viernes, 4 de octubre de 2013

POR UNA CIUDAD LAICA.

Ya hemos comentado otras veces como la “ciudad laica” significa respetar el pluralismo: la ciudad de ciudades, abandonar el modelo piramidal. Necesitamos reivindicar como eje vertebrador de la ciudad actual el espacio laico, la tolerancia activa, cada parte de la ciudad tiene que decir, puede decir y dice en el todo, el modelo global o es cooperativo o no será. El espacio laico cooperativo es la contrapartida a esa ciudad híbrida que hemos comentado en otros posts. Porque en el espacio laico no se absolutizan los valores, ni las formas, ni los proyectos, no se sacralizan las ideas, no se imponen los conceptos por los mercaderes. El espacio laico es poco propicio para el fanatismo y la apropiación de la calle de  manera monopolística, sea esta comercial, consumista, deportiva o religiosa. Somos unos ciudadanos que ya hemos hecho el duelo por la muerte de Dios, aunque algunas ciudades se empeñen en estar todo el año celebrando el duelo como espectáculo de masas y de consumo.

Nuestras ciudades son hoy bastante relativistas, aunque esto ha llevado a mucha gente a un cierto repliegue “retro”, una vuelta a las tribus y a la ignorancia, un excesivo miedo a la complejidad, a la incertidumbre, a la intemperie de las sociedades pluralistas.

Solo en una ciudad completamente secularizada puede brotar  espontáneamente un urbanismo nuevo. La idea es que la ciudad que  alcanza realmente la libertad secular, surge en ella espontáneamente la “vuelta al origen”, la razón profunda de la ciudadanía, de la ciudad, que no se defiende de la naturaleza, que no rechaza nada, que colabora y coopera con la naturaleza y el territorio como una parte del TODO. La “mística “ urbana, sin ropajes religiosos. Ya se que hay personas muy respetables que en cuanto escuchan palabras como “mística” echan a correr. Todo se debe a un malentendido, a la cantidad de charlatanes que hay en esto del urbanismo. Pero yo me refiero a lo que uno siente cuando observa y escucha la ciudad, cuando conecta con ella, cuando encuentras su capacidad de vivir, de volcarse en algo que a uno le importa mas que sí mismo, de sentir la ciudad como una prolongación del TODO.

La vuelta al origen es lucidez, sentido de lo real, no es un arrebato de irracionalidad o un estado alterado de conciencia, es la culminación de la “razón critica”.


Digo que una ciudad secularizada y laica es ya la única que puede brotar, sin estorbos, la única que puede poner sobre la mesa un urbanismo nuevo, la única que puede conectar con el origen, con esa mística urbana presidida por la libertad de conciencia, donde cada cual puede adoptar la concepción de la ciudad que mejor se le acomode. De esta libertad interior, brota la “ciudad intima”, espontáneamente, hija de la misma hondura de la experiencia de lo real , sin necesidad de comulgar con ruedas de molino.