jueves, 28 de mayo de 2015

¿ QUE ES LA CIUDAD? escrito por Vicente Seguí Pérez


                                         
 La Ciudad significa tribu, comunidad. No una comunidad que se realiza gracias a elevados vínculos o ideales, sino porque sus habitantes viven unos cerca de otros, porque se conocen, porque luchan juntos y porque en cierto sentido están emparentados. Los modos de comunicación on line o tecnológicos no son formas sustitutorias de el concepto de vecindad. La comunidad no tiene un sentido de exclusividad, sino de comunidad verdadera, arraigada, carnal, política, a diferencia de cualquier comunidad utópica. Los seres humanos y la naturaleza no solamente habitan en comunidad, no solamente pertenecen a una determinada sociedad, sino que en si mismos son comunidad, son ciudad, son polis.

El concepto de comunidad, de ciudad, de polis no se refiere solo a una organización puramente técnica o normativa, así como la democracia no ha existido únicamente para establecer reglas de comportamiento social. ¿Donde sino en la ciudad, el ser humano se realiza, desarrolla las diversas posibilidades de su personalidad? ¿Donde sino es sanado y liberado?. En este sentido, la ciudad, la vida política, significa mucho más que traficar con “leyes parlamentarias”. La plenitud humana solo se realiza en comunión con los vecinos y vecinas, con las cosas, con los animales, con la naturaleza, con los dioses internos de cada uno. Todos los seres  vivos constituyen una polis, una ciudad. Sin todo esto, sin entender el fluir de la vida, la no dualidad, la violencia o la desigualdad, una ciudad, una civilización, nunca podrá hacer posible la plenitud humana, objetivo verdadero del concepto de comunidad.

La civilización cristiana destruyó  teóricamente el significado globalizador de la ciudad, distinguiendo entre ciudad de dios y ciudad terrenal. ¿Por qué? Porque asistió a la destrucción de los ideales griegos y romanos. La comunidad, la ciudad, estaba prácticamente destruida. Para la mayoría de la gente era imposible alcanzar el ideal de ciudad. Los antiguos dioses habían sido expulsados de ella, los santuarios destruidos, la vida política  masacrada, como hoy vemos que ocurre en los territorios donde el fanatismo islámico irrumpe con violencia.

Constantino al introducir el cristianismo como instrumento de poder, los seguidores de los dioses antiguos fueron perseguidos, todo ello con una motivación política, controlar el antiguo orden político del Imperio Romano que estaba en plena decadencia, por terribles que fueran las consecuencias para la cristiandad posterior, pero en ese momento era lo único imaginable.

 Agustín de Hipona defendía la unidad entre la ciudad del cielo y la ciudad terrenal, quería salvar la unidad de la vida humana en la polis, pero sabia que alcanzar la salvación en una sola ciudad, en aquel momento, era un sueño irrealizable. Había esclavos, mujeres, niños, mucha gente que no podían formar parte de ese proceso de unidad y abre una posibilidad: permitir a la gente  la opción de acceder a una ciudad divina, un cielo difuso, en el que siempre se había creído tradicionalmente. Y les dice, puesto que es imposible para la mayoría de la gente realizar aquí la vida humana  en sentido pleno, démosles otra oportunidad, una ciudad-cielo. Puede que este sea un pensamiento pastoral extraordinario, pero significa el comienzo de una dicotomía entre cielo y tierra, una confusión y una realidad irreal, torticera, una dualidad, que a partir de entonces se extiende en el cristianismo. ¿Puede la ciudad real, la ciudad terrenal, posibilitar la reconciliación, la unidad global, la igualdad? .Éste es uno de los principales deberes que el cristianismo actual debe a occidente.

Si la ciudad es algo, és que es comunidad, la comunidad es ciudad, somos ciudad. El hombre no puede realizar su vida, su naturaleza, sin ser algo mas que individualidad, que un ego particular, preocupándose solo por el control de su cuerpo, por su seguridad personal, por su salud propia, por un conocimiento elitista, por el embellecimiento en solitario de su alma y por tener buenas relaciones con su otro. Las personas no son solamente individuos, su riqueza humana va mas allá. El descubrimiento del ser pasa por darse cuenta de que soy “atman”, soy ciudad, soy comunidad, o mejor dicho, que “atman”, ciudad, es aquello que también soy. Esto puede que no sea todo ello un descubrimiento racional, la ciudad no es toda ella racional, lo he dicho muchas veces, la ciudad se revela por si misma, contra mas silencio interior tenemos, ella mas surge y nos descubre su verdad. Por ello, deberíamos seguir atentamente sus huellas, puesto que a través de ella muchas cosas se conocen.

Los chinos vivieron algo parecido durante el siglo XIII o los Upanishad durante el siglo VI antes de C. Nosotros hace algún tiempo empezamos a sentir sus consecuencias, es imposible que solo con la tecnología podamos dominar las diversas áreas del saber urbano. No podemos saberlo todo. Nos damos cuenta que contra mas creemos saber, mas nos damos cuenta que sabemos menos. Creamos una inflación de saber, de técnicas y de normas, que se transforman en ansiedad. Tenemos tanta bibliografía a nuestro alcance, es tan extensa que nadie, ni siquiera los especialistas  pueden agotarla. Al final nos limitamos a extractos de extractos de un tema determinado. ¿Cómo puedo comprender la ciudad si intento comprenderla cuantitativamente? ¿Puedo comprender algo mas que aspectos particulares, fragmentarios?.

Esta fue la critica de Heraclito a los pitagóricos, aunque pudiera conocerlo todo, este saber no sería conocimiento verdadero, lo mismo está planteado en la tradición índica, “Donde hay dualidad uno ve al otro, uno huele al otro, uno saborea al otro, uno piensa al otro, uno toca al otro, uno conoce al otro. Pero cuando se convierte en “atman”, ¿a través de qué y a quien hay que ver? ¿Cómo puede conocerse aquello gracias a lo cual conocemos toda la realidad?. La pregunta adecuada es entonces ¿Cómo podemos conocer la ciudad?.

Necesitamos un cambio radical de dirección. O nos orientamos hacia la producción urbana (tecnocracia) o bien hacia la mejora de los sujetos (humanismo) Son orientaciones excluyentes como principio. Es cierto, que en nuestra época la tecnocracia domina al humanismo. Lo que trata la tecnocracia,  es de conseguir poder, dominar, cambiar o destruir la ciudad, con su ayuda podemos obtener resultados, pero solo para unas minorías, algunas personas conseguirán la felicidad otras no, necesitamos incorporar otros factores completamente distintos. De eso se trata, de la plenitud de la ciudad,  y de la participación de sus habitantes en esta plenitud.


El humanismo es la cultura de lo “humano”  y no la habitual imagen antropocéntrica del ser humano. Por ello, como añadido diré, que ni las personas, ni la ciudad son el centro de todo, son parte del “esplendor de lo real”, de la vida, del universo.


Esta decisión de la que hablo es fundamental, y no es de carácter individual, nos concierne a todos. Que vivamos en una comunidad feliz, no es una pregunta individual. Si la prioridad de nuestra comunidad está orientada hacia la felicidad o hacia el poder, solo podemos determinarlo colectivamente. Tenemos que dejar ser a la ciudad, apenas queremos introducir en ella la voluntad del poder o de mi yo egocéntrico tecnócrata, descubrimos que la ciudad se perjudica. La salud global de la ciudad se produce aquí y ahora, no en el reino del por venir, no en la ciudad de dios, no en un cielo difuso.

martes, 26 de mayo de 2015

LA IMAGEN SUBTERRÁNEA DE LA CIUDAD (II) escrito por Vicente Seguí Perez


Por la ciudad paseamos, nos relacionamos, amamos, vivimos y morimos, por ella transcurren nuestras emociones y sentimientos, pero aun así, se nos niega que ella nos pertenece. Somos ciudad, la ciudad son sus vecinos, pertenece a ellos. Los modos de cómo disfrutamos y vivimos la ciudad son un elemento importante de la cualificación del espacio urbano. Es decir que el “tiempo vivido” o “como vivimos”, es parte integrante de la “forma” de la ciudad. La ciudad es como un espejo que refleja el modo en que las relaciones sociales se viven, se interiorizan o se critican. Los reflejos de este espejo ofrecen a nuestra observación, en buena medida, cuanto ha sido depositado en la ciudad. Desgraciadamente la ciudad nos ha sido usurpada, sobre todo por los detentadores del poder, no solo del poder económico, sino también del poder cultural y técnico, los manipuladores de los lenguajes de todo tipo, las clases intelectuales burguesas, que empezaron a construir la imagen de la realidad urbana que observamos en el “espejo”.

Puede que el amor a la ciudad, el significado de la conciencia o esencia de la ciudad, sea una invención o una simple reconstrucción  de la cultura intelectual, pero lo cierto también, es que para que la ciudad se exprese libre de las nieblas opacas de la ideología, necesitamos un vehículo critico que nos descodifique  la realidad material y social del espacio urbano. Así, no debemos olvidar las observaciones de Engels a la obra narrativa de Balzac, en relación con la posición ideológica del narrador: el producto artístico puede restituir  objetivamente la situación histórica “anudada” a un determinado proceso de transformación.

A partir de 1830, en muchos países de Europa, los temas de la ciudad industrial que se estaban imponiendo,  animan la prensa diaria, sobre todo la satírica, y proliferan por entregas las novelas de folletín. En Inglaterra, lo vemos en la figura mas representativa de la narración de la ciudad industrial Charles Dickens, fue reportero, periodista político y editor, una parte importante de su obra se publicó en entregas y folletos. En Francia lo advertimos en el periódico de humor satírico “La Caricatura”, suprimido en 1835, cuya herencia será asumida por “Charivari”, que tendría una vida mas dilatada para el que trabajaron Gavarni, Hennry Monief, Charles Grandville, Raffet, Devéria y sobre todo, Honoré Daumier.

Honoré Daumier fue un autentico interprete  de los conflictos de la metrópoli de su época, de las deformaciones y el cinismo, de todo cuanto una gran ciudad contiene de monstruosidad, de fantástica y excitante realidad, como decía Baudelaire que tanto apreciaba su obra. En sus dibujos destaca la mordacidad descarnada, sus rostros sarcásticos, los gestos y expresiones exagerados (existe un cierto influjo de la obra de Goya). Su obra ilustra aspectos tan significativos como:

a)      La matanza de la rue Transnonain (Francia, en su lucha contra la Monarquía de Julio (1830), los republicanos de la Sociedad Secreta de Derechos Humanos (François y Etienne Arago, Louis Blanc, Victor Schoelcher, Alexandre Ledru-Rollin, Auguste Blanqui) mantienen el trabajo de agitación. Tras la prohibición de las asociaciones, una revuelta republicana estalla en París el 15 de abril de 1834. En momentos en que se prepara el ejercito para asaltar una barricada en la calle Transnonain es tiroteado desde el techo del edificio número 12 y un oficial cae muerto. Se da entonces a los soldados la orden de «barrer con la canalla». Las puertas de las casas son derribadas y los vecinos (hombres, mujeres y niños) son masacrados a bayonetazos en sus camas. Otra vivienda, con sus moradores dentro, es arrasada a cañonazos. El acontecimiento inspiró a Honoré Daumier su famoso dibujo intitulado Le massacre de la rue Transnonain. La rebelión es aplastada y las leyes de septiembre de 1835 prohíben después toda crítica a la persona del rey así como todo tipo de reunión pública e imponen la censura previa a cualquier impreso, so pena de cárcel con régimen de trabajo forzado),

b)       las victimas de la represión de Thiers. Axdolphe Thiers, presidia el gobierno provisional de la republica, cuando se produjo el alzamiento de la Comuna de Paris (el término commune designaba y aún designa al Ayuntamiento). La Comuna gobernó durante 60 días promulgando una serie de decretos revolucionarios, como la autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, la laicidad del Estado, la obligación de las iglesias de acoger las asambleas de vecinos y de sumarse a las labores sociales, la remisión de los alquileres impagados y la abolición de los intereses de las deudas. Muchas de estas medidas respondían a la necesidad de paliar la pobreza generalizada que había causado la guerra. Sometida casi de inmediato al asedio del gobierno provisional, la Comuna fue reprimida con extrema dureza. Tras un mes de combates, el asalto final al casco urbano provocó una fiera lucha calle por calle, la llamada “Semana Sangrienta” (Semaine sanglante) del 21 al 28 de mayo. El balance final fue de unos 30.000 muertos y el sometimiento de París a la ley marcial durante cinco años.


c) las angustias de la burguesía durante la frágil Segunda Republica. La revoluciones de 1848 proclaman la Segunda República durante el periodo comprendido entre el 25 de febrero de 1848 y diciembre 1852. Pese a su brevedad, se produjeron grandes cambios y reformas, que llevarían a implantar el sufragio universal masculino, así como la abolición definitiva de la esclavitud y el derecho al trabajo. Tras las revueltas de 1848, la familia real borbónica huye y jamás vuelve a reinar en Francia. Este mismo año K. Marz y F. Engels publican el Manifiesto Comunista.  A partir de 1845  Francia comenzó a sufrir una una crisis económica: cerraron fabricas, aumentaron los desempleados y el hambre se generalizó. La pequeña burguesía y los estudiantes se unieron a las protestas de los obreros, de manera que cuando el Gobierno intentó utilizar a la policía y a las fuerzas armadas, éstas se negaron, obligando al rey Luis Felipe de Orleans a abdicar. De esta manera, se creó un Gobierno provisional, que daría paso a la Segunda República Francesa. Se forman, entonces, dos clases sociales paralelas con aspiraciones contrarias: la  burguesía se convierte en la clase dominante, y tiende a imponer su política y moral mientras que la clase obrera trata de expresar sus peticiones. La burguesía sufre un periodo de confusión y de angustia sobre todo la pequeña y mediana burguesía.

d)     las destrucciones haussmannianas del Segundo Imperio. Haussman expropió el centro de Paris, eliminando muchas calles antiguas, serpenteantes y derribando muchas casas. Las reemplazó con avenidas, anchas, vías flanqueadas por árboles, y creó extensos jardines por los que hoy París es famoso. Logró desplazar a las masas obreras del centro de la ciudad a los barrios de la periferia. La clase que más sufrió en el pasado las condiciones de vida medievales del antiguo París se exilió en las periferias por la haussmannización, puesto que los barrios bajos se limpiaron y substituyeron con apartamentos para la burguesía. El Plan de Haussman de Paris  dificultaba las revueltas, e impedía físicamente la colocación de barricadas,  estas resultaban fáciles en estrechas callejuelas medievales pero difíciles en avenidas anchas, y facilitaban la labor de las fuerzas del orden a través del rápido desplazamiento por las calles y la colocación estratégica de edificios oficiales como los cuarteles. En este sentido son reformas que se pusieron al servicio de regímenes políticos conservadores. Cuando contrató a Haussmann, Napoleón III también tenía pensada esta finalidad de conseguir calles muy anchas para que los rebeldes no construyeran barricadas a lo largo de ellas y donde pudieran circular batallones en formación y la artillería, si se diera tal necesidad. Haussmann creó avenidas anchas unidas con las principales estaciones ferroviarias, de manera que las tropas de provincias pudieran llegar y desplegarse por Paris en poco tiempo , por ejemplo, el boulevard de Strasbourg cerca de la Estación de Paris Este y la de Paris Norte. Así, esta obra realizada durante el Segundo Imperio contribuyó a la rápida represión de la comuna de Paris de 1871: desde la revolución de 1848 Adolphe Thiersse había obsesionado con aplastar la siguiente y previsible rebelión parisina. Por tanto, planeó abandonar la ciudad y retirarse, de manera que pudiera tomarla de nuevo con más fuerzas militares. Fue el diseño de Haussmann de calles y avenidas, combinadas con la nueva importancia que adquirió el ferrocarril, lo que facilitó el triunfo de este plan, y Adolphe Thiers aplastó fácilmente la Comuna de Paris.

ela rebelión de los trabajadores por la opresión  y los desmesurados beneficios de la especulación del suelo.

En todo este contexto, los intelectuales y artistas empezaron a desarrollar los fundamentos de la doctrina socialista . Estos no están todos necesariamente junto a la clase trabajadora y su lucha, pero están en contra de la burguesía que rechaza las nuevas formas de hacer política  y de alcanzar una sociedad mas igualitaria. Es interesante a este respecto el caso del gran pintor Courbet. Este participará con  la Comuna de Paris solamente en 1871. A pesar de sus polémicas, llegó a disfrutar de éxito. Se le otorgó la medalla de la  Legión de Honor, pero la rechazó. Afirmaba que quería morir «como hombre libre, sin depender de ningún poder ni religión». Creía que el arte podría subsanar las contradicciones sociales. Admitía su compromiso con el socialismo y con el realismo cuando afirmaba: "Acepto con mucho gusto esta denominación. No solo soy socialista, sino que también soy republicano, y en una palabra partidario de cualquier revolución –y por encima de todo realista... realista significa también sincero con la verdadera verdad." .Durante la Comuna se le encargó la administración de los museos de Paris. Tras caer dicho gobierno, el gobierno posterior le responsabilizó de la destrucción de la la columna Vendome dedicada a Napoleón Bonaparte. Un consejo de guerra lo condenó a seis meses de prisión y a pagar 300.000  francos. Al salir de la cárcel escapó a Suiza (1873) para evitar que el Estado le obligara a pagar la multa.

Son las facetas artísticas del Romanticismo que sucederá al Neoclasicismo, las que hermanadas con los movimientos sociales y políticos, alcanzarán su apogeo, al ganar la Revolución Francesa. El romanticismo centra su atención en el paisaje y la naturaleza, así como en la figura humana y la supremacía del orden natural. Sigue una filosofía panteísta ( Spinoza y Hegel) y un culto al sentimentalismo y amor a la naturaleza (Rouseau y Goethe). Es una concepción opuesta a los ideales ilustrados, pues ve el destino de la humanidad bajo una luz más trágica o pesimista. Así, el tema de la naturaleza hizo que los paisajes se convirtieran en un género mayor, cuando hasta entonces era considerado menor o mero fondo decorativo para las composiciones de figuras. No se trataba de descripciones topográficas, sino de
expresar emociones humanas a través del paisaje. 

 El romanticismo aprecia  interés por la violencia, el drama, la lucha, la locura
(Géricault al final de su vida realizó toda una serie de locos, por ejemplo,”El Cleptómano”), no evitan pintar personas heridas, deformes o muertas, llegando a recurrir al depósito de cadáveres para poder conocer y reflejar más verosímilmente a los muertos; así lo hizo Géricault cuando pintó “la Balsa de las Medusas”. Ocupan un lugar preponderante lo misterioso, lo exótico o oriental, y lo fantástico (monstruos, brujas y espectros), expresados de forma dramática. También se representaron la melancolía extrema y la pesadilla, llegando a combinar en ocasiones el tema de la muerte con el el erotismo (el ejemplo más evidente es “La Muerte de Sardanápalo”, de Delacroix).El romanticismo concede gran importancia a lo irracional, al inconsciente, la locura y el sueño (Goya, Blake o Fussil).

Esta comedia trágica urbana expresada por H. Daumier, que ya hemos mencionado, se representa igualmente en los estudios dedicados por G. Doré a la ciudad industrial inglesa, la representación de la muchedumbre y de los carruajes, la marea anónima tumultuosa, el eterno movimiento sin meta, la densidad física, la desigualdad y la pobreza, nos descubre una civilización dominada por un trabaja alienante y atomizado. La percepción de la nueva realidad urbana nacida de la revolución industrial, se advierte en la evolución del arte y de la cultura en general, en esa visión estrecha y dura de la vida cotidiana de la ciudad, frente a ella se sitúa la “incontaminación del campo”, la naturaleza acomodada, su dulce abandono, expresado en los cuadros de Corot, en los lugares exóticos de Delacroix (Delacroix asumirá la causa de la libertad, el ejemplo mas evidente de ello es la “Libertad guiando al pueblo” protagonizado por Marianne llevando la bandera francesa, una imagen de combate dentro de una nube luminosa),  en las imágenes de los prerrafaelistas  y en toda la pintura paisajista moderna,  referida al rechazo de la ciudad contaminada por la revolución industrial. De todo ello, surge la visión antiurbana, el apasionamiento por los temas de la naturaleza, el valor del trabajo artesanal y la experiencia embriagadora de la metrópoli borrascosa.

De toda esta visión antiurbana, nacerá el arte urbano por excelencia, el impresionismo, Renoir o Monet , nos restituyen directamente al movimiento incesante de la multitud, el trafico, la luz artificial, la vida de los bulevares y los interiores. El impresionismo descubre la ciudad, ve el mundo con los ojos del ciudadano. Es un estilo urbano porque capta el ritmo nervioso, las impresiones súbitas de la vida ciudadana, una nueva y agudizada sensibilidad, una nueva excitabilidad nerviosa.

Entre 1830 y 1840 viene a unirse a la pintura,  la fotografía. La fotografía de los ambientes urbanos decimonónicos coloca ante nosotros la melancolía y la incomparable belleza de ciertos paisajes silenciosos y vacíos (las fotografías desiertas de Arget tomadas en las calles de Paris), el movimiento de los grupos humanos, el amueblamiento urbano ,o la diversa velocidad de los desplazamientos.  Asi disfrutamos de las fotografías de Chicago de Alexander Hesler, las vistas aéreas de Nadar, las fotografías de la guerra civil norteamericana de Mathew Brady, los temas urbanos de Alfred Stieglitz, el Nueva York de Lewis Hine, la Roma de Primoli, el San Francisco de Arnold Genthe  o las callejas oscuras de los “slums” neoyorquinos de Jacobo A. Riis, son todos ellos  pioneros del reportaje sociológico urbano.

Ruskin analizando a Balzac, quizás el primer gran interprete de la ciudad, observó en “Papá Goriot”, que la violencia, el contraste  y su peculiar intriga tan solo podían ambientarse  en una gran ciudad. Balzac admiraba el  dinamismo, y el impulso de las grandes ciudades. Paris le embriagaba, amaba esta ciudad, incluso con la monstruosidad de sus vicios, sus luces nocturnas  y sus paraísos secretos, la patria de Baudelaire, de Verlain, de Constatin Guy y de Toulouse Lautrec. Asi mismo, Baudelaire observo, que el frecuente uso de las ciudades inmensas, y sus innumerables relaciones  producían una prosa poética, musical, sin ritmo ni rima, bastante dúctil y nerviosa a la hora  de adaptar los movimientos líricos del alma , a los sobresaltos de la conciencia.

Los símbolos culturales de la ciudad, son la metáfora del espejo de la condición humana, de la discontinuidad, de la ausencia, la separación, el aislamiento, la fragmentación, la desarticulación, y el conflicto que expresaban las tensiones de la nueva civilización industrial. Frente a ellas, el recuerdo recupera las conexiones perdidas de una vida que volvemos a visitar a través de planos de la memoria,  que nos permiten reconocer y comprender  los caracteres, las relaciones, las corrientes o los intereses que han quedado olvidados o escondidos. Cuando releemos  esos mapas de la memoria, partimos de un punto cualquiera queriendo reconstruir algo tan sólido como la existencia real del espacio que ensoñamos y nunca encontramos, como en el periplo inagotable de Ulises en la Odisea.


La imagen de la ciudad contemporánea se ha ido creando por el testimonio de la creación literaria y artística en general, por los datos biográficos, documentales, estadísticas, por las aportaciones experienciales  y ensoñadas de las personas  sobre la realidad urbana que los sustentan, mas allá de las apariencias. Hay una lenta acumulación de estratos que reactulaizan el sky-line urbano, la imagen de la ciudad moderna industrial. Hay algunas citas de Henry James sobre ciudades en sus diarios cuyo alcance nos permite explicar este alcance: sobre Siena, “Ha preservado, en todos los aspectos , las apariencias, de manera que resultaría hoy difícil imaginarla mejor. Otros lugares, quizá, puedan acercarse  a ofrecer un perfume tan embriagador del sentido del pasado, pero pocos son capaces de transmitirlos con tanta plenitud.....”, sobre Londres, “...no es posible hablar sobre Londres como un todo,  por la sencilla razón que nada existe como “un todo”. Londres es algo desmesurado.....es mas bien una colección de muchos conjuntos...si queremos efectuar una selección de los mas importantes..., no conozco otra manera mas científica, que omitiendo  todo aquello de lo que habría que ofrecer excusas. La miseria, las tristes casas de vecindad, las brutalidades...hay muchos elementos como estos que deben descartarse  antes de poder conseguir una síntesis feliz”, de Nueva York “ Es un espectáculo poderoso, a través de las aguas, asemeja un organismos monstruoso ....produce el efecto, mas que cualquier otra cosa, de la visión de la energía. Tenemos la sensación de encontrarnos ante un monstruo que crece y crece, arrojando hacia el exterior sus artes e ingenios desatados, como un gigante desmesurado que estuviese sujeto por ligaduras que se van estirando cada vez mas lejos y mas velozmente....una especie de mecanismo colosal, una maquina de ánima de hierro con brazos que se agitan, puños que martillan y mandíbulas que se abren y se cierran....A luz de esta aprensión, la Bahía luminosa de Nueva York cobra la apariencia de una amplia pagina blanca que espera, .....las oscuras conquistas de la ciencia”.

Otras imágenes de la moderna civilización industrial, son las que proceden  de la utopía tecnológica. Del mito de la técnica, de la industria y el trabajo, de la identificación entre técnica y progreso. El intelectual positivista afirma la hegemonía de la mecánica, que se confirma como nueva razón del mundo. La decadencia de la utopía social, entrega la ideología a la “política de las cosas” realizadas conforme a las leyes del beneficio, a la arquitectura le quedara  la utopía de las formas, como proyecto de recuperación de la humanidad, como eliminación del desorden y la anarquía a través del orden.. La ciudad se confecciona como una maquina perfecta, sin errores ni irregularidades, de movimientos irreprochables, de líneas geométricas, propuestas por la literatura de ciencia ficción  y las imágenes de una utopía tecnológica (las imágenes de H.G. Wells, los diseños de O. Wagner, los rascacielos, la torre ascensor de Eiffel en Lisboa,  las estructura de la torre Eiffel en Paris, las del ferrocarril Metropolitan Railway en Londres....).

El mito del orden perfecto, se presenta aparentemente sin fisuras. Incluso alardea de las magnificas perspectivas  y los estupendos progresos de la humanidad y de la ciencia, aunque quizás, no sea más  que un espía  del mismo terror que nos insinúa el caos de las ciudades de esta nueva civilización. Junto a la fe en la revolución técnica y en el éxito del librecambismo, siempre está presente, el temor a los conflictos sociales, a los cambios introducidos en gran escala en la ciudad y en la red de las relaciones humanas de las personas. Así, la cultura tradicional hará todo lo posible por ocultar las indignidades del ambiente urbano industrial existentes  y las expresiones mas dolorosas de la técnica, detrás de la historia como tranquilizante.

 La repugnancia a aceptar todas las medidas de este sistema, suscita gran ambivalencia respecto a la idea y la imagen de la ciudad. . Esta ambivalencia conceptual  se convertirá en un gran filón para la literatura, sugiriendo un futuro apocalíptico, neo-bárbaro, una pesadilla de ciudad caótica, despiadadamente dominada por la reglas inflexibles de un ”gran hermano” oculto y omnipresente.

Estos temas tiene su correspondencia en la sociología que critica los procesos de alineación de la condición humana en las grandes urbes (Faustel de Coulanges, M. Weber, F. Rsatzel, F. Tonies, G, Simmel, W Sombart,  W. Hallpach y E. Durkheim). La actitud antiurbana, es la primera reacción frente al fenómeno metrópoli, volviéndose a formular el antiguo anatema fisiocrático del consumo improductivo  en los grandes espacios urbanos,  la rapiña de los valores humanos perpretada por la ciudad en prejuicio del equilibrio de las estructuras sociales heredadas del pasado. Así, Riehl, historiador alemán, pondrá el acento en la desintegración de la integración social en la ciudad, provocado por la movilidad, en contraste con la cohesión  propia de la vida rural.. Tonnies exalta la pequeña comunidad y las formas organizativas autosuficientes que tendrá una gran importancia en las teorías del urbanismo, como forma de reducir la conflictividad metropolitana.

Algunos otros sociologos alemnas  que escriben entre 1880 y 1910 como son, Simmel, Sombart o M. Weber,  aceptan la penetración metropolitana, haciendo no obstante propio el dato objetivo de su negatividad, debido a su brusco giro con respecto al pasado. Simmel formó parte de la primera generación de sociólogos alemanes: su enfoque neo-kantiano sentó las bases para un antipositivismo sociológico, , se convirtió en precursor de la sociología urbana, el interaccionismo simbólico y análisis de redes sociales. G. Simmel fue uno de los grandes pensadores urbanos. No sólo por su enorme capacidad para reconocer y explicar aquellas cosas que eran propias de la nueva vida urbana, sino también porque fue capaz de presentarlas de manera sencilla y penetrante. Su escenario fue el Berlín de finales del siglo XIX, una ciudad que se asomaba cuantitativa y cualitativamente diferente a su predecesora; lo primero, porque su extensión y población inauguraba una escala magna que más tarde se volvería la norma; lo segundo, porque en su esencia el habitante de las ciudades presentaba características nunca antes vistas. La metrópolis y la vida mental (1903), su trabajo más importante y conocido, recoge estas preocupaciones, ahondando especialmente en el tipo de interacciones que se despliegan entre el individuo y la sociedad. Su hipótesis rectora propone que, tensionado por un ritmo vertiginoso e imposible de esquivar, el urbanita comienza a configurar un tipo de personalidad moderno, capitalista, indiferente y reservado; un tipo de personalidad caracterizado por la intensificación de los estímulos nerviosos. Su actitud se vuelve desencantada con lo que le ofrece la economía del mercado y el dinero como panacea, efecto que se transfiere a su vida cotidiana. Y la mirada que propone ante este nuevo escenario no es, como venía siendo costumbre, desde la economía, la política o la biología, sino que desde la cultura y la naciente psicología.

Sombart fue economista y sociólogo, nos interesa aquí sus estudios sobre las naturalezas burguesas. Según Sombart la constitución psíquica del burgués, descansa en predisposiciones hereditarias, si bien estas no tienen un carácter universal. En todo perfecto burgués descansan dos almas: las del empresario y la del burgués propiamente dicho, cuya conjunción da el espíritu capitalista. Si bien su temperamento es agudo, perspicaz e ingenioso, acompañado de gran energía vital, su vida emocional y afectiva suele ser pobre. Mientras que el empresario conoce a los hombres , el artista conce al hombre.

M. Weber  profundizará  en la búsqueda de una nueva definición del desarrollo, un nuevo diseño físico y social , con un discurso orientado en el terreno histórico, para comprender el papel que juegan las formas  de la ciudad en proceso de nacionalización del capital, recorriendo la ruptura de la organización medieval, del pacto originario de la fundación de la urbe. Weber afirma la irreversibilidad de la forma metropolitana, su origen como conflicto, su carácter negativo no le viene del exterior, sino de su sustancia. Teoriza sobre los conflictos que la racionalización evoca, que no solo tiene una dimensión de ciudad sino que remite a las instituciones del Estado. No se puede concebir la ciudad sin Estado, una ciudad no puede estar fuera del Estado organizado racionalmente. Por tanto, cualquier análisis de la ciudad no se puede  considerar aislado de los conflictos de clase que se dan en el interior del Estado.

 He tratado de reunir, en este texto,  algunas ideas  de manifestaciones y movimientos que a lo largo del siglo XIX, partiendo de la critica a la sociedad industrial han tratado de corregir las orientaciones  y condiciones de la ciudad y del ambiente humano, planes de reforma, modelos alternativos, organizaciones distintas, rechazos de la sociedad industrial, de la sociedad del consumo y del dinero, posiciones de critica social, movimientos de denuncia, análisis de degradación de la ciudad, tendencias para resolver la cuestión central del crecimiento de la ciudad y la cuestión de la  vivienda...esas cañerías del urbanismo, que hoy rompen las arquetas y afloran con fuertes impulsos, porque la ciudad no tiene nada que ver con los postulados que impuso la sociedad librecambista.

Coubert
Después de todo las cosas sobre las que escribo son las cosas sobre las que me gusta escribir. Siempre me ha atraído una manera muy simple de averiguar si algo me gusta o no, me atrae lo que no entiendo, si lo entiendo lo abandono corriendo.. Me fascinan los fragmentos inentiligibles de la ciudad, sospecho que es en ellos donde está la verdad. Es ellos donde se encuentra la puerta que se abre y que quiero ver. Esas cosas que no entiendo son las que expongo, puede que las perciba por las ranuras entreabiertas, pero no las entiendo, si las entiendo.....las voy dejando.



                                                    El origen de la Vida de Coubert








lunes, 11 de mayo de 2015

LAS EXPRESIONES SUBTERRANEAS DE LA CIUDAD (I).




                  "La cultura oficial sale a tu encuentro, pero al underground tienes que ir tú". (Frank Zappa)


Siempre me han atraído los personajes y  las ideas perdedoras, esas que quedan enterradas por el ascenso de una cultura dominante que lo homogeniza todo y sepulta la historia, que a todos nos hace iguales,  como si solo hubiera existido en el tiempo un único pensamiento y una única existencia, hasta que un buen día, por azares del destino, por una crisis, por una injusticia, por amor, porque nos damos cuenta que esto es un rollo o porque simplemente el viento cambia, descubrimos que el mundo era y es mas diverso de lo que pensábamos, mas divertido y mas lleno de antihéroes maravillosos. Eso ocurre en muchos de los personajes de las películas de Clint Eastwood, como en Sin Perdón, El Aventurero de la Media Noche, Los Puentes de Madison, Mystic River o Milton Dólar Baby, ocurre en el Jazz o en Flamenco o en tantos otros mitos y leyendas de la historia, del arte y de la vida,  que al arañar la tierra olemos la verdad que hay en ellos. Cuento esto, porque quisiera dedicar unas líneas, a través de tres artículos, a ese mundo de las ideas y de la vida, que la cultura de la de la civilización industrial quiso enterrar en el olvido, pero que siempre encuentra rendijas para salir donde menos se la espera, como la naturaleza surge en las grietas mas recónditas de las ciudades o como los ancianos están dispuestos a formar parte del paisaje urbano a pesar de que algunos  quieran rociarlos  con veneno “alimenticio” .
 
Durante el siglo XIX, con la revolución industrial, la situación cultural del universo urbano se agita por la crisis a que es sometida la sociedad por los nuevos procesos y cambios económicos y sociales. Esta situación, produce que las ideas intelectuales y artísticas se agiten, fermenten y se aviven, apareciendo todo un conjunto de experiencias con una idea común, el rechazo radical o la reforma de la nueva civilización industrial que se estaba imponiendo. Algunas de estas ideas han quedado enterradas por los tiempos y otras han alimentado y animado ideologías, modelos e instituciones que han perdurado a los largo de los siguientes años y siglos, apareciendo por las esquinas en momentos de crisis sociales y económicas o cuando la conciencia se empeña en experimentar lo que nadie espera.
 
Enumeralas todas resulta difícil, pero me gustaría comentar o señalar algunas que nos permiten detectar la riqueza intelectual y activista de estos años, aunque muy centradas en el panorama de Inglaterra. A fin de cuentas el Reino Unido era el faro que alumbraba a Europa y a todo el mundo en lo que tenía que ver con esta nueva civilización. Se trata de posiciones variadas, modos diversos, que mantienen conexiones internas, aunque no resulte fácil de clasificar de manera sistemática.

 En este intento de enumerar todos estos movimientos e ideas que quedaron lastrados aunque latentes en el que hacer urbano durante este tiempo, corresponde un puesto de relieve, a los movimientos del socialismo utópico, desde los owenianos en Inglaterra hasta los fourieristas y saintsimonianos en Francia, que recogen la herencia de Rousseau. Por otra parte, surge con fuerza una posición critica hacia estos por parte de Marx y Engels; tras las jornadas de junio de 1848 en Francia, la conexión entre instancias políticas y urbanísticas que tanto habían conformado la ciudad, ya no es posible para ellos. Así por un lado quedan los movimientos políticos, el marxismo y el socialismo  y por otro, la propia actividad legislativa urbana de los gobiernos y administraciones locales, en los que conviven fermentos progresistas y reformistas que tienden a contrarrestar la relación de subordinación de la actividad pública respecto a la actividad privada, en donde encontramos entre otros a los movimientos a favor de los parques públicos o los debates sobre la cuestión de la vivienda. 1848 es también el año de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista, esta fecha así se convierte según Benévolo en el comienzo del urbanismo moderno, así es el momento, como hemos comentado, de la separación entre la experiencia urbana y la política, el fin de la utopía y el triunfo de la técnica que en los siguientes años transformará ciudades como Londres, Paris o Barcelona liderados por el nuevo conservadurismo europeo.

Mención a parte, hay que tener para Etienne Cabet, agitador carbonario, muy activo en la revolución de 1830, exiliado en Inglaterra entrará en contacto con Robert Owen. En este mismo contexto, aunque muy alejados ideológicamente encontramos los Modelos Paternalistas Reaccionarios, del anglicano John Minter Morgan  y James Silo Buckingham. Y Las  Colonias Religiosas en Norteamérica: cuáqueros, pietistas, shakers, zoaristas, moravos, rappistas o harmonistas  (seguidores de George  y Frederick Rapp), los inspiracionistas  (bajo la cabeza espritual de Christian Metz), los hutteristas, los mormones....

Con un carácter mas artístico y reformador, aparecen los análisis dramáticos de Thomas  Carlyle, los movimientos estéticos sociales de Pugin y Ruskin y el programa cultural y político de William Morris. Los movimientos de Arts and Crafts, el Garden Movement o el Deutsche Werkbund. No quisiera acabar sin nombrar a  Martha Beatrice Potter Webb ligada a la Sociedad Fabiana, que participó activamente en la constitución del Partido Laborista Británico. Ni tampoco dejar de tener en cuenta a todo un conjunto de arquitectos que reflexionaron y trabajaron por una arquitectura mas social y contemporánea, entre otros  Ebenezer Howard (creador de la Ciudad Jardin), Raymond Unwin, Patrick Geddes, Frank Lloyd Wriht, Ricard Norman Shaw, C.R. Ashbee, William Ricard Lethaby, Hermannn Muthesiu o la fundación en 1919 de la Bauhaus por Walter Gropius con el que empieza el movimiento moderno.
 
 Evidentemente la lista podría aumentarse con decenas de otras iniciativas, aunque no pretendo ser exhaustivo, sino simplemente mostrar la amplitud del panorama intelectual y de ejemplos que han convivido en el “underground” urbano.

Es imposible no captar con tal de que pongamos un poco de atención, incluso hoy día, las mutaciones radicales que se han producido y se producen en el paisaje urbano, físico y social, debido a las tensiones y descomposiciones, producidas por el triunfo del modelo librecambista. El espacio fue reducido a un mero producto de los mecanismos económicos, y remitido exclusivamente a una categoría ideológica.. El análisis urbano se limitó a observar la ciudad como expresión de la producción material, en donde la arquitectura industrial  y simbólica del nuevo poder imperante celebró en las ciudades, con la construcción de estaciones de ferrocarriles, edificios de oficinas, grandes espacios comerciales, nuevos parlamentos, equipamientos representativos de la nueva civilización o barrios residenciales acordes con los nuevos postulados de vida. La arquitectura de la ciudad abandonó los signos, símbolos, mitos, ideas, imágenes, sentimientos, modos y formas de vivir, reflejos del uso y participación de la ciudadanía en la producción y uso de ciudad que no tenían que ver con la civilización librecambista industrial triunfante.

En este contexto, en general, aunque existan muchas y buenas excepciones, no podemos dejar de comentar el papel de esa disciplina naciente a mediados del XIX “agarrada” a los nuevos ideales librecambistas. La arquitectura se situó, en este nuevo tiempo,  tradicionalmente, en el dominio de la expresión artística propia de esta cultura industrial, e incluso absorbió todo lo útil de este dominio, colocándose como algo trascendente por encima del propio ser humano y de cualquier otra visión  y uso de la ciudad. La arquitectura cumplió el papel de desmontar toda la lógica “simbólica participativa” de la ciudad preindustrial. Y nos aportó toda unas nuevas maneras de hacer, de las que hoy nos sentimos herederos, en lo que tienen de acertada reflexión de algunos buenos arquitectos, aunque a costa de separase de los sentimientos de los habitantes de las ciudades..

El desarrollo del capitalismo industrial quebró la coherencia y la fusión intima de la ciudad integrada preindustrial, poniendo al desnudo despiadadamente la lógica material de la producción urbana, de los artefactos jurídicos  y de funciones nuevas, en contra del espacio simbólico participativo del espacio.

No pretendo utopizar la ciudad preindustrial, sino simplemente expresar que las nuevas relaciones de poder de la ciudad burguesa nacida con los modelos librecambistas han velado  y sumergido modos de hacer la realidad urbana, que no obstante han seguido  elaborándose mediante la producción intelectual y el “que hacer diario” de las personas,  y que  a través de ellos siguen floreciendo y evolucionando, incluso han enriquecido el panorama cultural y social, a veces solo intelectualmente y otras influyendo decisivamente en el que hacer urbano. Estas nuevas relaciones de poder  se han sustentado en dos niveles: por un lado, inventado desde arriba “falsos mitos” de cómo debe ser la ciudad, que insisten en lógicas estructurales inventadas desde “arriba”, que nada tienen que ver con la realidad de la vida de las personas, ni con los lugares donde se asientan, y de otro lado, se ha utilizado a la arquitectura y  los modos inducidos de apropiación ideológica que esta propone, como manera de controlar e industrializar la forma y la planificación de la ciudad, reduciendo esta a una mera apariencia formal y de consumo, ajena a cualquier raíz social o de participación de la ciudadanía.

La arquitectura, en esta posición, que no es toda evidentemente, ha tenido un uso ideológico intencionado en la producción de la ciudad burguesa, estando presente en todos los momentos de la privatización del poder político y cultural del urbanismo. Ha sido el vasto campo de elaboración, de las practicas de representación de las clases dominantes,  de la relaciones sociales urbanas  y de su contención.  Cuando esas relaciones se han deteriorado o liberado del constreñimiento frente a la lógica de producción imperante, que especializa y separa las partes de la ciudad, se ha pedido de nuevo a la arquitectura que construya nuevos “mitos” de ciudad que resuelvan súperestructuralmente los conflictos de la ciudad. Cuando han surgido crisis inmobiliarias y de modelos de producción y consumo,  de nuevo se ha vuelto a reclamar a la arquitectura, desde su ámbito privilegiado,  el despliegue  de nuevos modelos ideales para desarrollar “nuevos mitos” , adecuados a la recomposición de los conflictos surgidos. En la practica la arquitectura, ha encontrado en la civilización industrial sus modelos de  representación, viendo la ciudad simplemente como un objeto de consumo, producción y distribución, conocimiento formal y productivo. Una parte de la arquitectura, de las que no es ajena otras disciplinas, ha asumido con gusto ese papel exclusivo sobre el que recae la resolución y mediación de los conflictos sociales y lucrativos en la ciudad. La arquitectura asume así, en general,  el papel de correa de transmisión de la producción industrial de la ciudad y de las ideologías de las clases dominantes, para afirmar su suprahistoricidad  necesaria e inevitable.


 







Segregación e integración; periferias y compacidad, esta es la dimensión ideológica de la ciudad industrial. Ciudad popular  por un lado y ciudad burguesa por otra. Ciudad partida, ciudad segregada. Separar, separar siempre. Para muchos urbanistas la vida en las ciudades no se desenvuelve jamás como debería. Inventan toda clase de teorías destinadas a transformarlas totalmente. Pero en cuanto hacen algo surge otra teoría que se opone. Siempre hay partidarios  que acaparan  la opinión mas interesada. No obstante la ciudad, lo que me interesa de ella,  sigue su curso, pero estos grandes hombre siguen creyendo en sus propias teorías o en las que han adoptado, siguen creyendo que lo que ellos hacen es lo que verdaderamente necesitan las ciudades. Todos consideran sus teorías fantásticas, sobre todo porque no tienen en cuenta  lo mas importante, el papel que desempeñan los habitantes y la vida orgánica en el proceso “real” de ciudad.  Por eso, mejor miremos debajo de los adoquines y a ras de tierra, en las esquinas, en las calles y balcones, miremos a los ojos de muchas y muchos habitantes de la ciudad  y veremos lo que ellos construyen. Esa es la ciudad que a mi me interesa.