Si nos enfrentamos a las cosas a partir del exceso, se nos pueden indigestar. Nos tragamos las cosas con la misma rapidez con que nos tragamos la decisión de dar el siguiente paso, así deglutimos sin masticar el cuerpo de los conocimientos que aprendemos.
No sabemos dotar a nuestros conocimientos de escala y de significado creativo, con los mismos ojos miramos el Partenón en Grecia que Iquique en Chile, sin pararnos a entender. Pero es mas o menos evidente que el campo de operaciones y de soluciones o respuestas que podemos dar a situaciones concretas, solo es posible si medimos sus efectos, si a partir de casos particulares en lugares concretos, tiene sentido llegar a soluciones globales. Por ejemplo, es posible que a partir del concepto y modo de hacer del minimalismo social podamos aportar una solución para la vivienda social, pero a partir de la unicidad y singularidad del Partenón es difícil que podamos sugerir soluciones universales, aunque si aprender muchos cánones de belleza .
Para hacer estupideces mejor no hacer nada. Es mejor hacer algo bien, cualquier cosa, que mediocremente lo que se supone que es bueno. Soy idealista pero a su vez intento saber el resultado de aplicar las cosas. Mi libertad nace de estar satisfecho con lo que hago.
Me asombra la dificultad que tenemos hoy, de movernos creativamente en la ciudad en términos de escasez y de acierto, cuando los mejores modelos que hemos sabido hacer en nuestras ciudades provienen de los modelos proyectuales redactados bajo el concepto de la innovación y la escasez: modelos de casas baratas, modelos de casa matas, barrios obreros, autoconstrucciones populares...La calidad nos envía siempre mensajes de armonía, los buenos proyectos no arañan a la sociedad, ni siquiera le producen rasguños, al contrario se diluyen y cooperan. Este es el drama actual siempre estamos por romper, por codiciar. ¿Quién nos dicta la calidad urbana hoy? El taxista o el excéntrico, el negocio o el ciudadano real. ¿Qué relación hay entre el discurso global y los lugares concretos? La armonía tiene difícil encontrar espacio en los modelos urbanos actuales. Y la armonía solo se da en los procesos eficientes de bajo coste (No dejen ustedes de seguir la Manzana Verde en Málaga impulsada por el OMAU).
Es importante poner sobre la mesa soluciones que interesen a cualquier ciudadano, sea su casa, su barrio o problemas de seguridad, segregación o movilidad. El urbanismo tiene formulas que permiten traducir a formas esas cuestiones intangibles que preocupan a cualquiera. Si trabajamos en los problemas que preocupan, lo “irrelevante” se pondrá en los tableros y las ventanas se abrirán. La producción urbanística endogámica, esto es discutir cosas y normas que solo interesan a los profesionales e intermediarios del negocio, encierra y colapsa la urbanística. Lo otro, lo que me interesa es tratar temas que están fuera del urbanismo con las herramientas del urbanismo. Ha habido un momento en que el urbanismo pidió fuero para ser artísticamente libre y terminó tratando solo problemas que les interesaban a un pequeño grupo de profesionales. Este es el camino de la irrelevancia. De lo que hablo es de volver a encontrar la ruta de los temas que les interesa a las personas y hacerse cargo de ellos con el conocimiento especifico del urbanismo. Hagamos pasar esos temas por los tableros y después se los devolvemos a la sociedad. El éxito lo dará que la gente sea mas o menos feliz, que los barrios se revaloricen, que la conflictividad disminuya, que la diversidad de las vidas humanas aumente, que la naturalaza reconstruya lo urbano...
Trabajar desde la escasez es la vía. No se trata de tener una superioridad moral , ni ética elevada, ni de considerar banal otras cosas, sino de tener la sensación de haber gastado la energía en algo que merece la pena.