Ojeando una crónica de Marcos Ordóñez,
referente a la película “Tabú”, haciéndose eco de una entrevista del portugués
Miguel Gomes autor de la mencionada película, he pensado en escribir estas
ideas. Málaga hoy asemeja al paraíso perdido y decadente de Milton o Dante, o
al Tánger final de Powles, solamente que la narración actual es mas adultera y
el hoy aparece tan colonial y periférico como en cualquier otra ciudad
mediterránea.
Me da la impresión que esta mi ciudad,
Málaga, como le ocurre a la realidad presente, tiene ese doble tiempo, del que
Miguel Gomes habla, un presente desolado, continuación de un pasado tumultuoso.
Ya no quedan más tempos ni mas ciudades, ambas se tienen que interfecundar para
poder seguir, para que dejen sus respectivos posos en la memoria. Invierno
triste tras el cristal en estos días de crisis y verano eterno cuando había
tiempo para mirar las nubes, inventar formas y pensar que el blanco y el negro
parecían una forma purísima de color.
“Por fin me he dado cuenta que todo esta
cambiando” como dice Antonio Lendinez. Las ciudades al igual que los tiempos
están cambiando. Ya no me pregunto como se hace esto, pues todo se esta
haciendo ya, pasar de una ciudad a otra, mutar y salir, volver al
origen, a otra mirada que nos abra el portal de la evocación: una selva parque,
con palmeras y plataneros, con tortugas girando en círculos, con deseos y
cocodrilos, la ciudad desecada quiere abrirse paso como sea a la naturaleza.
Escribiendo este texto he pensado en
muchas de las personas que conozco que cocrean creando esta nueva ciudad
interfecundada y que hoy recorren las calles apostando por una conciencia cada
vez más atenta de la realidad. Corretean, sin saber muy bien como volver al
edén original, pero sí se alejan de esa historia de la ciudad que es la
historia de una neurosis en constante crecimiento, como dirían Freíd y
Nietzsche, la historia de una patología. En el mundo urbano hay una progresiva
represión de los instintos que se transforma en agresividad inconsciente y en
sentimiento de culpabilidad. De alguna forma las comunidades urbanas no
consiguen mantener unidos a sus miembros mas que a condición de ir
reforzando los sentimientos de culpabilidad, hasta que los individuos no pueden
llegar a soportarlos más. Hay una ambivalencia en las ciudades actualmente que
se manifiesta en la cantidad de caos liberado o reprimido por la supuesta
“racionalidad avariciosa” tumultuosa pasada. Al contrario que en otras épocas
la sociedad urbana actual es, latentemente, mucho más agresiva y peligrosa que
las sociedades rurales/naturales.
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