lunes, 11 de agosto de 2014

REFLEXIONES EN TORNO A LOS ARQUTECTOS ANNE LACATON Y PHILIPPE VASSAL

 Ya es hora que nos demos cuenta que lo lógico de las ciudades es repararlas. Los urbanistas y los profesionales de las ciudades no podemos comenzar siempre de cero: nada existe, nadie vive. Porque hay mucho hecho y hay mucha gente habitando. Tenemos que poner atención y encontrar los valores que encierran los lugares y siempre los hay. Las ciudades están siempre llenos de recursos, que irresponsable y soberbio es desecharlos. La suma es lo que nos integra a todos, lo que nos hace trabar con las distintas capas que envuelven los lugares. Nunca hay que demoler, siempre añadir.

Nos falta humildad, valorar lo que existe antes de que lleguemos. Pensar que hacemos con lo que existe, no es solo una cuestión de valor artístico, sino también de valor cívico, material y social.

Debemos aprender a observar lo que existe y quienes existen. No se trata de respetar acríticamente, sino de no dar por hecho que la demolición previa es lo único posible e inevitable. La intervención urbana no radica en hacer tabla rasa sobre lo existente, materia y seres vivos, el objetivo es arraigar las nuevas intervenciones. No es una visión conservadora sino una arquitectura  responsable y sostenible.

Los urbanistas no pueden seguir siendo unos agresores, deben integrar y dialogar, sumar, eso relaja la ciudad y mejora la vida de los ciudadanos que es de lo que  se trata. La suma parte de lo que hay y busca añadir, esto nunca produce frustración en nadie ni en los urbanistas si en los usuarios. Se puede ser ambicioso y también generoso y amable.

La desigualdad y los guetos es uno de los grandes problemas de las ciudades del siglo XXI, mezclar a la gente, hacer ciudadanos mas libres, nunca segregar. La arrogancia ha sido la seña de identidad de una modernidad maleada, de esa  modernidad que no ha sido otra cosa que repetición acrítica. Los ideales modernos eran ambiciosos, pero humildes. Exigían esfuerzo al arquitecto y al usuario, pero ofrecían mejoras para todos. El problema llegó cuando se mantuvo la forma desnuda, la forma por la forma y se eliminaron las aportaciones, los espacios abiertos, los deseos de los ciudadanos. La codicia y el lucro lo diluyeron todo. Debemos de recuperar esa ambición de mejora de los principios de la modernidad.

Debemos alejarnos de lo superfluo, de lo innecesario. La homogenización de la moda es peligrosa. Debemos entender porqué hacemos las cosas. Los resultados se tiene  que poder explicar  y tiene que descubrir sus intenciones. La arquitectura se ha quedado en pura apariencia, cuando debía ser el resultado de pensar. Si las ideas son buenas la arquitectura será buena.


Hacer ciudad hoy es ir mas allá de los, planos y de los planes. Para construir ciudad no basta saber diseñar, hace falta solucionar otros muchos asuntos. Sino los solucionas, da igual que diseñes bien  o mal, que seas mas o menos creativo. Es fundamental saber que es lo importante, abandonar el delirio y no solo el delirio formal sino también el delirio intelectual  y presupuestario.