Por la ciudad paseamos, nos relacionamos, amamos, vivimos
y morimos, por ella transcurren nuestras emociones y sentimientos, pero aun
así, se nos niega que ella nos pertenece. Somos ciudad, la ciudad son sus
vecinos, pertenece a ellos. Los modos de cómo disfrutamos y vivimos la ciudad
son un elemento importante de la cualificación del espacio urbano. Es decir que
el “tiempo vivido” o “como vivimos”, es parte integrante de la “forma” de la
ciudad. La ciudad es como un espejo que refleja el modo en que las relaciones
sociales se viven, se interiorizan o se critican. Los reflejos de este espejo
ofrecen a nuestra observación, en buena medida, cuanto ha sido depositado en la
ciudad. Desgraciadamente la ciudad nos ha sido usurpada, sobre todo por los
detentadores del poder, no solo del poder económico, sino también del poder
cultural y técnico, los manipuladores de los lenguajes de todo tipo, las clases
intelectuales burguesas, que empezaron a construir la imagen de la realidad
urbana que observamos en el “espejo”.
Puede que el amor a la ciudad, el
significado de la conciencia o esencia de la ciudad, sea una invención o una
simple reconstrucción de la cultura
intelectual, pero lo cierto también, es que para que la ciudad se exprese libre
de las nieblas opacas de la ideología, necesitamos un vehículo critico que nos
descodifique la realidad material y
social del espacio urbano. Así, no debemos olvidar las observaciones de Engels
a la obra narrativa de Balzac, en relación con la posición ideológica del
narrador: el producto artístico puede restituir objetivamente la situación histórica “anudada” a un determinado
proceso de transformación.
A partir de 1830, en muchos
países de Europa, los temas de la ciudad industrial que se estaban
imponiendo, animan la prensa diaria,
sobre todo la satírica, y proliferan por entregas las novelas de folletín. En
Inglaterra, lo vemos en la figura mas representativa de la narración de la
ciudad industrial Charles Dickens, fue reportero, periodista político y editor,
una parte importante de su obra se publicó en entregas y folletos. En Francia
lo advertimos en el periódico de humor satírico “La Caricatura”, suprimido en
1835, cuya herencia será asumida por “Charivari”, que tendría una vida mas
dilatada para el que trabajaron Gavarni, Hennry Monief, Charles Grandville,
Raffet, Devéria y sobre todo, Honoré Daumier.
Honoré Daumier fue un autentico
interprete de los conflictos de la
metrópoli de su época, de las deformaciones y el cinismo, de todo cuanto una
gran ciudad contiene de monstruosidad, de fantástica y excitante realidad, como
decía Baudelaire que tanto apreciaba su obra. En sus dibujos destaca la
mordacidad descarnada, sus rostros sarcásticos, los gestos y expresiones
exagerados (existe un cierto influjo de la obra de Goya). Su obra ilustra
aspectos tan significativos como:
a)
La matanza de la rue Transnonain (Francia, en su
lucha contra la Monarquía de Julio (1830), los republicanos de la Sociedad
Secreta de Derechos Humanos (François y Etienne Arago, Louis Blanc, Victor
Schoelcher, Alexandre Ledru-Rollin, Auguste Blanqui) mantienen el trabajo de
agitación. Tras la prohibición de las asociaciones, una revuelta republicana
estalla en París el 15 de abril de 1834. En momentos en que se prepara el
ejercito para asaltar una barricada en la calle Transnonain es tiroteado desde
el techo del edificio número 12 y un oficial cae muerto. Se da entonces a los
soldados la orden de «barrer con
la canalla». Las puertas de las casas son derribadas y los vecinos (hombres,
mujeres y niños) son masacrados a bayonetazos en sus camas. Otra vivienda, con
sus moradores dentro, es arrasada a cañonazos. El acontecimiento inspiró a Honoré
Daumier su famoso dibujo intitulado Le
massacre de la rue Transnonain. La rebelión es aplastada y las leyes de
septiembre de 1835 prohíben después toda crítica a la persona del rey así como
todo tipo de reunión pública e imponen la censura previa a cualquier impreso,
so pena de cárcel con régimen de trabajo forzado),
b)
las victimas de la
represión de Thiers. Axdolphe Thiers, presidia el gobierno provisional de la
republica, cuando se produjo el alzamiento de la Comuna de Paris (el término commune designaba y aún designa al
Ayuntamiento). La Comuna gobernó durante 60 días promulgando una serie de
decretos revolucionarios, como la autogestión de las fábricas abandonadas por
sus dueños, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, la
laicidad del Estado, la obligación de las iglesias de acoger las asambleas de
vecinos y de sumarse a las labores sociales, la remisión de los alquileres
impagados y la abolición de los intereses de las deudas. Muchas de estas
medidas respondían a la necesidad de paliar la pobreza generalizada que había
causado la guerra. Sometida casi de inmediato al asedio del gobierno
provisional, la Comuna fue reprimida con extrema dureza. Tras un mes de
combates, el asalto final al casco urbano provocó una fiera lucha calle por
calle, la llamada “Semana Sangrienta” (Semaine sanglante) del 21 al 28 de mayo.
El balance final fue de unos 30.000 muertos y el sometimiento de París a la
ley marcial durante cinco
años.
c) las angustias de la burguesía
durante la frágil Segunda Republica. La revoluciones de 1848 proclaman la Segunda
República durante el periodo comprendido
entre el 25 de febrero de 1848 y
diciembre 1852. Pese a su brevedad, se produjeron grandes cambios y reformas,
que llevarían a implantar el sufragio universal masculino, así como la
abolición definitiva de la esclavitud y el derecho al trabajo. Tras las
revueltas de 1848, la familia real borbónica huye y jamás vuelve a reinar en
Francia. Este mismo año K. Marz y F. Engels publican el Manifiesto
Comunista. A partir de 1845 Francia comenzó a sufrir una una crisis económica:
cerraron fabricas, aumentaron los desempleados y el hambre se generalizó. La
pequeña burguesía y los estudiantes se unieron a las protestas de los obreros,
de manera que cuando el Gobierno intentó utilizar a la policía y a las fuerzas
armadas, éstas se negaron, obligando al rey Luis Felipe de Orleans a abdicar.
De esta manera, se creó un Gobierno provisional, que daría paso a la Segunda
República Francesa. Se forman, entonces, dos
clases sociales paralelas con aspiraciones contrarias: la burguesía se convierte en la clase dominante, y tiende a imponer
su política y moral mientras que la clase obrera trata de expresar sus
peticiones. La burguesía sufre un periodo de confusión y de angustia sobre todo
la pequeña y mediana burguesía.
d)
las destrucciones haussmannianas del Segundo Imperio. Haussman expropió el centro de
Paris, eliminando muchas calles antiguas, serpenteantes y derribando muchas
casas. Las reemplazó con avenidas, anchas, vías flanqueadas por árboles, y creó
extensos jardines por los que hoy París es famoso. Logró desplazar a las masas
obreras del centro de la ciudad a
los barrios de la periferia. La clase que más sufrió en el pasado las
condiciones de vida medievales del
antiguo París se exilió en las periferias por la haussmannización, puesto que los
barrios bajos se limpiaron y substituyeron con apartamentos para la burguesía.
El Plan de Haussman de Paris
dificultaba las revueltas, e impedía físicamente la colocación de
barricadas, estas resultaban
fáciles en estrechas callejuelas medievales pero difíciles en avenidas anchas,
y facilitaban la labor de las fuerzas del orden a través del rápido desplazamiento por
las calles y la colocación estratégica de edificios oficiales como los
cuarteles. En este sentido son reformas que se pusieron al servicio de
regímenes políticos conservadores. Cuando contrató a Haussmann, Napoleón III
también tenía pensada esta finalidad de conseguir calles muy anchas para que
los rebeldes no construyeran barricadas a lo largo de ellas y donde pudieran circular
batallones en formación y la artillería, si se diera tal necesidad. Haussmann
creó avenidas anchas unidas con las principales estaciones ferroviarias, de
manera que las tropas de provincias pudieran llegar y desplegarse por Paris en
poco tiempo , por ejemplo, el boulevard de Strasbourg cerca de la Estación de Paris Este y
la de Paris Norte. Así, esta obra realizada durante el Segundo Imperio
contribuyó a la rápida represión de la comuna de Paris de 1871: desde la
revolución de 1848 Adolphe Thiersse había obsesionado con aplastar la siguiente
y previsible rebelión parisina. Por tanto, planeó abandonar la ciudad y
retirarse, de manera que pudiera tomarla de nuevo con más fuerzas militares.
Fue el diseño de Haussmann de calles y avenidas, combinadas con la nueva
importancia que adquirió el ferrocarril, lo que facilitó el triunfo de este
plan, y Adolphe Thiers aplastó fácilmente la
Comuna de Paris.
e) la rebelión de los trabajadores por la opresión y los desmesurados beneficios de la
especulación del suelo.
En
todo este contexto, los intelectuales y artistas empezaron a desarrollar los
fundamentos de la doctrina socialista
. Estos no
están todos necesariamente junto a la clase trabajadora y su lucha, pero están
en contra de la burguesía que rechaza las nuevas formas de hacer política y de alcanzar una sociedad mas igualitaria.
Es interesante a este respecto el caso del gran pintor Courbet. Este
participará con la Comuna de
Paris
solamente en 1871. A pesar de sus polémicas, llegó
a disfrutar de éxito. Se le otorgó la medalla de la Legión de Honor, pero la rechazó.
Afirmaba que quería morir «como hombre libre, sin depender de ningún poder
ni religión». Creía que el arte podría
subsanar las contradicciones sociales. Admitía su compromiso con el socialismo
y con el realismo cuando afirmaba: "Acepto con mucho gusto esta
denominación. No solo soy socialista, sino que también soy republicano, y en
una palabra partidario de cualquier revolución –y por encima de todo
realista... realista significa también sincero con la verdadera verdad."
.Durante la Comuna se le encargó la administración de los museos de Paris. Tras caer dicho gobierno, el
gobierno posterior le responsabilizó de la destrucción de la la
columna Vendome dedicada a
Napoleón Bonaparte. Un consejo de guerra lo condenó a seis meses de prisión y a
pagar 300.000 francos. Al salir
de la cárcel escapó a Suiza (1873) para evitar que el Estado le obligara a
pagar la multa.
Son
las facetas artísticas del Romanticismo que sucederá al Neoclasicismo, las que
hermanadas con los movimientos sociales y políticos, alcanzarán su apogeo, al
ganar la Revolución Francesa. El romanticismo centra su atención en el
paisaje y la naturaleza, así como en la figura humana y la supremacía del orden
natural. Sigue una filosofía panteísta (
Spinoza y Hegel) y un culto al sentimentalismo y amor a la
naturaleza (Rouseau y Goethe). Es una concepción opuesta a los ideales
ilustrados, pues ve el destino de la humanidad bajo una luz más trágica o
pesimista. Así, el tema de
la naturaleza hizo que los paisajes se
convirtieran en un género mayor, cuando hasta entonces era considerado menor o
mero fondo decorativo para las composiciones de figuras. No se trataba de
descripciones topográficas, sino de
expresar emociones humanas a través del paisaje.
El romanticismo aprecia
interés por la violencia, el drama, la lucha, la locura
(Géricault al final de su vida
realizó toda una serie de locos, por ejemplo,
”El Cleptómano”), no evitan pintar personas
heridas, deformes o muertas, llegando a recurrir al depósito de cadáveres para
poder conocer y reflejar más verosímilmente a los muertos; así lo hizo
Géricault cuando pintó “la Balsa de las Medusas”. Ocupan un lugar
preponderante lo misterioso, lo exótico o oriental, y lo fantástico (monstruos,
brujas y espectros), expresados de forma dramática. También se representaron la
melancolía
extrema
y la pesadilla, llegando a combinar en ocasiones el tema de la
muerte
con
el
el erotismo (el ejemplo más evidente es
“La Muerte de
Sardanápalo”, de Delacroix).El romanticismo concede
gran importancia a lo irracional, al inconsciente, la locura y el sueño (Goya,
Blake o Fussil).
Esta comedia trágica urbana expresada por
H. Daumier, que ya hemos mencionado, se representa igualmente en los estudios
dedicados por G. Doré a la ciudad industrial inglesa, la representación de la
muchedumbre y de los carruajes, la marea anónima tumultuosa, el eterno
movimiento sin meta, la densidad física, la desigualdad y la pobreza, nos
descubre una civilización dominada por un trabaja alienante y atomizado. La
percepción de la nueva realidad urbana nacida de la revolución industrial, se
advierte en la evolución del arte y de la cultura en general, en esa visión
estrecha y dura de la vida cotidiana de la ciudad, frente a ella se sitúa la
“incontaminación del campo”, la naturaleza acomodada, su dulce abandono,
expresado en los cuadros de Corot, en los lugares exóticos de Delacroix
(Delacroix asumirá la causa de la libertad, el ejemplo mas evidente de ello es
la “Libertad guiando al pueblo” protagonizado por Marianne llevando la bandera
francesa, una imagen de combate dentro de una nube luminosa), en las imágenes de los prerrafaelistas y en toda la pintura paisajista
moderna, referida al rechazo de la
ciudad contaminada por la revolución industrial. De todo ello, surge la visión
antiurbana, el apasionamiento por los temas de la naturaleza, el valor del
trabajo artesanal y la experiencia embriagadora de la metrópoli borrascosa.
De toda esta visión antiurbana, nacerá el
arte urbano por excelencia, el impresionismo, Renoir o Monet , nos restituyen
directamente al movimiento incesante de la multitud, el trafico, la luz
artificial, la vida de los bulevares y los interiores. El impresionismo
descubre la ciudad, ve el mundo con los ojos del ciudadano. Es un estilo urbano
porque capta el ritmo nervioso, las impresiones súbitas de la vida ciudadana,
una nueva y agudizada sensibilidad, una nueva excitabilidad nerviosa.
Entre 1830 y 1840 viene a unirse a la
pintura, la fotografía. La fotografía
de los ambientes urbanos decimonónicos coloca ante nosotros la melancolía y la
incomparable belleza de ciertos paisajes silenciosos y vacíos (las fotografías
desiertas de Arget tomadas en las calles de Paris), el movimiento de los grupos
humanos, el amueblamiento urbano ,o la diversa velocidad de los
desplazamientos. Asi disfrutamos de las
fotografías de Chicago de Alexander Hesler, las vistas aéreas de Nadar, las
fotografías de la guerra civil norteamericana de Mathew Brady, los temas
urbanos de Alfred Stieglitz, el Nueva York de Lewis Hine, la Roma de Primoli,
el San Francisco de Arnold Genthe o las
callejas oscuras de los “slums” neoyorquinos de Jacobo A. Riis, son todos
ellos pioneros del reportaje
sociológico urbano.
Ruskin analizando a Balzac, quizás el
primer gran interprete de la ciudad, observó en “Papá Goriot”, que la
violencia, el contraste y su peculiar
intriga tan solo podían ambientarse en
una gran ciudad. Balzac admiraba el
dinamismo, y el impulso de las grandes ciudades. Paris le embriagaba,
amaba esta ciudad, incluso con la monstruosidad de sus vicios, sus luces
nocturnas y sus paraísos secretos, la
patria de Baudelaire, de Verlain, de Constatin Guy y de Toulouse Lautrec. Asi
mismo, Baudelaire observo, que el frecuente uso de las ciudades inmensas, y sus
innumerables relaciones producían una prosa
poética, musical, sin ritmo ni rima, bastante dúctil y nerviosa a la hora de adaptar los movimientos líricos del alma
, a los sobresaltos de la conciencia.
Los símbolos culturales de la ciudad, son
la metáfora del espejo de la condición humana, de la discontinuidad, de la
ausencia, la separación, el aislamiento, la fragmentación, la desarticulación,
y el conflicto que expresaban las tensiones de la nueva civilización
industrial. Frente a ellas, el recuerdo recupera las conexiones perdidas de una
vida que volvemos a visitar a través de planos de la memoria, que nos permiten reconocer y comprender los caracteres, las relaciones, las
corrientes o los intereses que han quedado olvidados o escondidos. Cuando
releemos esos mapas de la memoria,
partimos de un punto cualquiera queriendo reconstruir algo tan sólido como la
existencia real del espacio que ensoñamos y nunca encontramos, como en el
periplo inagotable de Ulises en la Odisea.
La imagen de la ciudad contemporánea se
ha ido creando por el testimonio de la creación literaria y artística en
general, por los datos biográficos, documentales, estadísticas, por las
aportaciones experienciales y ensoñadas
de las personas sobre la realidad
urbana que los sustentan, mas allá de las apariencias. Hay una lenta
acumulación de estratos que reactulaizan el sky-line urbano, la imagen de la
ciudad moderna industrial. Hay algunas citas de Henry James sobre ciudades en
sus diarios cuyo alcance nos permite explicar este alcance: sobre Siena, “Ha
preservado, en todos los aspectos , las apariencias, de manera que resultaría
hoy difícil imaginarla mejor. Otros lugares, quizá, puedan acercarse a ofrecer un perfume tan embriagador del
sentido del pasado, pero pocos son capaces de transmitirlos con tanta
plenitud.....”, sobre Londres, “...no es posible hablar sobre Londres como un
todo, por la sencilla razón que nada
existe como “un todo”. Londres es algo desmesurado.....es mas bien una
colección de muchos conjuntos...si queremos efectuar una selección de los mas
importantes..., no conozco otra manera mas científica, que omitiendo todo aquello de lo que habría que ofrecer
excusas. La miseria, las tristes casas de vecindad, las brutalidades...hay
muchos elementos como estos que deben descartarse antes de poder conseguir una síntesis feliz”, de Nueva York “ Es
un espectáculo poderoso, a través de las aguas, asemeja un organismos
monstruoso ....produce el efecto, mas que cualquier otra cosa, de la visión de
la energía. Tenemos la sensación de encontrarnos ante un monstruo que crece y
crece, arrojando hacia el exterior sus artes e ingenios desatados, como un
gigante desmesurado que estuviese sujeto por ligaduras que se van estirando
cada vez mas lejos y mas velozmente....una especie de mecanismo colosal, una
maquina de ánima de hierro con brazos que se agitan, puños que martillan y
mandíbulas que se abren y se cierran....A luz de esta aprensión, la Bahía
luminosa de Nueva York cobra la apariencia de una amplia pagina blanca que
espera, .....las oscuras conquistas de la ciencia”.
Otras imágenes de la moderna civilización
industrial, son las que proceden de la
utopía tecnológica. Del mito de la técnica, de la industria y el trabajo, de la
identificación entre técnica y progreso. El intelectual positivista afirma la
hegemonía de la mecánica, que se confirma como nueva razón del mundo. La
decadencia de la utopía social, entrega la ideología a la “política de las
cosas” realizadas conforme a las leyes del beneficio, a la arquitectura le
quedara la utopía de las formas, como
proyecto de recuperación de la humanidad, como eliminación del desorden y la
anarquía a través del orden.. La ciudad se confecciona como una maquina
perfecta, sin errores ni irregularidades, de movimientos irreprochables, de
líneas geométricas, propuestas por la literatura de ciencia ficción y las imágenes de una utopía tecnológica
(las imágenes de H.G. Wells, los diseños de O. Wagner, los rascacielos, la
torre ascensor de Eiffel en Lisboa, las
estructura de la torre Eiffel en Paris, las del ferrocarril Metropolitan
Railway en Londres....).
El mito del orden perfecto, se presenta
aparentemente sin fisuras. Incluso alardea de las magnificas perspectivas y los estupendos progresos de la humanidad y
de la ciencia, aunque quizás, no sea más
que un espía del mismo terror
que nos insinúa el caos de las ciudades de esta nueva civilización. Junto a la
fe en la revolución técnica y en el éxito del librecambismo, siempre está
presente, el temor a los conflictos sociales, a los cambios introducidos en
gran escala en la ciudad y en la red de las relaciones humanas de las personas.
Así, la cultura tradicional hará todo lo posible por ocultar las indignidades
del ambiente urbano industrial existentes
y las expresiones mas dolorosas de la técnica, detrás de la historia
como tranquilizante.
La repugnancia a aceptar todas las medidas de este sistema,
suscita gran ambivalencia respecto a la idea y la imagen de la ciudad. . Esta
ambivalencia conceptual se convertirá
en un gran filón para la literatura, sugiriendo un futuro apocalíptico,
neo-bárbaro, una pesadilla de ciudad caótica, despiadadamente dominada por la
reglas inflexibles de un ”gran hermano” oculto y omnipresente.
Estos temas tiene su correspondencia en
la sociología que critica los procesos de alineación de la condición humana en
las grandes urbes (Faustel de Coulanges, M. Weber, F. Rsatzel, F. Tonies, G,
Simmel, W Sombart, W. Hallpach y E.
Durkheim). La actitud antiurbana, es la primera reacción frente al fenómeno
metrópoli, volviéndose a formular el antiguo anatema fisiocrático del consumo
improductivo en los grandes espacios
urbanos, la rapiña de los valores
humanos perpretada por la ciudad en prejuicio del equilibrio de las estructuras
sociales heredadas del pasado. Así, Riehl, historiador alemán, pondrá el acento
en la desintegración de la integración social en la ciudad, provocado por la
movilidad, en contraste con la cohesión
propia de la vida rural.. Tonnies exalta la pequeña comunidad y las
formas organizativas autosuficientes que tendrá una gran importancia en las
teorías del urbanismo, como forma de reducir la conflictividad metropolitana.
Algunos
otros sociologos alemnas que escriben
entre 1880 y 1910 como son, Simmel, Sombart o M. Weber, aceptan la penetración metropolitana,
haciendo no obstante propio el dato objetivo de su negatividad, debido a su
brusco giro con respecto al pasado. Simmel formó parte de la primera generación
de sociólogos alemanes: su enfoque neo-kantiano sentó las bases para un
antipositivismo sociológico, , se convirtió en
precursor de la sociología urbana, el interaccionismo simbólico y análisis
de redes sociales. G.
Simmel fue uno de los grandes pensadores urbanos. No sólo por su enorme
capacidad para reconocer y explicar aquellas cosas que eran propias de la nueva
vida urbana, sino también porque fue capaz de presentarlas de manera sencilla y
penetrante. Su escenario fue el Berlín de finales del siglo XIX, una ciudad que
se asomaba cuantitativa y cualitativamente diferente a su predecesora; lo
primero, porque su extensión y población inauguraba una escala magna que más
tarde se volvería la norma; lo segundo, porque en su esencia el habitante de
las ciudades presentaba características nunca antes vistas. La metrópolis y
la vida mental (1903),
su trabajo más importante y conocido, recoge estas preocupaciones, ahondando especialmente
en el tipo de interacciones que se despliegan entre el individuo y la sociedad.
Su hipótesis rectora propone que, tensionado por un ritmo vertiginoso e
imposible de esquivar, el urbanita comienza a configurar un tipo de
personalidad moderno, capitalista, indiferente y reservado; un tipo de
personalidad caracterizado por la intensificación de los estímulos nerviosos.
Su actitud se vuelve desencantada con lo que le ofrece la economía del mercado
y el dinero como panacea, efecto que se transfiere a su vida cotidiana. Y la
mirada que propone ante este nuevo escenario no es, como venía siendo
costumbre, desde la economía, la política o la biología, sino que desde la
cultura y la naciente psicología.
Sombart fue economista y sociólogo, nos interesa aquí sus
estudios sobre las naturalezas burguesas. Según Sombart la constitución
psíquica del burgués, descansa en predisposiciones hereditarias, si bien estas
no tienen un carácter universal. En todo perfecto burgués descansan dos almas:
las del empresario y la del burgués propiamente dicho, cuya conjunción da el
espíritu capitalista. Si bien su temperamento es agudo, perspicaz e ingenioso,
acompañado de gran energía vital, su vida emocional y afectiva suele ser pobre.
Mientras que el empresario conoce a los hombres , el artista conce al hombre.
M. Weber
profundizará en la búsqueda de
una nueva definición del desarrollo, un nuevo diseño físico y social , con un
discurso orientado en el terreno histórico, para comprender el papel que juegan
las formas de la ciudad en proceso de
nacionalización del capital, recorriendo la ruptura de la organización
medieval, del pacto originario de la fundación de la urbe. Weber afirma la
irreversibilidad de la forma metropolitana, su origen como conflicto, su
carácter negativo no le viene del exterior, sino de su sustancia. Teoriza sobre
los conflictos que la racionalización evoca, que no solo tiene una dimensión de
ciudad sino que remite a las instituciones del Estado. No se puede concebir la
ciudad sin Estado, una ciudad no puede estar fuera del Estado organizado
racionalmente. Por tanto, cualquier análisis de la ciudad no se puede considerar aislado de los conflictos de
clase que se dan en el interior del Estado.
He tratado de reunir, en este texto, algunas ideas de
manifestaciones y movimientos que a lo largo del siglo XIX, partiendo de la
critica a la sociedad industrial han tratado de corregir las orientaciones y condiciones de la ciudad y del ambiente
humano, planes de reforma, modelos alternativos, organizaciones distintas,
rechazos de la sociedad industrial, de la sociedad del consumo y del dinero,
posiciones de critica social, movimientos de denuncia, análisis de degradación
de la ciudad, tendencias para resolver la cuestión central del crecimiento de
la ciudad y la cuestión de la
vivienda...esas cañerías del urbanismo, que hoy rompen las arquetas y
afloran con fuertes impulsos, porque la ciudad no tiene nada que ver con los
postulados que impuso la sociedad librecambista.
Coubert
Después de todo las cosas sobre las que
escribo son las cosas sobre las que me gusta escribir. Siempre me ha atraído
una manera muy simple de averiguar si algo me gusta o no, me atrae lo que no
entiendo, si lo entiendo lo abandono corriendo.. Me fascinan los fragmentos
inentiligibles de la ciudad, sospecho que es en ellos donde está la verdad. Es
ellos donde se encuentra la puerta que se abre y que quiero ver. Esas cosas que
no entiendo son las que expongo, puede que las perciba por las ranuras
entreabiertas, pero no las entiendo, si las entiendo.....las voy dejando.
El origen de la Vida de Coubert