No
quiero en este texto centrarme solo en la ciudad como concepto, sino en las
maneras en que podemos fomentar la “plenitud de la ciudad” en nuestras vidas cotidianas.
Para describir este proceso he tomado prestado el término “cura animarum”, la
“cura de las ciudades” o el “cuidado de las ciudades”. Si tomamos esta imagen, podemos
imaginar la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene con su propia
ciudad.
El
papel del urbanista, como todavía se le llama aunque ya tiene poco que ver con
la tradición histórica del término siendo cada vez mas en nuestros días un mero
técnico aséptico y ajeno a los procesos de la ciudad, consistía en aportar un
contexto de “dialogo terapéutico” a los
procesos importantes del devenir urbano.
Lo que denomino el “cuidado de la ciudad” es algo de un alcance diferente a las
“modernas” teorías tecnocratitas sobre la ciudad. No tiene que ver con curar, transformar
o devolver la “salud interesada”, ni siquiera con idea alguna de
perfeccionamiento o mejoramiento en el peor sentido de la cirugía urbana, no
busca en el futuro una existencia ideal planificada y libre de problemas. Más
bien se trata de mantener una actitud paciente y
“silenciosa”, en el sentido de colaborativa, con el “presente” de la vida de la
ciudad, estar cerca de ella, tal como se presenta día a día, y al mismo tiempo
consciente de lo que ocurre. He aquí la diferencia entre el “cuidado de la
ciudad” y esa tecnocracia funcionaral
habitual que hoy se practica.
En el
mundo actual separamos urbanismo de “terapia urbana”. La terapia urbana se ha
quedado como un concepto de la vieja usanza y el urbanismo se lo han apropiado
las nuevas tecnologías. Me interesa mucho sanar esta escisión. Mi idea del
urbanismo es que lo que está haciendo ha de ser radicalmente reimaginado. Tenemos
que volver a ver como una sola cosa urbanismo y terapia urbana, reconocer de
nuevo la historia real del urbanismo. En mi opinión, como vengo insistiendo en
otros textos de este blog, este nuevo paradigma apunta al final de este
urbanismo tal como hoy lo conocemos, puesto que este es esencialmente
egocentrista, sustentado en tecnología y derecho, ajeno a la realidad de las
personas y los lugares, a sus necesidades y posibilidades. Habrá que
desarrollar nuevos conceptos, hilado en los viejos conceptos útiles de la
practica del urbanismo, nuevos lenguajes y nuevas tradiciones que puedan servir
de base a una nueva teoría y una nueva practica,.
Debemos
volver al pasado en busca de una renovación de la imaginación. Necesitamos
seriamente renacer, nos hace falta un renacimiento de la sabiduría y la
practica antiguas, adaptada a las nuevas situaciones. Los grandes urbanistas
hicieron continuos esfuerzos por reconciliar realidad social, iniciativas y
soluciones ordenadas, es decir reconciliar la sabiduría del conocimiento y los
descubrimientos e invenciones mas recientes. Nosotros hoy estamos muy alejados
en el tiempo de los días de magia y mitología urbana y la tecnología se ha
convertido en un gran logro pero también en una enorme carga, que no nos
permite ver los problemas reales de nuestras ciudades y territorios.
Los
síntomas que reflejan nuestras ciudades nos hacen saber lo que estas anhelan.
Estamos excesivamente ávidos de diversión, de poder, de satisfacción, de cosas materiales,
de egocentrismo y creemos que podremos hallar todo eso si ponemos las creencias
de nuestro ego en el trabajo que realizamos, que error, o nos equivocamos
porque nuestras creencias casi religiosas se equivocan o nos equivocamos porque
el poder económico nos desborda y acabamos haciendo lo que “Mefistófeles”
quiere.
El
“cuidado de la ciudad” habla de anhelos y de síntomas, no es una senda que nos
aleje de las sombras, pero sabe convivir con ellas. El “cuidado de la ciudad!”
es complicado, multifacético y esta modelado a la vez por el dolor y el placer,
por el éxito y el fracaso, pero siempre mirando a los ojos, sabiendo donde
está. Desprendernos de la fantasía de la salvación urbana nos libera para
abrirnos a muchas posibilidades y la aceptación de la realidad y de nuestros
“vecinos”, nos descubre que ellos son los verdaderos cimientos de la urbanística
contemporánea.