"La cultura oficial sale
a tu encuentro, pero al underground tienes que ir tú".
(Frank Zappa)
Siempre
me han atraído los personajes y las
ideas perdedoras, esas que quedan enterradas por el ascenso de una cultura
dominante que lo homogeniza todo y sepulta la historia, que a todos nos hace
iguales, como si solo hubiera existido
en el tiempo un único pensamiento y una única existencia, hasta que un buen
día, por azares del destino, por una crisis, por una injusticia, por amor,
porque nos damos cuenta que esto es un rollo o porque simplemente el viento
cambia, descubrimos que el mundo era y es mas diverso de lo que pensábamos, mas
divertido y mas lleno de antihéroes maravillosos. Eso ocurre en muchos de los personajes
de las películas de Clint Eastwood, como en Sin Perdón, El Aventurero de la
Media Noche, Los Puentes de Madison, Mystic River o Milton Dólar Baby, ocurre
en el Jazz o en Flamenco o en tantos otros mitos y leyendas de la historia, del
arte y de la vida, que al arañar la
tierra olemos la verdad que hay en ellos. Cuento esto, porque quisiera dedicar
unas líneas, a través de tres artículos, a ese mundo de las ideas y de la vida,
que la cultura de la de la civilización industrial quiso enterrar en el olvido,
pero que siempre encuentra rendijas para salir donde menos se la espera, como
la naturaleza surge en las grietas mas recónditas de las ciudades o como los
ancianos están dispuestos a formar parte del paisaje urbano a pesar de que
algunos quieran rociarlos con veneno “alimenticio” .
Durante
el siglo XIX, con la revolución industrial, la situación cultural del universo
urbano se agita por la crisis a que es sometida la sociedad por los nuevos
procesos y cambios económicos y sociales. Esta situación, produce que las ideas
intelectuales y artísticas se agiten, fermenten y se aviven, apareciendo todo
un conjunto de experiencias con una idea común, el rechazo radical o la reforma
de la nueva civilización industrial que se estaba imponiendo. Algunas de estas
ideas han quedado enterradas por los tiempos y otras han alimentado y animado
ideologías, modelos e instituciones que han perdurado a los largo de los
siguientes años y siglos, apareciendo por las esquinas en momentos de crisis
sociales y económicas o cuando la conciencia se empeña en experimentar lo que
nadie espera.
Enumeralas
todas resulta difícil, pero me gustaría comentar o señalar algunas que nos
permiten detectar la riqueza intelectual y activista de estos años, aunque muy
centradas en el panorama de Inglaterra. A fin de cuentas el Reino Unido era el
faro que alumbraba a Europa y a todo el mundo en lo que tenía que ver con esta
nueva civilización. Se trata de posiciones variadas, modos diversos, que
mantienen conexiones internas, aunque no resulte fácil de clasificar de manera
sistemática.
En este intento de enumerar todos estos
movimientos e ideas que quedaron lastrados aunque latentes en el que hacer
urbano durante este tiempo, corresponde un puesto de relieve, a los movimientos
del socialismo utópico, desde los owenianos en Inglaterra hasta los
fourieristas y saintsimonianos en Francia, que recogen la herencia de Rousseau.
Por otra parte, surge con fuerza una posición critica hacia estos por parte de
Marx y Engels; tras las jornadas de junio de 1848 en Francia, la conexión entre
instancias políticas y urbanísticas que tanto habían conformado la ciudad, ya
no es posible para ellos. Así por un lado quedan los movimientos políticos, el
marxismo y el socialismo y por otro, la
propia actividad legislativa urbana de los gobiernos y administraciones
locales, en los que conviven fermentos progresistas y reformistas que tienden a
contrarrestar la relación de subordinación de la actividad pública respecto a
la actividad privada, en donde encontramos entre otros a los movimientos a
favor de los parques públicos o los debates sobre la cuestión de la vivienda.
1848 es también el año de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista,
esta fecha así se convierte según Benévolo en el comienzo del urbanismo moderno,
así es el momento, como hemos comentado, de la separación entre la experiencia
urbana y la política, el fin de la utopía y el triunfo de la técnica que en los
siguientes años transformará ciudades como Londres, Paris o Barcelona liderados
por el nuevo conservadurismo europeo.
Mención
a parte, hay que tener para Etienne Cabet, agitador carbonario, muy activo en
la revolución de 1830, exiliado en Inglaterra entrará en contacto con Robert
Owen. En este mismo contexto, aunque muy alejados ideológicamente encontramos
los Modelos Paternalistas Reaccionarios, del anglicano John Minter Morgan y James Silo Buckingham. Y Las Colonias Religiosas en Norteamérica:
cuáqueros, pietistas, shakers, zoaristas, moravos, rappistas o harmonistas (seguidores de George y Frederick Rapp), los inspiracionistas (bajo la cabeza espritual de Christian
Metz), los hutteristas, los mormones....
Con
un carácter mas artístico y reformador, aparecen los análisis dramáticos de
Thomas Carlyle, los movimientos
estéticos sociales de Pugin y Ruskin y el programa cultural y político de
William Morris. Los movimientos de Arts and Crafts, el Garden Movement o el
Deutsche Werkbund. No quisiera acabar sin nombrar a Martha Beatrice Potter Webb ligada a la Sociedad Fabiana, que participó activamente en la constitución del Partido Laborista
Británico. Ni tampoco dejar de tener en cuenta a todo un conjunto de
arquitectos que reflexionaron y trabajaron por una arquitectura mas social y
contemporánea, entre otros Ebenezer
Howard (creador de la Ciudad Jardin), Raymond Unwin, Patrick Geddes, Frank
Lloyd Wriht, Ricard Norman Shaw, C.R. Ashbee, William Ricard Lethaby, Hermannn
Muthesiu o la fundación en 1919 de la Bauhaus por Walter Gropius con el que
empieza el movimiento moderno.
Evidentemente la lista podría aumentarse con
decenas de otras iniciativas, aunque no pretendo ser exhaustivo, sino
simplemente mostrar la amplitud del panorama intelectual y de ejemplos que han
convivido en el “underground” urbano.
Es
imposible no captar con tal de que pongamos un poco de atención, incluso hoy
día, las mutaciones radicales que se han producido y se producen en el paisaje
urbano, físico y social, debido a las tensiones y descomposiciones, producidas
por el triunfo del modelo librecambista. El espacio fue reducido a un mero
producto de los mecanismos económicos, y remitido exclusivamente a una
categoría ideológica.. El análisis urbano se limitó a observar la ciudad como
expresión de la producción material, en donde la arquitectura industrial y simbólica del nuevo poder imperante
celebró en las ciudades, con la construcción de estaciones de ferrocarriles,
edificios de oficinas, grandes espacios comerciales, nuevos parlamentos,
equipamientos representativos de la nueva civilización o barrios residenciales acordes
con los nuevos postulados de vida. La arquitectura de la ciudad abandonó los
signos, símbolos, mitos, ideas, imágenes, sentimientos, modos y formas de
vivir, reflejos del uso y participación de la ciudadanía en la producción y uso
de ciudad que no tenían que ver con la civilización librecambista industrial
triunfante.
En
este contexto, en general, aunque existan muchas y buenas excepciones, no
podemos dejar de comentar el papel de esa disciplina naciente a mediados del
XIX “agarrada” a los nuevos ideales librecambistas. La arquitectura se situó,
en este nuevo tiempo, tradicionalmente,
en el dominio de la expresión artística propia de esta cultura industrial, e
incluso absorbió todo lo útil de este dominio, colocándose como algo
trascendente por encima del propio ser humano y de cualquier otra visión y uso de la ciudad. La arquitectura cumplió
el papel de desmontar toda la lógica “simbólica participativa” de la ciudad
preindustrial. Y nos aportó toda unas nuevas maneras de hacer, de las que hoy
nos sentimos herederos, en lo que tienen de acertada reflexión de algunos
buenos arquitectos, aunque a costa de separase de los sentimientos de los
habitantes de las ciudades..
El
desarrollo del capitalismo industrial quebró la coherencia y la fusión intima de
la ciudad integrada preindustrial, poniendo al desnudo despiadadamente la
lógica material de la producción urbana, de los artefactos jurídicos y de funciones nuevas, en contra del espacio
simbólico participativo del espacio.
No
pretendo utopizar la ciudad preindustrial, sino simplemente expresar que las
nuevas relaciones de poder de la ciudad burguesa nacida con los modelos
librecambistas han velado y sumergido
modos de hacer la realidad urbana, que no obstante han seguido elaborándose mediante la producción
intelectual y el “que hacer diario” de las personas, y que a través de ellos
siguen floreciendo y evolucionando, incluso han enriquecido el panorama
cultural y social, a veces solo intelectualmente y otras influyendo
decisivamente en el que hacer urbano. Estas nuevas relaciones de poder se han sustentado en dos niveles: por un
lado, inventado desde arriba “falsos mitos” de cómo debe ser la ciudad, que
insisten en lógicas estructurales inventadas desde “arriba”, que nada tienen
que ver con la realidad de la vida de las personas, ni con los lugares donde se
asientan, y de otro lado, se ha utilizado a la arquitectura y los modos inducidos de apropiación
ideológica que esta propone, como manera de controlar e industrializar la forma
y la planificación de la ciudad, reduciendo esta a una mera apariencia formal y
de consumo, ajena a cualquier raíz social o de participación de la ciudadanía.
La
arquitectura, en esta posición, que no es toda evidentemente, ha tenido un uso
ideológico intencionado en la producción de la ciudad burguesa, estando
presente en todos los momentos de la privatización del poder político y
cultural del urbanismo. Ha sido el vasto campo de elaboración, de las practicas
de representación de las clases dominantes,
de la relaciones sociales urbanas
y de su contención. Cuando esas
relaciones se han deteriorado o liberado del constreñimiento frente a la lógica
de producción imperante, que especializa y separa las partes de la ciudad, se
ha pedido de nuevo a la arquitectura que construya nuevos “mitos” de ciudad que
resuelvan súperestructuralmente los conflictos de la ciudad. Cuando han surgido
crisis inmobiliarias y de modelos de producción y consumo, de nuevo se ha vuelto a reclamar a la arquitectura,
desde su ámbito privilegiado, el
despliegue de nuevos modelos ideales
para desarrollar “nuevos mitos” , adecuados a la recomposición de los
conflictos surgidos. En la practica la arquitectura, ha encontrado en la
civilización industrial sus modelos de
representación, viendo la ciudad simplemente como un objeto de consumo,
producción y distribución, conocimiento formal y productivo. Una parte de la
arquitectura, de las que no es ajena otras disciplinas, ha asumido con gusto
ese papel exclusivo sobre el que recae la resolución y mediación de los
conflictos sociales y lucrativos en la ciudad. La arquitectura asume así, en
general, el papel de correa de
transmisión de la producción industrial de la ciudad y de las ideologías de las
clases dominantes, para afirmar su suprahistoricidad necesaria e inevitable.
Segregación
e integración; periferias y compacidad, esta es la dimensión ideológica de la
ciudad industrial. Ciudad popular por
un lado y ciudad burguesa por otra. Ciudad partida, ciudad segregada. Separar,
separar siempre. Para muchos urbanistas la vida en las ciudades no se
desenvuelve jamás como debería. Inventan toda clase de teorías destinadas a
transformarlas totalmente. Pero en cuanto hacen algo surge otra teoría que se
opone. Siempre hay partidarios que
acaparan la opinión mas interesada. No
obstante la ciudad, lo que me interesa de ella, sigue su curso, pero estos grandes hombre siguen creyendo en sus
propias teorías o en las que han adoptado, siguen creyendo que lo que ellos
hacen es lo que verdaderamente necesitan las ciudades. Todos consideran sus
teorías fantásticas, sobre todo porque no tienen en cuenta lo mas importante, el papel que desempeñan
los habitantes y la vida orgánica en el proceso “real” de ciudad. Por eso, mejor miremos debajo de los
adoquines y a ras de tierra, en las esquinas, en las calles y balcones, miremos
a los ojos de muchas y muchos habitantes de la ciudad y veremos lo que ellos construyen. Esa es la ciudad que a mi me
interesa.