucho hecho y hay mucha gente
habitando. Tenemos que poner atención y encontrar los valores que encierran los
lugares y siempre los hay. Las ciudades están siempre llenos de recursos, que
irresponsable y soberbio es desecharlos. La suma es lo que nos integra a todos,
lo que nos hace trabar con las distintas capas que envuelven los lugares. Nunca
hay que demoler, siempre añadir.
Nos
falta humildad, valorar lo que existe antes de que lleguemos. Pensar que
hacemos con lo que existe, no es solo una cuestión de valor artístico, sino
también de valor cívico, material y social.
Debemos
aprender a observar lo que existe y quienes existen. No se trata de respetar
acríticamente, sino de no dar por hecho que la demolición previa es lo único
posible e inevitable. La intervención urbana no radica en hacer tabla rasa
sobre lo existente, materia y seres vivos, el objetivo es arraigar las nuevas intervenciones.
No es una visión conservadora sino una arquitectura responsable y sostenible.
Los
urbanistas no pueden seguir siendo unos agresores, deben integrar y dialogar,
sumar, eso relaja la ciudad y mejora la vida de los ciudadanos que es de lo
que se trata. La suma parte de lo que
hay y busca añadir, esto nunca produce frustración en nadie ni en los urbanistas
si en los usuarios. Se puede ser ambicioso y también generoso y amable.
La
desigualdad y los guetos es uno de los grandes problemas de las ciudades del
siglo XXI, mezclar a la gente, hacer ciudadanos mas libres, nunca segregar. La
arrogancia ha sido la seña de identidad de una modernidad maleada, de esa modernidad que no ha sido otra cosa que
repetición acrítica. Los ideales modernos eran ambiciosos, pero humildes. Exigían
esfuerzo al arquitecto y al usuario, pero ofrecían mejoras para todos. El problema
llegó cuando se mantuvo la forma desnuda, la forma por la forma y se eliminaron
las aportaciones, los espacios abiertos, los deseos de los ciudadanos. La
codicia y el lucro lo diluyeron todo. Debemos de recuperar esa ambición de
mejora de los principios de la modernidad.
Debemos
alejarnos de lo superfluo, de lo innecesario. La homogenización de la moda es peligrosa.
Debemos entender porqué hacemos las cosas. Los resultados se tiene que poder explicar y tiene que descubrir sus intenciones. La arquitectura
se ha quedado en pura apariencia, cuando debía ser el resultado de pensar. Si
las ideas son buenas la arquitectura será buena.
Hacer ciudad
hoy es ir mas allá de los, planos y de los planes. Para construir ciudad no
basta saber diseñar, hace falta solucionar otros muchos asuntos. Sino los
solucionas, da igual que diseñes bien o
mal, que seas mas o menos creativo. Es fundamental saber que es lo importante,
abandonar el delirio y no solo el delirio formal sino también el delirio
intelectual y presupuestario.