lunes, 26 de enero de 2015

SABER HACER CIUDAD

Saber hacer ciudad de alguna forma es un arte, no un arte en el sentido intelectualizado, sino un arte del ser, del existir, del vivir. Es una experiencia de la que hablan muchos hombres en casi todas las culturas. Saber hacer ciudad es un “savoir vivre”, donde  “savoir” no es un saber sobre la vida en el sentido teórico, aunque la ciudad tenga que ver con la vida, sino un conjunto de experiencias completas o plenas sobre la ciudad.

No es posible construir ciudad sin saber hacerla, sin reconocer que la ciudad es parte de la naturaleza, no es lo otro, unas veces enemigo, otras paraíso y otras solo erial. La modernidad se resiste a admitirlo, mientras vive obsesionada con su necesidad de seguridad y de acumular adiciones y nuevas experiencias placenteras. No pretendo criticar la modernidad, sino invitar a saber hacer ciudad, a saber vivir la ciudad. Saber vivir la ciudad o saber hacer ciudad, nos invita a gozar del sentido profundo de la ciudad. Vivir experiencias en las que todavía no se han excendido conocimiento y materia,....vivir la armonía de todas las polaridades de la existencia urbana, de toda la diversidad de la naturaleza.

Es una invitación personal a ser lo que realmente somos en Todo ese Urbano que es una ciudad y que tantas veces no nos atrevemos a ser, ni a imaginar. La urbanística no es una doctrina, sino la apertura a este riesgo. La ciudad no es un hecho aislado, en el que nos encerramos y nos protegemos  del exterior, la ciudad es parte del Todo, es naturaleza, es Universo y colabora con ella. La ciudad o es naturaleza o no es nada. El saber hacer simboliza la unión de tres ámbitos que constituyen la plenitud de la vida urbana: una ordenación orientada, un conocimiento vivido no doctrinario y una acción correcta.

Es cierto que este saber ha sido secuestrado por especialistas, mandarines, sacerdotes y doctores para disponer de él, tener acceso a la puerta privada de sus aposentos y de vez en cuando comunican al pueblo lo que según ellos les he revelado. Pero saber hacer la ciudad es admitir que es esta es la “sede de la libertad”.Es el lugar donde el ser humano se  siente en casa, donde puede ser el mismo, donde puede, por lo tanto, ser feliz. El criterio de la ciudad, de su conocimiento, su fruto inmediato, es la felicidad, la bienaventuranza. Desde ahí, todos somos responsables de ella.

Claro que en la ciudad hay espacios de “dolor”, espacios mal resueltos, mal organizados, lúgrubes, y estos espacios al ser del Todo Urbano nos conciernen a todos. La coexistencia en la ciudad de espacios de felicidad, bien ordenados , soleados  y equipados, con otros espacios de sufrimiento, no es explicable racionalmente y nos obligan a revisar muchos conceptos y formas de actuar y hacer..

¿Por qué somos responsables de la ciudad?: porque la finalidad de la ciudad, como la de toda la naturaleza, a la que pertenece la ciudad, es la “bienaventuranza general”. Sino acertamos  a dotarla de formas y sentimientos reconocidos y no los alcanzamos, es que andamos por mal camino. La  ciudad debe ser accesible a todos, es el lugar de la naturaleza humana mas desarrollada. No obstante saber hacer ciudad tiene que ver con la sencillez no con las teorías complejas, mas con los sentimientos que con la técnica. La complejidad de la ciudad tiene que ver con la diversidad y la comunicación participativa, pero no tiene que ver con doctrinas oscurantistas. En la ciudad pueden existir distintas polaridades, porque las polaridades tiene que ver con el conjunto de la ciudad, con el Todo Urbano, pero lo que no puede haber son escisiones, segregaciones, rupturas....etc

 El hombre ha edificado su morada en la ciudad, pero no para negar la naturaleza y aislarse de ella sino para construir un hogar feliz en el corazón de la naturaleza. Somos naturaleza, y cuanto mas lo aceptemos y lo entendamos dejaremos de destruir nuestro entorno y nos sentiremos parte del Todo Gaia, al que pertenecemos.