Se me antojan cada vez mas
bizantinas las grandes disquisiciones sobre conceptos urbanos absolutos, a lo
mejor es porque soy economista y estoy acostumbrado a convivir con lo relativo.
Lo cierto es que hoy día nuestras ciudades pertenecen a la era de la fluidez y
el hibridismo. Los actos urbanos son cada vez mas relativos y provisionales.
Los territorios urbanísticos son interdisciplinarios. El mismo urbanismo es
urbanismo aplicado y casuística. Hablar de ciudades híbridas es hablar de
ciudades con identidades múltiples, a modo de un collage de mestizaje cultural.
Todo es una mezcla poco consistente de proyectos y actitudes urbanas dispersas.
De esta gran matriz urbana se pueden extraes múltiples combinaciones, caben
todas las combinaciones imaginables , también las inimaginables, para acierto o
desgracia.
En esta ciudad híbrida todo se
interconecta, en algunos casos es posible que podamos hablar de causalidad,
pero esta ya nunca será lineal sino inscrita en redes complejas. Todo es
colectivo, interdependiente, relaciones improbables, fenómenos generalizados de
ecología no lineal.
En las ciudades híbridas todo
incide sobre todo, incluso puede ocurrir que no incida. Los caminos que
conducen a los distintos espacios urbanos o a las distintas soluciones son
múltiples. Estamos atraídos por este sincretismo escéptico en el que todo se puede cruzar, combinar y
conectar. Estamos en una época de hibridismo, al que solo podemos aportar o desear
que sea lúcida, justa e igualitaria.
Los grandes reatos urbanos se
disgregan , el pluralismo es el trasfondo de nuestro tiempo, y pluralismo en
términos urbanos significa espacio laico. Lo que deseamos es que este espacio
laico no sea indigente mental, ni degradación o dispersión perezosa, ni
pensamiento errático, ni frases hechas repetitivas, ni espacios urbanos yermos
sostenidos sobre palabras demasiadas usadas.